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Evolución de las competencias

ROLANDO CRUZ GARCÍA

En la entrega anterior analizábamos de dónde surgen las competencias como paradigma educativo y por qué pareciera que "están de moda"; llegamos a la conclusión de que lo que buscan es mejorar la relación existente entre el sistema educativo y el sector productivo, pero surge la inquietud de por qué se están aplicando en todos los niveles educativos, incluso desde el preescolar.

Las competencias como concepto nacen a principios de los ochenta, como una antigua demanda social, que buscaba reconocer formalmente el valor de los aprendizajes adquiridos fuera de la escuela, especialmente en el ámbito productivo, por lo que son concebidas en México desde el Sistema Normalizado de Competencias Laborales (SNCL) y sus correspondientes certificaciones, es decir, nacen como competencias laborales; su primera aplicación en la educación se inició en el Conalep (Colegio Nacional de Educación Profesional Técnica), en los años noventa.

La evolución del concepto de competencias, hace referencia a un "acervo" de conocimientos y habilidades que son necesarios para llegar a resultados requeridos en diferentes circunstancias, es decir, a la capacidad real para lograr resultados en un contexto determinado.

Si buscamos una diferenciación entre calificación y competencia, la UNESCO ya establece cómo se transita de la noción de calificación a la de competencia, asegurando que el dominio en los sistemas de producción industrial ha vuelto caduca la noción de calificación laboral y se tiende a privilegiar más la de competencia personal y profesional. A las tareas puramente físicas se suceden tareas de producción, más intelectuales, más cerebrales, más de diseño, de estudio y organización.

Bajo este esquema, la yuxtaposición de las tareas obligadas y del trabajo fragmentado (modelo taylorista), cede ante una organización en colectivos de trabajo o grupos de proyecto; un ejemplo son las empresas japonesas, que realizan labores en donde los empleados dejan de ser intercambiables y las tareas se personalizan y perfeccionan.

Actualmente los empleadores ya no exigen una calificación determinada, que consideran más unida a una pericia manual y material; en cambio, solicitan un conjunto de competencias específicas que combinen la calificación adquirida por la formación técnica y profesional en equipo, la capacidad de iniciativa y la de asumir riesgos.

Es claro que para lograr estas combinaciones, que deriven en las competencias solicitadas, es necesario privilegiar el vínculo que la educación debe mantener con los diversos aspectos del aprendizaje cualitativo: la capacidad de comunicarse, de afrontar conflictos, de desarrollar actividades de servicio, etc.

Por todo lo anterior, es importante establecer la citada evolución, desde la relación entre calificación (normalmente adquirida en la formación inicial), cualificación (conjunto de conocimientos, capacidades y comportamientos que son adquiridos durante la socialización en el trabajo) y competencia (como la capacidad real para lograr un resultado en un contexto dado).

Desde el punto de vista educativo, la organización curricular por competencias pretende que aprender, conocer, educarse, capacitarse, etc. consiste, no sólo en subordinarse al objeto del trabajo, y un sujeto aprende, no sólo cuando repite exactamente un contenido y cuando reconoce tener la capacidad para adecuarse al objeto del conocimiento, sino cuando lo que aprende concuerda con el modelo educativo planteado.

Cabe mencionar que los nuevos procesos formativos basados en competencias profesionales (FBCP), no sólo transmiten saberes y destrezas manuales, sino que toman en cuenta dimensiones que contemplan aspectos curriculares, sociales y actitudinales que se relacionan con las capacidades de las personas.

Metodológicamente se han abandonado los programas centrados en la capacidad para puestos de trabajos concretos y cerrados, lo que ha contribuido a la creación de una nueva cultura del empleo y de la producción, integrando calidad, productividad, eficiencia y competitividad.

La noción de competencia implica una forma diferente de establecer y abordar objetivos de formación relativos a las necesidades de desarrollo económico y social.

El desempeño como eje central, se convierte en un elemento esencial de la competencia, ya que conlleva la condición de que el individuo resuelva situaciones concretas mediante y con los recursos de que dispone. Lo importante es entender que el valor de los conocimientos no es poseerlos, sino hacer uso de ellos.

Pedagógicamente implica un nuevo diseño curricular (teórico-práctico) y su respectiva evaluación. La sola correspondencia entre saber y hacer, desaparece para integrar ambos en esquemas diversificados de situaciones por aprender (saber-hacer-ser-compartir-crear-innovar y emprender).

Las condiciones de desempeño relevantes, que reconocen a la práctica en su sentido más amplio, se convierten en experiencias de aprendizaje como recursos didácticos, permitiendo que se consolide lo que saben y que lo pongan en juego para aprender y seguir aprendiendo.

La competencia profesional es entonces, unidad y punto de convergencia, es decir que los elementos de una competencia tienen sentido en su conjunto, solas pierden su valor, esto exige que se le otorgue significado a la unidad de competencia y su correspondencia en el diseño curricular. En la próxima entrega, la aplicación de las competencias en el nivel preescolar.

Agradezco sus

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