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TORREÓN, ¡CÓMO VA CAMBIANDO TORREÓN!

(Primera parte)

"No preguntes que puede hacer tu ciudad por ti, pregúntate que puedo hacer yo por mi ciudad".

Soy un enamorado de la Comarca Lagunera de ambos estados, pero en especial de Torreón, ciudad a la que llegué hace cincuenta años, hace medio siglo, así lo vengo pregonando desde hace varios años en cuantas oportunidades tengo de repetirlo.

Puedo agregar, sin exageración, que fue "un amor a primera vista", pues era la población que deslumbraba en mi imaginación, en mis sueños, de tal forma que al llegar a ella, en septiembre de 1968, a iniciar la carrera de medicina, quedé prendido de ella y desde ese momento "la hice mía".

Los primeros meses de mi estancia en esta hermosa ciudad, aparte de cumplir con mis obligaciones escolares, los fines de semana me dedicaba a recorrer, en un principio, el primer cuadro de la ciudad, de boulevard a boulevard y de La Alianza hasta la Calzada Colón. Cómo me impactaba la Avenida Morelos, con sus estilizadas palmeras, la cual recorría desde la González Ortega hasta la calle Múzquiz y más me gustaba porque llevaba el nombre de la población en la cual había nacido, ubicada en la región de los Cinco Manantiales, al norte de nuestro estado, muy cerca de la frontera con los Estados Unidos, donde habíamos nacido desde mis padres, todos sus hermanos y luego los hijos de cada uno de ellos.

También recorría, deambulando por supuesto, las avenidas Juárez e Hidalgo, las más comerciales de este sector del poniente de la ciudad. Muy de vez en cuando nos sobraban unos "pesos de nuestra mesada", y me trasladaba en autobús hasta Gómez Palacio y Cd. Lerdo, Durango, y con ello me sentía un ciudadano de "mucho mundo".

¡Cuánto presumía de Torreón cuando regresaba de vacaciones a Nueva Rosita! De sus calles, avenidas, todas muy bien trazadas, bien pavimentadas y otra cosa: muy limpias, y qué decir del Boulevard Revolución, muy recto por cierto, y del zigzagueante Boulevard Independencia.

En aquel entonces, el Boulevard Constitución aún no existía y lo que había era tan sólo lo que había sido un amplio canal de riego, muy cerca del cauce del Río Nazas, por el cual corría las aguas, ya tranquilas de lo que había sido la inundación de 1968 y yo pensaba que así ocurría todo el año.

Cómo admiraba las "gigantescos" construcciones del Edificio Monterrey, del Hotel Elvira, que después cambió de nombre al de Palacio, el Banco de México, el Casino de La Laguna, el Teatro Princesa, el edificio de la Comisión Federal de Electricidad, el que había sido, me decían, el Banco Chino y el Banco Comercial Mexicano; todavía el hermoso edificio del Hotel Galicia lucía en todo su esplendor y lo mismo que la Plaza de Armas 2 de abril. Todavía nos tocó vivir algo de "las moreleadas en los domingos", y si mal no recuerdo, las presentaciones de la Banda de Música Municipal que se presentaba utilizando el kiosco del centro de la plaza, y cómo admiraba las cuatro fuentes ubicadas en sus cuatro costados y las esculturas que se encontraban en cada una de ellas. En aquel entonces, todas las calles y avenidas eran de doble circulación, pues eran tan anchas que así lo permitían, pues el tráfico vehicular aún era tranquilo.

Todas estas visiones hacía que más me gustara la ciudad y no recuerdo en que momento pensé que no me gustaría salir de ella ni aún muerto.

  Por: Dr. Leonel Rodríguez R.

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