Tras la detención de Joaquín "El Chapo" Guzmán, Andrés Manuel López Obrador, fiel a su costumbre de no dar tregua a sus adversarios políticos, hizo tanto a través de redes sociales como durante un mitin en Querétaro, declaraciones interesantes. Andrés Manuel tiene mucha razón al señalar que la detención del capo por sí sola, no resolverá el problema de fondo ni el trasiego de drogas ni mucho menos la violencia que azota al país desde el inicio de la pasada administración. En eso, creo que todos estamos de acuerdo.
Basándonos en el modus operandi de los cárteles del hampa y en experiencias anteriores, una industria tan importante como la que durante dos décadas encabezó Guzmán, que en sus procesos y estructura de mando se asemeja a una corporación transnacional, sin duda pronto encontrará un nuevo liderazgo en la figura de otro hombre. Tanto en la vida como en las empresas, nadie resulta indispensable. Mucho menos en un negocio, el narcotráfico, que se caracteriza por no respetar la vida…de nadie.
En su colaboración de esta semana para la revista Nexos, el internacionalista David Pérez Esparza hace alusión a la estructura del Cártel de Sinaloa, y la compara con una empresa que hoy encara problemas de sucesión en el mando. "Los estudios de cómo funcionan los negocios advierten que uno de los mayores temas es cómo manejar la salida de un CEO o del Presidente del Consejo, sobre todo si ésta es inesperada".
Donde me permito disentir de López Obrador, eterno quejoso al que nada ni nadie parece satisfacer, es cuando afirma que el arresto de "El Chapo" es una cortina de humo para distraer la atención, y busca minimizar tan importante logro del Gobierno de la República, logro que muchos, filias, fobias o simpatías hacia la actual administración, celebramos y aplaudimos.
No milito en partido político alguno ni voté por Enrique Peña Nieto, pero no por ello deseo que fracase el presidente, sino todo lo contario. A partir de ello, de la sana distancia ante el poder, he podido ejercer la crítica y hecho uso de mi libre albedrío periodístico como mejor he considerado. Acertada o equivocadamente en ocasiones, pero la comprensión y entendimiento pleno de lo que ocurre en México, ni se logra desde la víscera ni anulando los aciertos del Gobierno.
Los juicios y lecturas sobre el país y su circunstancia, y el análisis político, no se hacen desde el negro o el blanco, sino desde un punto medio, observando equilibrios, escuchando, amalgamando criterios, voces, perspectivas: luego entonces, se opina.
Por ello, lo logrado el sábado por Enrique Peña Nieto y las instancias de seguridad del Gobierno, en lo que fue una operación quirúrgica limpia y bien ejecutada, representan un importante paso para desarticular, a mediano o largo plazo, a las organizaciones criminales.
Sin embargo, detenido Guzmán Loera, está por verse quién asumirá el mando o si la organización, presa de rencillas y pugnas internas, termina fragmentándose en mil pedazos. Y es que precisamente las escisiones de los grandes cárteles, derivaron en el nacimiento de nuevas organizaciones, mucho más violentas y diversificadas en otras actividades delictivas, que hoy representan una amenaza para la seguridad nacional y la estabilidad del país. Ante eso, los grandes cárteles de antaño, que observaban viejas reglas no escritas y un código ético que precisaba no atentar contra la población civil, son juego de niños.
Con "El Chapo" en la cárcel, el mayor problema es que el jarrón de porcelana se rompa en mil pedazos. ¿Quién entonces, podrá pegar y encontrar todas las piezas para pulverizarlas? Se antoja complicado…
Twitter @patoloquasto
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