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Las aguas superficiales (I)

A la ciudadanía

GERARDO JIMÉNEZ GONZÁLEZ

Las aguas superficiales que disponemos en la Comarca Lagunera son aquellas que se originan principalmente en las precipitaciones que ocurren en la parte alta y media de las cuencas de los ríos Nazas y Aguanaval. Es el primero de estos quien aporta la mayor parte de los volúmenes que utilizamos los laguneros, sujetas a un régimen de lluvias variable en el espacio geográfico donde llueve, entre 900 mm en la parte alta donde se forma el parteaguas con el Pacífico a menos de 200 mm en las lagunas de Viesca y Mayrán, el cual se debe al gradiente pluviométrico altitudinal y a su distancia con el océano Pacífico.

En la Región Hidrológica 36, donde se ubica esta cuenca, tiene un escurrimiento anual promedio de 1,900 hm3, siendo la parte alta donde se encuentra el ecosistema de bosque de encino-pino donde se captan los mayores volúmenes (85 %) que fluyen por los afluentes que convergen en la presa El Palmito, donde surge el río Nazas, y el restante (15 %) en la parte media que abarca el trayecto entre esta presa y Las Tórtolas.

Tanto estas presas como otras menores del río Aguanaval son obras de almacenamiento y derivación que regulan sus escurrimientos; en el caso de la Presa el Palmito capta entre 2,873 hm3 en el Nivel de Aguas Máximo Ordinario (NAMO) a 4,437 hm3 en el Nivel de Aguas Máximo Extraordinario (NAME), mientras que Las Tórtolas entre 309.24 hm3 de NAMO y 383.15 hm3 de NAME, a las cuales se agregan otros embalses menores que en suman una capacidad de 3,416.57 hm3 de NAMO y 5,126.48 hm3 de NAME (CNA, 2014).

El origen en el uso de estas aguas se remonta a inicios del Siglo XIX, cuando los primeros propietarios de tierras, en lo que hoy conocemos como Comarca Lagunera, las derivaron para el riego agrícola de granos y algodonero, cuyos volúmenes se repartieron entre los sucesivos dueños conforme se fraccionaban los latifundios hasta el reparto agrario cardenista en la tercera década del Siglo XX. En ese periodo se transitó de tres grandes terratenientes a 38,086 ejidatarios en 332 ejidos a quienes se les dotaron 157,446 ha de riego, y 2,000 pequeños propietarios que conservaron 71,700 ha de riego (Liga de Agrónomos Socialistas, 1940).

Dichas superficies tuvieron una evolución diferenciada durante el siguiente medio siglo, donde el número de ejidos creció a 549, los ejidatarios a 46,311 y la superficie de labor a 199,029 ha (Inegi, 1990), mientras que el número de propietarios privados al parecer se redujeron y las superficies agrícolas aumentaron entre ellos (ND). Esta situación cambió a partir de las políticas de crédito rural oficial y las reformas a las leyes Agraria y de Aguas promovidas por el Gobierno de Salinas de Gortari.

En 1990 se restringen lo créditos que el entonces Banco Nacional de Crédito Rural (Banrural) ministraba a los ejidos, con el argumento oficial de que estos eran poco eficientes en el manejo de los fondos gubernamentales provocando que los ejidatarios enajenaran gran parte de sus equipamientos y, a partir de 1992, también sus tierras y derechos de agua. La política neoliberal posibilita diversas formas de privatización de la propiedad social de la tierra y permite la transmisión de derechos de agua de los ejidatarios, bienes que se transfieren a las empresas privadas agropecuarias que los concentran.

De hecho, el crecimiento en la cuenca lechera durante la última década del siglo pasado se impulsa, entre otros factores, por esa transferencia de tierras y aguas de los ejidos a dichas empresas, reflejándose en el incremento en las superficies de cultivo, principalmente de forrajes, y del hato ganadero lechero. Durante estas tres décadas de neoliberalismo la mayor parte de los derechos de agua superficial que tenían los ejidatarios se transfirieron a esas empresas.

A la par de estos cambios en la propiedad de la tierra y derechos de agua superficial, a inicios de esa última década del Siglo XIX, el Gobierno federal transfiere el manejo de las redes hidráulicas de los distritos de riego del país a los usuarios que se organizan en módulos de riego para administrar los canales de riego secundarios y en Sociedades de Responsabilidad Limitada (SRL) los canales de riego principales. En el caso del Distrito de Riego 017 Comarca Lagunera, solo se transfieren las secundarias a veinte asociaciones de usuarios, 17 en el río Nazas y tres en el río Aguanaval, no conformándose la SRL que se supone administraría el Canal Principal Sacramento.

Desde antes que se modificaran las políticas de crédito y manejo del agua, así como de que se reformaran las leyes Agraria y de Aguas, en La Comarca Lagunera y en sí en todos los distritos de riego del país, cuando el Gobierno federal centralizaba el manejo del agua, el crédito y otros servicios al campo, ha existido un tráfico de tierras ejidales y derechos de agua superficiales, el cual, sin embargo, era frecuentemente irregular por las propias restricciones legales que sufría.

Una vez que el Gobierno federal reduce su intervención para permitir la formación de mercados de tierra y agua que estimulen la producción agrícola en los cultivos más rentables, ese tráfico se intensificó donde el gran perdedor fue el sector ejidal y en contraparte el beneficiado fue el sector privado. Durante estas últimas tres décadas se ha producido un acelerado proceso de proletarización de los campesinos o descampesinización ejidal, siendo ya pocos los ejidatarios en cada ejido los que aún conservan sus tierras y derechos de agua (continuamos en la siguiente colaboración).

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