Los resultados electorales recientes hacen posible construir una agenda municipal para los próximos tres años y medio, a partir de un esfuerzo conjunto de gobierno y participación ciudadana, en virtud de que en los comicios del año pasado y los celebrados el primero de julio, quedaron sentadas las bases para una regeneración institucional y social, que pone al alcance de los coahuilenses, la posibilidad de dejar atrás al odioso moreirato.
El caso de Torreón es un ejemplo. Los electores dispusieron el triunfo de una coalición opositora encabezada por Acción Nacional, que por un amplio margen llevó a la alcaldía de nuestra ciudad a Jorge Zermeño y el primero de julio, reiteraron esa decisión mediante una diferencia de votación más amplia que la del año pasado. Con lo anterior, el ejercicio democrático ha puesto fin a la ocupación a sangre y fuego de la que fue víctima nuestra ciudad en virtud de un proceso iniciado hace diez años, por una fracción política aliada al crimen organizado.
El camino emprendido por la nueva administración a partir del mes de enero, no ha sido fácil. La posibilidad de la reelección del alcalde, aunada a la reducción del actual período de gobierno al término de un año, con el propósito de empatar las elecciones municipales a las federales, generó una situación sin precedentes que ha dificultado la estabilización de las labores del nuevo Gobierno municipal, que heredó un rezago impresionante de las administraciones priistas encabezadas por Eduardo Olmos y Miguel Riquelme, que merecen ser calificadas como depredadoras.
En un esfuerzo por recuperar la plaza, el PRI emprendió una campaña de desprestigio que ha mantenido hasta el día de hoy en contra de la administración actual, culpándola de los males provocados por los gobiernos priistas precedentes. El sabotaje de los trabajos del SIMAS en los temas de surtido de agua potable y mantenimiento del drenaje; la vandalización de la infraestructura de la ciudad y la cizaña sembrada entre las organizaciones sindicales que agremian a los trabajadores del Municipio, son algunos de los frentes de esta guerra sucia.
Riquelme y su equipo, han sido muy burdos en esa tarea de sabotaje y desprestigio; la ciudadanía no se tragó la píldora del engaño y por el contrario, los ataques en contra de Zermeño fortalecieron su posición como candidato a reelegir y en consecuencia, los ciudadanos cerraron filas en torno a su alcalde. Lo anterior fue posible debido a la dedicación puntual de Zermeño a su trabajo, y lo notables que han sido los avances en el corto tiempo de su gestión, que ofrecen un contraste entre el desastroso pasado reciente y el presente que se avizora esperanzador, pese a lo mucho que hay por hacer.
Después del paréntesis que significó la última campaña electoral, es el momento de ratificar y fortalecer la agenda municipal, haciendo los ajustes que con cargo a la experiencia de los últimos seis meses, sean necesarios. El mayor riesgo que plantean los ataques injustificados de los priistas en contra de Zermeño, consiste en que el alcalde y su equipo de colaboradores se confundan y lleguen a ignorar la crítica a su gestión, por considerarla toda ella infundada y fruto de la guerra sucia.
Es el momento en que el alcalde corrija lo que deba corregir, redoble esfuerzos y se reposicione frente a los cuestionamientos a su gestión, vengan de donde vengan: De la ciudadanía en general, de sus propios simpatizantes, de los medios de comunicación o de los ediles opositores. También es la oportunidad para tender puentes de entendimiento con los niveles federal y estatal de Gobierno, evaluar el trabajo de sus colaboradores, ratificar a los que lo ameriten y despedir a los que haya menester.
