Columnas la Laguna

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

ARMANDO CAMORRA

"¡Soy una dama!". Con esas palabras respondió furiosa la linda Dulciflor a la lúbrica petición que Libidiano le hizo. "Precisamente -replicó el salaz sujeto-. ¿Quieres que le pida eso a un caballero?". Kid Groggo, boxeador, casó con Ardicia, voluptuosa chica. Al regreso de la breve luna de miel -duró sólo dos días- el peleador se veía desmadejado, feble, laso y agotado. Sus compañeros del gimnasio le preguntaron a qué se debía su extenuación. Con desmayada voz respondió el púgil: "Ardicia no me dejó que me levantara sino hasta la cuenta de ocho". La mujer de Empédocles Etílez, ebrio consuetudinario, le reclamó iracunda: "Siempre me estás diciendo que vas a dejar la bebida, y no la dejas". Retobó el temulento: "Y tú siempre me estás diciendo que te vas a ir de la casa, y no te vas". La Iglesia de la Tercera Venida -no confundir con la Iglesia de la Tercera Avenida, que permite a sus fieles el adulterio a condición de que lo cometan con una sola persona a la vez- prohíbe a sus feligreses el baile, ejercicio al que los dirigentes de la congregación llaman "tentación diabólica". En cierta ocasión el pastor Rocko Fages abrazó con demasiado calor a la hermana Sister, organista de la iglesia. Ella le dijo: "Espere, reverendo. Si hacemos esto de pie y nos ve alguien va a pensar que estamos bailando". Doña Macalota, esposa de don Chinguetas, salió de viaje, y el tarambana señor aprovechó su ausencia para llevar a su casa a una guapísima morena. Al empezar las acciones ella le pidió que usara protección. Dijo Chinguetas: "Mi señora siempre tiene condones en el cajón de su buró. Tomaré uno". Buscó ahí y no encontró los preservativos. "Qué raro -se extrañó-. Debe habérselos llevado al viaje". Sonrió, traviesa, la muchacha: "Me pregunto por qué se los llevaría". "No lo sé -respondió, pensativo, don Chinguetas-. Será que no me tiene confianza". López Obrador le ha puesto freno al desarrollo nacional, al crecimiento económico, a la inversión extranjera, al abasto de medicinas, a las instituciones de investigación, artísticas y de cultura, a los estados y municipios que no son de su partido, a muchas cosas más. A lo que no le ha puesto freno -aparte de a la criminalidad- es a su lengua. Decir esto parece irrespetuoso, y más tratándose del Presidente de la Nación, pero no hará ofensa a la verdad quien haga tal afirmación. El último de los excesos verbales de AMLO fue calificar al periódico Reforma de pasquín, término injurioso al que añadió el adjetivo "inmundo". Sólo quien por encono o rabia no mide sus palabras es capaz de incurrir en desmesura tal. Dicho periódico es respetado no sólo en México, sino en el extranjero, y quienes en él colaboramos tenemos a honor que nuestros nombres figuren en sus páginas. Reforma nació enfrentado al poder político, y ha cumplido con profesionalismo y responsabilidad su labor crítica. Los insultos vertidos por López Obrador antes lo rebajan a él que al periódico al que se refirió. Mejor habría sido que aportara, por sí o a través del gobernador morenista de Tabasco, alguna explicación plausible a la renuncia del alcalde y Cabildo de Macuspana, ciudad de origen de AMLO. Así evitaría los señalamientos de corrupción que se han hecho sobre ese cuerpo edilicio, y desmentiría cualquier versión infundada acerca de la causa de esa renuncia. En vez de hacer tal cosa el Presidente dio esa nueva muestra de su rijosidad y falta de prudencia. Grave equivocación política comete. Él se irá -esperemos que al término de su mandato-, y este periódico seguirá realizando la labor que ha cumplido desde su fundación: publicar la verdad. FIN.

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