Presentes. El obispo de Gómez Palacio, José Guadalupe Torres, en presencia del obispo auxiliar de Durango, Enrique Sánchez Martínez, ofició la misa del mediodía; el acto religioso más importante de los cuatro días de las celebraciones.
Desde hace 294 años el Cristo conocido como el Señor de Mapimí es venerado en la iglesia de San Antonio de Padua, de Cuencamé, Durango. Esta es considerada la mayor festividad de Cuencamé, pues atiende aspectos históricos, religiosos y culturales de ese lugar y de otros más.
Las festividades inician el 4 de agosto con el recibimiento de alrededor de 80 carretas provenientes de la región de Jimulco, mismas que atraviesan el desierto con el único objetivo de alabar al Señor de Mapimí. Ese día el Cristo es bajado de su cruz para que los fieles lo adoren durante los tres días consecuentes.
Con la llegada de los peregrinos, llegan también vendedores de todas partes para instalar sus negocios que van desde la venta de bebidas embriagantes hasta juegos típicos y mecánicos.
Las festividades del Señor de Mapimí también son aprovechadas para el regreso a los hogares de muchos que salieron del municipio.
AÚN LO CUIDAN
Una costumbre que se tiene durante la festividad es la custodia del Cristo, la cual es realizada por integrantes de la hermandad del Señor de Mapimí. "Desde que en 1715, (año en el que llegó el Cristo) en Cuencamé lo custodian porque temían que los indios tobosos quisieran destruir la imagen como ya lo habían intentado", dijo Anacleto Hernández, cronista de Cuencamé.
Otra de las tradiciones es ofrecer reliquia a los peregrinos y a la población en general. Las danzas tampoco pueden faltar.
ACUDE EL OBISPO
El día que llegó el Señor de Mapimí a Cuencamé fue el 6 de agosto de 1715. Ese día la fiesta alcanza su máximo esplendor. En esta ocasión la misa fue oficiada por el obispo de Gómez Palacio, José Guadalupe Torres. También estuvo presente el obispo auxiliar de Durango, Enrique Sánchez Martínez, y el párroco de la iglesia.
El fin de la celebración es el 7 de agosto con la ascensión del Señor de Mapimí y la despedida de los peregrinos.
Una historia con 'magia'
En 1715, los indios tobosos realizaron una matanza en el Real de Mapimí (hoy Mapimí) para destruir al Cristo. Esto orilló a los fieles a esconderlo en Jimulco. Al poco tiempo el Cristo fue descubierto por indígenas de la región y de Cuencamé. Por la situación que prevalecía en Mapimí en contra de los cristianos, ambos pueblos decidieron que la imagen se trasladaría a Cuencamé con la promesa de que regresaría a Mapimí si le edificaban un templo. Ese día el Cristo fue escoltado por habitantes de Jimulco hasta Cuencamé y desde ese entonces, año con año se realiza la peregrinación. El Señor de Mapimí llegó el 6 de agosto de ese año y desde ese entonces es venerado con beneplácito. Mapimí nunca le edificó el templo. Entre mitos y leyendas, se dice que en repetidas ocasiones los habitantes de Mapimí han buscado llevárselo, pero la imagen se hace muy pesada o no cabe por la puerta. Se dice también que en alguna ocasión se lo llevaron y al día siguiente apareció en Cuencamé. Es por eso que el Señor de Mapimí es muy querido.
Fieles de Cuencamé y otros municipios de la Región Lagunera acudieron a la misa en honor del Señor de Mapimí
Señor de Mapimí, una tradición de siglos: Desde hace 294 años el Señor de Mapimí es venerado en Cuencamé, Durango. Una festividad considerada como patrimonio histórico, religioso y cultural. (Video de El Siglo de Torreón)
