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SOLEDAD

ALEJANDRO TOVAR

Sabiendo por experiencia que la soledad da a luz el original en nosotros, a la belleza escondida y peligrosa, incluso a la poesía, el hombre se aisló, no para dejar de ser común, sino para ratificar que el gran descubrimiento de su generación, es que los seres humanos pueden cambiar sus vidas, cambiando su actitud, reformándose para salud mental propia, no para vivir fuera del mundo.

Y ya vuelto a su papel natural, habiendo reencontrado su identidad, descubrió más novedades interiores que las ya conocidas, ubicó ilusiones, reinstaló otras, se hermanó con la esperanza y decidió enterrar su catálogo de agravios, sin abandonar su sueño y tentación de una rebeldía, mirando ahora solamente a los senderos del optimismo, apeteciendo que su soledad tuviera alas.

Se sintió otro en el regreso a la realidad, casi como un genio que escapó de la lámpara y ante tanto ruido albiverde tomó un lugar en la vieja cancha del recuerdo, dándole la pelota a Ramón, para que éste, milagroso jugador eléctrico, saliera en estampida como un corcel fino en la pista, zurda mágica, vista al frente, panorama en lienzo, cerebro creativo y director del banco de ideas.

Adelante, Juan Alberto Flores, atacante natural que valora sus cualidades y reconoce sus esperanzas comenzó a moverse para ganar una posición, con los mastines rivales que tienen guadañas por zapatos, tatuajes de presidiario y rostro de malvados, con barbas de pirata y encomienda de celadores, hasta que Dolmo desprende como una saeta por izquierda. Uff.

Con la gente especial de sol de pié, Eugenio comprende bien que es lo acordado: "con una que hagamos bien. Una nos tiene qué llegar" contra estos rivales que lucen lideratos, historia y prestigio de sus figuras. Ahí va el trazo de Ramón, Dolmo sale como la caballería en la película, deja de ser una sombra negra. Piernas desnudas, melena al aire, trote imparable, vista de lince que mide la distancia, con Juan entrando para ganar la posición, como un león por su presa.

Viene la pelota y en el viaje, hay un viento que le impone como corona el amor de la gente, la ilusión de todos. En el salto dramático para conectar, Juan lleva la fuerza de la raza lagunera, pues todos volamos con él y los que no, lo impulsan con la mirada, porque todos somos miembros de una extraña tribu, esa donde resaltan la marginación y la pobreza en el caudaloso río de la muerte.

Con la pelota en la red, el grito puede escucharse con ecos del corazón y de pronto dejamos de ser guardianes de historias de fantasmas y el sol del atardecer es como oro lento en un intenso minuto de gozo en aquél grupo sufrido, como hombres errantes que han perdido amores y van como almas en pena pero este pueblo único se hermana con ovaciones en un abanico de sonidos.

Después las alegrías se hicieron cotidianas con Pony sirviendo a Jared y todos los héroes que marcaron un sello. Pero el amigo soñador, ese que se preparó en la soledad para los homenajes, se sintió halagado, pues consiguió eliminar de su vista lo que resulte incómodo, entendió que tuvimos vida espartana pero él ha conseguido, antes de entrar por la puerta de la realidad, que la imaginación de todo fan santista, también puede escribir en el cielo, como un poeta del pasado.

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