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Un síntoma para cientos de males

Movimiento que enciende alarmas

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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FABIO PÉREZ VÁZQUEZ

La torpeza de un brazo, la pérdida de coordinación en ambas piernas o sufrir dificultades con el habla, llegan a mandarnos al médico. Luego de examinar la cuestión, el profesional sanitario puede referirse al problema del paciente como un brazo de atáxico o andares de atáxico.

Qué pasa cuando nuestro caminar no es el de siempre, cuando el equilibrio y los movimientos no son los usuales, este tipo de manifestaciones pueden deberse a una simple palabra: ataxia, también conocida como incoordinación motriz.

El término implica tanto una torpeza como un trastorno, uno con más de dos centenas de variaciones, y no es, en principio, una enfermedad específica o un diagnóstico, sino un síntoma que puede ser la manifestación inicial de un proceso potencialmente grave. Hay más de 300 procesos degenerativos asociados a esta palabra.

Su influjo afecta la movilidad y el funcionamiento de manos, extremidades inferiores y superiores, cuerpo, habla, movimientos oculares.

Suele producirse a partir de condicionantes médicos y neurológicos. Por ello es importante que una persona con ataxia busque asistencia de modo que se determine la causa y se consiga el diagnóstico apropiado.

La instauración aguda de este mal se presenta de improviso y de modo brusco. De inmediato altera los pasos. A los pacientes en la etapa infantil, por ejemplo, los obliga a separar las piernas para sostenerse y andar.

Siguiendo con los pacientes de menor edad, los niños aquejados por ataxia aguda bien pueden ser incapaces de dar un paso más, hasta mantenerse de pie se vuelve complicado para ellos; no sólo eso, se dan casos en que no pueden estar sentados si no se sujetan de algo.

La primera de las causas de ataxia atendida por pediatras es sufrir una cerebelitis aguda (inflamación del cerebelo) postinfecciosa, es decir, derivada una infección causada por un virus. La segunda es la del grupo de intoxicaciones por medicaciones.

En el catálogo de causas menos frecuentes, aparecen conceptos como: traumatismos craneales, tumores cerebrales, alteraciones vasculares, infecciones o enfermedades inmunológicas.

La ataxia brusca puede llegar acompañada de temblor, hipotonía (músculos flácidos), nistagmo (movimientos involuntarios y rápidos de ojos).

No es raro que aparezca, por ejemplo, después de la varicela, el sarampión o las paperas o bien tras haber recibido una vacuna. Los síntomas se manifiestan ya sea en los días posteriores al contagio o hasta máximo cinco meses después.

Cuando se produce a partir de alguna intoxicación, llega con nistagmo, vómitos y somnolencia. Suele asociarse al consumo accidental de algún medicamento.

Dado el consumo voluntario que acompaña a productos tóxicos como el alcohol y otras drogas o fármacos, el segundo tipo es más frecuente en adolescentes. Se resuelve en unas horas salvo que sea alta la presencia en el organismo de la sustancia responsable.

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Cerebelitis aguda. Niña de 5 años con cefalea, vómitos y ataxia.Foto: El Sevier España

DIAGNÓSTICO Y RASGOS

Para determinar que la ataxia es la causante del desequilibrio se revisa la historia clínica del paciente. También se requieren acciones como una exploración neurológica completa, algún examen toxicológico, pruebas como una tomografía computarizada o una resonancia magnética, análisis de líquido cefalorraquídeo.

Otro frente de la “incoordinación motriz” es el hereditario, que agrega síntomas al desaguisado. Hablamos de cosas como rigidez, depresión, desórdenes del sueño.

En las ataxias hereditarias, el aporte de uno sólo de los padres es suficiente para transmitir el desorden, basta la presencia de un solo gen defectuoso para que el hijo desarrolle los síntomas.

En cuanto a las no hereditarias, la tipificación es un asunto complicado, existe desde la posibilidad de que se deba a una anormalidad congénita o metabólica, que sea el resultado, como ya se mencionó de un traumatismo o una infección o un robo.

Además, existe una división del registro de casos por “aparición” ya sea temprana o tardía. Las divide el muro de las dos décadas: si la ataxia llega a un individuo antes de que cumpla los 20 años de edad es del primer tipo, si supera la barrera ya es del segundo.

El tratamiento depende de la causa. En buena parte de los expedientes provocados por la cerebilitis o la intoxicación no se adoptó un plan específico para restablecer la buena marcha del aquejado. Empero, es frecuente que los médicos decidan el ingreso hospitalario para llevar un mejor control sobre la evolución del afectado.

Cuando la ataxia se debe a infecciones, enfermedades autoinmunes, tumores o traumatismos, el profesional sanitario no ataca a la ataxia en sí sino al padecimiento que la produce.

En la mayoría de los casos que afectan a niños se trata de un mal menor; el pronóstico es bueno. Cuando el infante aquejado sufre una inestabilidad aguda la recomendación es acudir al pediatra y que éste determine si es necesaria alguna prueba dirigida a detectar causas que pueden ser graves con miras a iniciar un tratamiento adecuado.

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RESOLVER

La torpeza de un brazo, la pérdida de coordinación en ambas piernas o sufrir dificultades con el habla, llegan a mandarnos al médico. Luego de examinar la cuestión, el profesional sanitario puede referirse al problema del paciente como un brazo de atáxico o andares de atáxico o forma de hablar de atáxico.

No es una descripción gratuita siempre que esté fundada en una evaluación apropiada. En el caso que nos ocupa, esa correcta evaluación implica un examen neurológico. Así se confirma o descarta que la razón de la ataxia se ubica en el cerebelo y sus vías asociadas, o bien, si el problema está en alguna otra parte del sistema nervioso. Sobre éste último, un examen físico general ayuda a determinar si están dañadas algunas de sus partes o si una enfermedad es la causa de la incoordinación motriz.

No hay medicina específica para tratarla. Además, agrupa detonantes tan variados como sufrir un golpe en un choque o traer un nivel vitamínico bajo, o haberse expuesto a una droga química. En estos casos, por ejemplo, el tratamiento sería, para el primero, el que se brinda a los involucrados en una colisión; en el segundo, se atendería el déficit de vitamina; en el último, no habría mejor opción que evitar el consumo de la adictiva sustancia.

La mayoría de las ataxias son progresivas, comienzan con un ligero sentimiento de falta de equilibrio al caminar y acaban siendo invalidantes en grado alto.

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