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Producción de alimentos: el caso de la segunda revolución verde

A la ciudadanía

MANUEL VALENCIA CASTRO

En 1986 tuve la oportunidad de conocer al Dr. Norman Borlaug iniciador de la revolución verde, a quien se le atribuye haber logrado un incremento sin precedente en la producción de alimentos en el periodo de 1960 a 1980, y que le mereció el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz. Una persona amable que interaccionaba con facilidad con estudiantes y profesores que se encontraban en la misma sala y que por momentos su modestia y humildad hacían que pasara desapercibido. Esto nos ayudó mucho a quienes presentamos ponencia en aquella mesa de educación y manejo de pastizales, que por algún motivo desconocido seleccionó para estar en aquel primer día de trabajo del congreso.

Buena parte de su trabajo fue llevada a cabo en el Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (Cimmyt, por su siglas en inglés) en Sonora, México. Su mayor contribución consistió en la obtención de nuevas variedades de trigo, maíz y arroz, las cuales, al cultivarse en condiciones óptimas de riego, fertilizantes y ausencia de competencia por la aplicación de pesticidas, lograron multiplicar sus rendimientos. William Gaud, funcionario de alto nivel de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés)), comentó en algún momento que no se trataba de una revolución roja violenta como la que ocurrió en la entonces Unión Soviética, ni de una revolución blanca como la del Sha de Irán, sino de una revolución verde. Fue la primera vez que se le denotó de esta manera.

El paquete tecnológico construido por el Dr. Borlaug, pronto se extendió a otros cultivos y a prácticamente todo el planeta, la ganadería adopta también el mismo enfoque logrando importantes rendimientos en la producción de leche y carne de bovino, y en la producción de carne y huevo de aves. Sin embargo, el enfoque de altos insumos y elevados rendimientos se fue desgastando y al mismo tiempo se presentaban problemas ambientales que pusieron en crisis a todo el sistema de producción. Por ejemplo, de acuerdo con algunos análisis económicos, en fechas recientes, 2007 y 2008, se dispararon los precios de los alimentos ocasionado por choques de oferta, debidos al cambio climático. La satisfacción de la demanda mundial de alimentos hacia la mitad de este siglo, implica que la producción aumente un 60 por ciento. "Para lograrlo, partiendo de la tecnología y de los rendimientos de hoy, se precisaría agregarles a las 1,500 millones de hectáreas dedicadas al agro otras 900,000. Sin embargo, se prevé que, según las actuales condiciones agroecológicas del suelo, solo se podría contar con 70 millones de nuevas hectáreas cultivables. El resto tendrá que provenir de grandes saltos en productividad, como ha ocurrido durante el último medio siglo (Redacción PORTAFOLIO, MAYO 2014)."

Lo expuesto anteriormente por los analistas económicos, respecto al suelo, es coincidente con los impactos ambientales de la revolución verde: erosión y salinización del suelo, contaminación de suelo y agua y problemas de salud pública causados por el uso excesivo de fertilizantes y pesticidas, agotamiento de acuíferos, pérdida de biodiversidad, Deforestación y emisión de gases de efecto de invernadero.

¿Cómo se pretende lograr los grandes saltos de productividad? ¿cómo se piensa detener el avance de la crisis ambiental? La respuesta es: con una segunda revolución verde que permita enfrentar la carestía y aliviar la pobreza rural.

Encabeza este nuevo enfoque la Ingeniería Genética, con la cual es posible "emplear organismos vivos o derivados de estos para modificar o mejorar plantas o animales, o crear microorganismos para aplicaciones predeterminadas. Igualmente, es posible el mejoramiento de cultivos mediante la creación de múltiples especies en mucho menos de la mitad del tiempo que los fitomejoradores convencionales tardan."

"La ingeniería genética está llamada a responder en tres frentes principales, a saber: (a) el desarrollo de una agricultura de reducida intensidad en emisiones de gases de efecto invernadero a través del menor uso de agroquímicos; (b) el desarrollo de una segunda generación de biocombustibles, basada en materias primas que no compitan con la alimentación humana y animal, (c) la ampliación de la frontera agrícola ambientalmente sostenible, mediante el desarrollo de nuevos materiales genéticos resistentes a la sequía y tolerantes a la salinidad y a la acidez de los suelos."

Todos estos argumentos suenan muy bien, de hecho son perfectos. Sin embargo, ¿Realmente es posible tener un cultivo milagro que resuelva todos los problemas ambientales con éxito? ¿Podrán efectivamente dar los saltos productivos para ampliar el margen entre producción y demanda de alimentos? Ya veremos.

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