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Veritas liberabit vos

Miente una vez y mentirás por siempre, y serás esclavo de la mentira, y perderás tu carácter moral, y tu actuación humana verdaderamente libre, y serás un hombre despreciable y ruin.

Este brevísimo exordio viene al caso por las mentiras que algunos candidatos presidenciales empiezan a pronunciar en sus primeras presentaciones en campaña.

Considerando que la verdad implica una coincidencia entre lo que se afirma y la realidad a que se refiere dicha afirmación; además de honestidad, buena fe, y sinceridad de quien se atreve púbicamente a pronunciar “verdades”; ergo cabe colegir, que todo hombre que miente es deshonesto.

Desafortunadamente, en el ámbito de la política, no es común encontrar hombres sinceros en sus palabras e íntegros y honrados en sus acciones. Por sus palabras y sus hechos los conoceréis, y valga para el caso una frase que pronunció José Antonio Meade en el discurso de arranque de campaña, en Mérida: “Conozco México y el mundo, defenderé con mi vida los intereses de la nación”. Esta frase, literalmente, es una mentira; primeramente, habría que aclarar cuál México es el que conoce, o a qué México se refiere; en cuanto a conocer el mundo, esta parte de la frase sin duda es una hipérbole; pero lo que sí es una mentira franca es la promesa: “…defenderé con mi vida los intereses de la nación” . Eso me recordó al expresidente José López Portillo, juzgado por la historia, tan pronto puso un pie fuera del palacio federal.

El sexenio de López Portillo, (el que prometió defender el peso como un perro), marcó un hito en la historia del México priista, fue la semilla que a los largo de los sexenios transcurridos a esta fecha, ha madurado y florecido nefastamente. Para ese entonces ya el PRI hacía de México lo que los gobiernos posteriores superaron; esto es, haciendo de nuestros recursos naturales un botín, ofrecido a gobiernos extranjeros.

La historia se repite (o continúa pero se nos olvida que lo que ocurre ya pasó una vez), pues con López Portillo tuvimos aumentos a los servicios de luz, gasolinas, diésel, pan y otros productos de la canasta básica, mientras el dólar valía 57 pesos. Aquél slogan de campaña presidencial “La solución somos todos” se convirtió en “la corrupción somos todos”. Luego vendría Miguel de la Madrid Hurtado con su “Renovación moral de la sociedad” o lucha contra la corrupción que tampoco nunca llegó, y terminó su sexenio gris con un golpe a la democracia, ejecutado por su sucesor Carlos Salinas, aquél hombrecillo quien con voz meliflua emulaba con innata malicia el canto de las sirenas, a cuyo encanto sucumbieron las actuales generaciones de políticos.

La peor herencia es la falta de integridad, y con ello, la idea de enriquecerse ilícitamente en cualquier puesto de poder; cargo logrado generalmente mediante la sumisión ante los jerarcas que han hecho del gobierno una partidocracia, combinada por complicidad con los grandes empresarios nacionales y extranjeros en una descarada plutocracia.

Ése es el México que Meade dice conocer, y que también conoce Anaya y Margarita Zavala; el México de Fox y Calderón, al que Peña Nieto ha puesto de rodillas dejando en la ruina a millones de mexicanos, ha hecho florecer la corrupción y ha pactado con sus iguales por la impunidad, ha pervertido las instituciones y ha terminado la obra que inició López Portillo y que Salinas empujó con la adopción del neoliberalismo.

Que la verdad nos hará libres, de eso no hay duda, pero ¿quién será el hombre probo que habrá de conducirnos a la libertad y cuál será el costo? Habría que invocar el espíritu de Diógenes, a ver si su oxidada lámpara aún enciende.

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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