Cultura

Dichos de Sor Juana

No es amante el que trata primero de sus alivios que no del bien de su dama

SAÚL ROSALES

Los códigos caballerescos de la literatura, y aun los de algunas sociedades medievales y renacentistas henchidas de realidad, proponían tratar con delicadeza a las damas. Pasando el tiempo se revaloró a la mujer y se acostumbró considerarla con refinamiento siguiendo códigos o sin ellos.

Pero en la comedia Los empeños de una casa, de Sor Juana, por una parte todavía se respiran aires de tradición y por otra, la ficción literaria acepta usos tal vez desdeñados y olvidados, así que sonaría –y suena– con tañidos de verdad incontrastable la máxima que encabeza este comentario.

Quien menciona la máxima es don Pedro, hermano de doña Ana, en tanto comentan la sorpresiva presencia de doña Leonor en la casa de ambos. El está enamorado de Leonor, pero piensa que no es oportuno molestarla puesto que no por su voluntad sino por equívocos azarosos ha llegado hasta ellos. Pedro reflexiona: “teniéndola yo en mi casa / sobrado tiempo me queda / que no es amante el que trata / primero de sus alivios / que no del bien de su dama”.

No obstante que la máxima sugiere padecimientos amorosos que requieren comprensión, se puede pensar respecto a la relación interpersonal en general, aunque en este tiempo mujeres y hombres han cambiado su visión respecto de la condición femenina y parecen innecesarias cortesías como las de que él le ceda el asiento, le acomode la silla al sentarse, le de preferencia al pasar, le abra la puerta del carro, le pague el consumo en sitios públicos, etcétera. Para el caso contrario, Sor Juana dice: “no es amante el que trata / primero de sus alivios / que no del bien de su dama”.

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