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Más Allá de las Palabras / La peor enfermedad de nuestro tiempo

Jacobo Zarzar Gidi

En la India viven aproximadamente cuatro millones de leprosos. Todos sabemos que el leproso es un marginado y en muchos casos su propia familia lo arroja a la calle. Por esta razón, el que es atacado por esta enfermedad, hace todo lo posible para esconderla. La madre Teresa de Calcuta quiso superar el muro de estos prejuicios. Soñaba con una “Ciudad de la Paz”, en la que los leprosos pudieran ser curados y sanados. Sin embargo no había dinero para realizar su sueño.

Un día en el año 1964 recibió la noticia de que el Papa visitaría la India por primera vez. En efecto, Paulo VI voló a Bombay. El entusiasmo del pueblo hindú fue más grande que lo esperado. Una compañía americana regaló al Pontífice un bellísimo auto blanco para que pudiese recorrer el trayecto del aeropuerto a la ciudad de Bombay. Al final de su visita, Paulo VI regaló el auto a la madre Teresa -la madre de los pobres- para sus “infinitas obras de amor”. Pero, ¿cómo podía la religiosa utilizar ese regalo del Santo Padre? Después de muchas horas de reflexión, la madre Teresa tuvo la idea de organizar una rifa que tuviera al auto como primer premio.

Una viuda compró 16 boletos de la rifa, con la esperanza de ganar aquel bello auto para su hijo, y fue la afortunada, porque obtuvo el primer premio. Sin embargo, se dio cuenta que era muy costoso mantener aquel automóvil, por lo que lo vendió y donó el dinero a la Madre Teresa. Fue en esos momentos cuando el sueño de la religiosa se convirtió en realidad: El gobierno hindú le dispuso un gran terreno en los alrededores de Calcuta. Con el dinero de la rifa y la donación que hizo la viuda, se pudieron construir muchas pequeñas casitas para los leprosos y entre otras cosas se pudo erigir un hospital en el que muchos de los enfermos encontraron cura. Posteriormente hizo construir talleres para que los leprosos ya curados, pudiesen aprender un oficio.

De esta forma, el regalo del Papa se transformó en la ciudad de la esperanza, y hoy todos saben que en Calcuta -la metrópolis de la miseria- existe también una "Ciudad de la Paz" en la que los leprosos no son marginados, sino respetados, atendidos y, en muchos casos curados.

A través de los siglos, la humanidad ha padecido infinidad de enfermedades que en determinadas épocas han diezmado la población. No podemos olvidar: La malaria o paludismo, el tifo, la peste, el cólera -que es una enfermedad endémica del África-, la fiebre amarilla, la viruela, la poliomielitis, el dengue, la diabetes, la tuberculosis, el cáncer, la leucemia y el SIDA. En la actualidad, la ciencia ha avanzado mucho. Acaban de informar en la sección médica de los principales noticieros del mundo, que el cáncer ha dejado de ser -en la mayoría de los casos- una “enfermedad mortal”, convirtiéndose en una “enfermedad crónica”, que no se cura, pero se puede controlar.

Conforme transcurre el tiempo, el promedio de vida de las personas es mayor. Todavía recuerdo aquellos terribles años anteriores al descubrimiento de la penicilina, en los cuales cualquier infección por pequeña que esta fuera, hacía peligrar la vida del enfermo. Fue en 1929, cuando el científico Fleming extrajo de los cultivos del moho el antibiótico “milagroso” que todo el mundo estaba necesitando.

Sin embargo, la peor de las enfermedades, la que más golpea este mundo, no es la tuberculosis, el cólera o la lepra, tampoco es el SIDA ni la diabetes; es el hecho de no ser deseado, de que nadie nos ame ni se preocupe sinceramente por nosotros. Las enfermedades físicas pueden curarse con medicinas, pero el único remedio para la soledad y la desesperación es el amor. Hay muchas personas que se mueren en el mundo por un trozo de pan, pero hay muchas más que se mueren por un poco de amor. Existe una gran hambre de ternura, a la cual casi nadie le hace caso, y es por eso que la soledad abunda en todos los rincones de la tierra.

Es fácil amar a personas que se encuentran lejos de nosotros, pero no siempre resulta sencillo amar a los que viven cerca o a la vuelta de la esquina. Por eso es que se presentan tantos pleitos entre los miembros de una familia, y a eso se debe la cantidad de divorcios que destruyen el Sacramento del matrimonio.

Una de las religiosas de la orden de la Caridad, fundada por la madre Teresa de Calcuta, nos comenta lo siguiente: “Cuando me encontraba en Londres fui a visitar a los indigentes que acuden diariamente al comedor de beneficencia de nuestras hermanas. Un hombre que vivía en una caja de cartón, me tomó la mano y me dijo: hacía mucho tiempo que no sentía el calor de una mano humana”. Estas religiosas cuando atienden a los enfermos de SIDA, no los juzgan, no les preguntan qué les pasó, ni cómo se contagiaron, simplemente se dan cuenta que los necesitan y cuidan de ellos. Ellas están convencidas de que Dios quiere decirles algo con el SIDA; les está ofreciendo la oportunidad de demostrar a esas pobres e indefensas criaturas todo el amor que llevan en su corazón.

El mensaje que transmiten a los más pobres entre los pobres es el siguiente: “No podemos solucionar todos tus problemas, pero Dios en su infinita bondad te ama aunque estés discapacitado, aunque seas alcohólico o padezcas la lepra; te cures o no, Dios te quiere lo mismo, y nosotros estamos aquí para expresarte ese amor”.

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