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Noticias de la batalla de Santa Isabel

SIGLOS DE HISTORIA

Una vista desde el cerrito de la Cruz, del Casco de Santa Isabel. c.a. 1990.

Una vista desde el cerrito de la Cruz, del Casco de Santa Isabel. c.a. 1990.

Gildardo Contreras Palacios

A 150 años de aquel memorable acontecimiento

Segunda parte

Hechos que siguieron a la Contienda. Durante la mañana de aquel miércoles 28 de febrero de 1866, al llegar a la hacienda de Santa Isabel, la vanguardia de los ejércitos de Treviño y Naranjo, los pobladores del caserío, salieron apresuradamente de sus hogares con algunas de las pocas pertenencias que tenían, con el presentimiento de lo que esa noche pasaría allí y se dirigieron a la hacienda de San Lorenzo, buscando refugio en el domicilio de la dueña del lugar, doña Luisa Ybarra Viuda de Zuloaga. Ellos fueron los emisarios involuntarios de dar la noticia de la llegada de los republicanos a Santa Isabel. En ese tiempo, hay que recordar que doña Luisa de alguna forma apoyaba a la guerrilla imperialista que actuaba en la Región de Parras y La Laguna.

Respecto a los acontecimientos de ese día por la noche, el subteniente francés Ernest Moutiez continuó narrando lo siguiente: "El comandante "Paul Brian de Foussieres, era un hombre robusto de barba y bigotes cerrados, parecía de más edad que la suya. No tenía familia y manifestaba poca inclinación para las mujeres… Eso sí, toma ajenjo, mucho y se volvía entonces muy platicador… Brian aguantaba muy bien… había pasado 15 de sus 19 años militares en el regimiento extranjero… Lo veo todavía montado en su caballo, con sus botas altas y anchas, las riendas colgando a lo largo de su brazo, las manos en las bolsas para protegerse del frío… Contra la opinión de todos los oficiales, decidió salir a medianoche con 3 compañías y 400 mexicanos… mientras que Brian sacrificó a sus hombres para nada, combinando errores y mala suerte y, quizá, ajenjo a un peso la botella… no fue solo el responsable de su propia muerte sino la de 103 hombres." Sabemos por las referencias de Moutiez, que Brian acostumbraba el ajenjo (absenta) en buena cantidad; una bebida espirituosa que a mitad del siglo XIX, el ejército francés la utilizaba como remedio para contrarrestar la fiebre de los milicianos en campaña, sin embargo cuando los soldados regresaban de sus expediciones, la seguían utilizando, y su consumo se generalizó entre la población francesa, en la segunda mitad de ese siglo XIX; se caracterizaba por su alto contenido de alcohol y los efectos alucinógenos que causaba entre los que excedían su ingesta. Dicha bebida fue procurada por algunos destacados pintores, poetas y escritores de la época. El escritor Oscar Wild se refirió a ella, con la siguiente cita: "Después del primer vaso, uno ve las cosas como le gustaría que fuesen. Después del segundo, uno ve las cosas que no existen. Finalmente, uno acaba viendo las cosas tal y como son, y eso es lo más horrible que te puede ocurrir". Su consumo causaba tanta confusión e inspiración a la vez, que el mismo Wild se hacía la siguiente pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre un vaso de absenta (ajenjo) y el ocaso? Y por otra parte, se afirma que Van Gogh se cortó la oreja, bajo los efectos del ajenjo. Con el tiempo se llegó a afirmar que dicha bebida causaba graves daños físicos por lo que por algunos años estuvo prohibida su fabricación en el viejo continente. Pero retornemos a lo nuestro.

El comandante Brian salió de Parras confiado en que se enfrentaría a una fuerza inferior y creyó que era el mismo ejército con el que Viesca, había tomado la población entre los días 11 y 12 de febrero anterior. En esa ocasión el general Viesca dejó Parras el día 16, por la cercanía de una columna francesa procedente del Saltillo, y aprovechó la oportunidad para tratar de ir sobre las huestes de M. Campos, quien realizó una precipitada huida por el rumbo de la Laguna y pronto alcanzó el poblado de San Juan de Guadalupe, Dgo., y para el día 18, ya estaba de regreso en Parras, en donde se concentró con los franceses que llegaron del Saltillo. Por lo tanto el general Viesca se situó en la hacienda del Burro en las cercanías de la aún inexistente Colonia de San Pedro, en espera de las noticias de los movimientos militares de los ejércitos de Treviño y Naranjo.

Las fuerzas de la República de Treviño y Naranjo, arribaron a Santa Isabel durante el día 28 de febrero, y las del general Viesca cerca de la media noche de ese día. Ahora bien, la batalla de Santa Isabel tomó forma, con algunos tiroteos aislados previos, entre los bandos contrarios, aproximadamente a las tres de la mañana del día 1 de marzo, alcanzó su punto máximo entre las cinco y seis, y para las siete treinta, todo había terminado. La División de Caballería al mando del coronel Jerónimo Treviño, se retiró del escenario bélico antes del mediodía y se dirigió a la hacienda de San Carlos, adelante de Bocas, hacia el noreste. Le correspondió al general Viesca como jefe supremo de la operación llevada a cabo, permanecer en el lugar hasta en tanto no se levantara el campo y se enterrase a los muertos; acción ésta que se encomendó al coronel Francisco González León, uno de los veteranos de las fuerzas republicanas. Los muertos fueron sepultados en el arroyo contiguo a la hacienda de Santa Isabel. La Brigada de Coahuila del general Viesca se retiró hasta pasadas las cuatro de la tarde de ese día rumbo a la hacienda de San Carlos; se comisionó al coronel Benito Goribar, la custodia de los prisioneros extranjeros y a los mexicanos capturados se les puso en libertad, algunos de ellos regresaron a Parras y otros se unieron al ejército liberal.

Esa noche del 1 de marzo, los jefes republicanos Viesca y Treviño se reunieron en San Carlos, Naranjo no, porque iba seriamente herido y acordaron entre otras cosas, evitar encontrarse con las fuerzas francesas que se dirigían a Parras por tres rumbos diferentes al mando de: Douay, por el rumbo de Sabanilla; procedente del Saltillo venía Saussier y procedente de la Laguna se acercaba Brincourt. Estos movimientos del ejército francés, habían sido tomados en cuenta por los jefes republicanos, con anterioridad a la batalla de Santa Isabel, y se presentaron como motivo suficiente para haber emprendido la retirada y tratar de ganar la frontera lo antes posible.

Al otro día muy temprano dejaron San Carlos y se dirigieron hacia Cuatro Ciénegas, al respecto E. Moutiez relata en sus memorias: "…Atravesamos a pie el Bolsón de Mapimí sufriendo como ello, sed y hambre, pero siempre nos trataron bien. Los generales Treviño y Viesca, nos perdonaron la vida cuando pudieron habernos fusilado, puesto que desde el abominable decreto de Maximiliano, teníamos instrucciones de no tomar prisioneros, de fusilar a los oficiales y soltar a los soldados. Duré preso nueve meses, libre bajo palabra en Monterrey... De no ser tan francés, me hubiera quedado en Monterrey con esas mexicanas tan bonitas..." Para el día 10 de marzo tropa y prisioneros ya estaban establecidos en Cuatro Ciénegas, allí el General Viesca, solicitó de las autoridades locales su cooperación para prestar ayuda a los heridos de Santa Isabel, tanto nacionales como extranjeros. La Autoridad Municipal del lugar, nombró una comitiva de damas voluntarias para solicitar la ayuda de la población en beneficio de los heridos y atender en lo que se pudiese a los mismos. Entre los heridos republicanos, como ya lo dijimos, estaba el coronel F. Naranjo, quien para el día 24 de ese mes, ya presentaba una mejoría notable en la herida sufrida en una de sus piernas. Algunos de los heridos, murieron allí en C. Ciénegas. El 24 de marzo murió en el hospital el soldado francés Helfrecht Pella y el 28 de abril murió José Pulido, lagunero de 28 años.

En los meses subsecuentes, hubo una comunicación seria y constante entre don Andrés S. Viesca y el general acantonado en Saltillo Douay, para el trato, canje y ayuda de los prisioneros. Las misivas entre ambos personajes fueron muy amables y al final y después de varios meses conllevó a la liberación de los prisioneros de ambos bandos, los republicanos hechos principalmente en los enfrentamientos de Puebla y Veracruz y los franceses en Parral y Santa Isabel.

Regresando al tema de Santa Isabel, constantemente se ha afirmado que el entonces coronel Jesús González Herrera, asistió a dicha batalla y no fue así, él y su grupo, se presentaron en el escenario de Santa Isabel recién había terminado la contienda, y solo se dedicaron a auxiliar a algunos de los heridos republicanos que se encontraban en el llano y para "rematar" a los contrarios que cayeron en las faldas del cerro y al pie de los muros de las casas del casco de la hacienda. En un comunicado posterior, enviado por el general Francisco Naranjo al general Viesca, con motivo de la polémica suscitada a finales del siglo XIX, entre éste último y el general Gerónimo Treviño; Naranjo le expresó a Viesca, lo siguiente:

"Las fogatas siguieron encendiéndose en la línea ocupada durante el día… A las nueve o diez de la noche llegó Ud., a nuestro campamento con las tropas de Coahuila; como Ud., recordará las demás tropas de la Laguna de ese Estado, al mando del Coronel González Herrera, no podrían llegar a nuestro campamento sino al día siguiente...". Comunicado este que no deja mayor duda sobre la no actuación de González Herrera en la acción de guerra del 1 de marzo de 1866. Para confirmar lo anterior, tenemos el parte de guerra, de don Andrés Viesca y en el que el entonces coronel González Herrera no aparece en la lista de oficiales participantes en la acción. Además en el parte del Coronel G. Treviño, menciona ciertas acciones llevadas a cabo por algunos de los oficiales que allí participaron y para nada menciona al coronel González Herrera; situación por la cual, este personaje, se dedicó en los subsecuentes días a acosar a la partida del ejército francés que se había quedado en Parras, como adelante lo veremos. Seguimos…

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Fuentes: .- Gildardo Contreras Palacios. Parras y la Laguna. Santa Isabel. Editorial del Norte Mexicano. 1990.

.- Jean Meyer. Yo el Francés. Tusquets Editores México. Marzo de 2002.

.- Lucas Martínez Sánchez. Coahuila durante la Intervención Francesa. 1862-1867. Gob. del Estado de Coahuila. Saltillo. 2008.

.- Álvaro Canales Santos. Una Batalla Polémica. Revista del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas. Saltillo. No. 72. 1998.

Parte del patio central de la finca, en su lado suroeste. c.a. 1990.
Parte del patio central de la finca, en su lado suroeste. c.a. 1990.

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