¡Así no, Andrés Manuel!
Ya estamos en una nueva época que el propio López Obrador califica no como “un cambio de gobierno” sino como “un cambio de régimen”.
El cambio de régimen significa darle fin a una era que quizá en sus inicios hace casi 90 años arrancó con principios nacionalistas que tuvieron cierto éxito pero que en los últimos 40 años derivaron en una desviación del propósito original de la Revolución Mexicana que proponía la construcción de un país justo y enfilado hacia el desarrollo, el progreso y la igualdad entre los mexicanos.
Desgraciadamente fue la corrupción insaciable iniciada en el sexenio de Miguel Alemán la que marcó el desvío de aquéllos propósitos revolucionarios de encaminar permanentemente a nuestra nación por los caminos de la igualdad y la prosperidad.
Desde aquélla época y salvo dos presidentes, Adolfo Ruiz Cortines y Adolfo López Mateos, según mi punto de vista, los demás presidentes cual más, cual menos, han caído en la corrupción escandalosa y al saqueo de los bienes nacionales así como la adopción de las peores políticas para favorecer a los saqueadores del país tal cual una competencia infame de “A ver quien se roba más” con afectación directa a los intereses de las grandes mayorías que se han visto relegados (mas de 50 millones de pobres) por la avaricia, corrupción e impunidad de los poderosos del poder político y económico que el propio sistema se fue creando para su beneficio personal y de grupo.
Desde luego en ésta competencia por acabar con el país, destacan los últimos tres gobiernos: Vicente Fox, Felipe Calderón y el que ya se está despidiendo y que se lleva consigo toda ésta historia de corrupción. Enrique Peña Nieto. Estos tres últimos son los responsables del Fobaproa, el IPAB, la desnacionalización de nuestros recursos naturales: venta de playas, energéticos, mineros, “estafas maestras” y un larguísimo y vergonzante etc. etc.
Viene un nuevo gobierno electo democráticamente en unas elecciones indiscutidas, un nuevo régimen que promete rescatar al país. Un nuevo régimen que pretende acabar con la desigualdad, la corrupción, la inseguridad y enderezar el camino hacia un estado de bienestar. Sin embargo, la promesa de un cambio a fondo, esperanzado, votado y aplaudido por la gran mayoría de los mexicanos no gusta a algunos que evidentemente eran muy felices con el régimen prianista que les proporcionaba seguridad aún cuando el país desde hacía años, despedía un olor putrefacto por la rapiña y la impunidad de la mancuerna prianista.
Críticas no le han faltado al gobierno que inicia el ya muy próximo 1ro de diciembre. Desde cierta prensa se ha orquestado una serie de señalamientos y oposición a cualesquier anuncio de cambio que haga el Lic. López Obrador. Invariablemente cada semana y ante un nuevo anuncio de los proyectos del nuevo gobierno, surge la descalificación automática: ¡así no, Andrés Manuel! a sabiendas de que cada proyecto ha sido estudiado y elaborado a fondo por un cuerpo de verdaderos expertos en cada tema. Pero el asunto es descalificar los cambios que López Obrador prometió en campaña con un evidente propósito de desacreditar y si posible fuere, descarrilar al nuevo gobierno porque propone un cambio a fondo de nuestro país, un viraje de 180 grados ya que el modelo Prianista se ahogó en su propia corrupción, ineptitud e impunidad.
Como sea y pese a todas las críticas perversas por mal intencionadas, el cambio va.
Héctor Astorga
Comarca Lagunera
