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Psicopedagogos y orientadores

DIÁLOGO

Yamil Darwich

En el ambiente educativo existen personajes de bajo perfil en los servicios de las instituciones, comparados al director o el maestro de matemáticas: los orientadores vocacionales y psicopedagogos.

Ellos, particularmente con la llegada de la Sociedad del Conocimiento y rejerarquización de valores sociales, se han vuelto más importantes. Si bien es cierto que la educación integral empieza desde el nacimiento y en el hogar, esa función, con la mayor comodidad, es delegada en los educadores tan pronto son inscritos los niños en las escuelas preescolares y de educación básica, dónde los profesores, injustamente, reciben casi toda la carga de responsabilidad en educarlos, sin contar con la autoridad de la paternidad y en ocasiones los suficientes elementos de conocimiento para enfrentarla.

En la escuela primaria y hasta la secundaria, los orientadores y psicopedagogos deben hacer frente a la responsabilidad de participar en “sacar lo mejor” de los educandos y darles orientación en valores cívicos y sociales, entre otras cosas, trabajo que los padres hicimos insuficientemente.

Recuerde al niño o joven que ante una mala actitud social o familiar, sus papás o abuelos le reprenden diciéndole: –“¿eso es lo que te enseñan en la escuela?”, o cuando los modales incorrectos aparecen: –“Ni lo que pagamos por tu educación; ¿para eso gastamos tanto en colegiaturas?”.

Son esos educadores, comúnmente con un bajo perfil, quienes asesoran y orientan a niños y jóvenes, que en muchas escuelas desarrollan labores que tienen que ver con la “buena educación” además de asesorarlos escolarmente y apoyarles en su propio desarrollo humano.

Por otra parte, su trabajo ha sido particularmente reapreciado al analizar las estadísticas del medio familiar mexicano; por ejemplo, el INEGI informa que en el año 2005 se efectuaron 595,713 matrimonios y en ese mismo período 70,184 divorcios, con una media nacional de casi 12 de cada 100 de las familias sometidas al proceso; otras fuentes informan que las monoparentales —sólo con padre o madre— han aumentado en casi un 50%. Curiosamente los Estados Federales del Norte son los que más eventos de disolución matrimonial presentan –Baja California 31.8; Chihuahua 30.6 y Aguascalientes 20.4 por cada 100– este fenómeno tiene relación directa con el incremento del insuficiente aprovechamiento académico, rebeldía, indisciplina y hasta pandillerismo.

¿Quiénes son los que enfrentan el reto de orientación y reeducación?: los psicólogos educativos y orientadores vocacionales; así son de importantes esos personajes en las escuelas.

En la Región Lagunera, contamos con muchos sólidamente preparados; como en todos los medios profesionales, también existen algunos que no lo están tanto y otros –los menos afortunadamente– que no tienen vocación o por debilidad humana no aplican el verdadero criterio profesional y hasta llegan a sucumbir con la seducción y el “cochupo” ofrecido por instituciones incrustadas en el sistema educativo, que lo ven como otro medio para hacer negocio a costas de nuestro futuro.

Debo hacer notar que la labor de esos profesionales de la educación es muy importante e insuficientemente reconocida y hasta mal remunerada.

La sociedad actual ha sobrevaluado el saber de conocimiento –dominio de la ciencia y la técnica– a costas de descuidar la educación integral –humanista–. Para algunos pseudoeducadores es más importante enseñar hacer el ¿qué? y ¿con qué?, descuidando el ¿para qué? de cualquier actividad académica.

De nada sirve ser aparentemente productivos cuando el resultado del trabajo no es útil para el bien social; claro, no se trata de crear mártires, pero sí seres humanos conscientes de valores tales como solidaridad, subsidiaridad y compromiso.

Curiosamente, esos que deciden tomar el camino recto son quienes estadísticamente, en el mediano plazo, logran consolidar su vida social y familiar, consecuentemente alcanzar satisfacción con la realización personal. Por eso vale la pena elegir bien.

Debo aclarar mi postura personal: la ciencia y la técnica son dos de los más grandes logros de la humanidad; con ellas hemos podido descubrir y aplicar ese conocimiento para vivir más y mejor. No olvidemos que en ambas no cabe el sentido moral o ético, sólo son “herramientas” para saber y con el conocimiento hacer, quedando en manos de nosotros mismos dar la orientación para su aplicación en el bien común y alcanzar mayor calidad de vida para todos.

Decidir el buen uso de ambas, se logra con la conciencia del ¿para qué? y de eso se encarga la formación humanista integral, que incluye la identificación y análisis de los valores trascendentes, sociales y humanos.

Los orientadores y psicopedagogos cuidan que los estudiantes tengan acceso a esa información y en plena libertad la analicen seleccionando lo que es mejor para ellos. Aquellos que consideran sólo los “gustos” –¿qué me gustaría estudiar?– o “aptitudes” –¿para qué soy bueno?–, hacen su trabajo parcialmente.

Habrá que decidir tomando en cuenta todo lo anterior y, desde luego, el consejo orientador.

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