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EL PODER DE LOS DE ABAJO

Se está gestando un gran movimiento. Miles y miles de personas organizándose en todo el país, se están dando cuenta que para poder cambiar la administración del poder que oprime a la población, deben liberarse primero de la podredumbre que hay en todas partes. Las trampas, el dinero y el poder son el denominador común que ha construido un sistema al que hay que buscar desarmar.

Esta fuerza no juega ya el juego del poder, sino que va más allá, construyendo claves fundamentales para salvar al mundo. Por lo tanto, no se basa en hacer alianzas, ni en formar partidos, ni proponer candidatos; no llama al voto ni a la abstención, sino busca desmontar el pestilente poder, no es votar o no votar, sino organizarse.

Un ejemplo de este movimiento es el Congreso Nacional Indígena cuando postuló a su vocera Marichuy Patricio como posible candidata independiente. Desde su postulación ya expresaban que, debido al mismo sistema, no podrían llegar lejos y que lo hacían sólo para darse a conocer. Por eso no fue un fracaso. Cuentan con la sabiduría de sus pueblos originarios, que no sólo agrupan unos cuantos indígenas chiapanecos, ni siquiera se agota en la población indígena nacional que no son pocos (10% de los habitantes del país), sino que agrupan con representantes y asambleas a barrios, poblaciones y a todo aquel que es víctima del despojo y la represión, escuchando el dolor de todos los colores del México de abajo.

Este movimiento cuenta con la riqueza de su sabiduría ancestral, su grandeza cultural y sus valores fundamentales que contrastan con el pragmatismo insípido de los partidos en el poder. La unión con la tierra y su preocupación por el medio ambiente los hacen importantes a nivel mundial, además de su diametral rechazo al capitalismo como sistema socio-económico, representado por Estados Unidos, con quien estamos en un lugar estratégico, que hace que cuente con no pocos apoyos internacionales de todo tipo.

Con el pretexto de la recolección de firmas de la precandidata Marichuy, se hizo crecer la propuesta política de abajo y se vieron problemas e iniciativas en todo el país. Esta gran movilización incluye resistencia organizada y rebeldía, mucho más que creer en partidos, mesías o promesas. Desprecian el podrido poder electoral que no los toma en cuenta, y buscan una democracia que tome decisiones en colectivo, que luego se hacen gobierno en una calle, un barrio, una comunidad, un ejido, una ciudad o un estado. No es campaña electoral, no busca revolverse con la clase política. Es el poder de los sufrientes de varias maneras, de donde nace la esperanza de un buen gobierno nacido de la dignidad organizada. Es la lucha contra un sistema socioeconómico extendido mundialmente que cosifica, consume, explota y convierte al hombre en mercancía. Es la defensa contra la destrucción capitalista del mundo, empezando por los pobres.

Por eso, esta lucha y esta organización. Es defensa contra la guerra e invasión del monstruo capitalista que está día a día despojando, contaminando acuíferos por extraer hidrocarburos, contaminando ríos, privatizando el agua en presas, el mar y el aire privatizados por los parques eólicos y la aviación, las semillas nativas contaminadas con transgénicos y tóxicos químicos, culturas "folclorizadas", territorios transfigurados para el funcionamiento del narcotráfico transnacional, sometimiento por la violencia terrorista.

Sin embargo, existen aún mundos que guardan sus culturas, que han hecho su propia lucha, donde brilla la esperanza, hay sociedad civil organizada en las ciudades, constructores desde abajo, desde las ruinas capitalistas. Ellos son un llamado a todos a sumarnos a estos nuevos senderos, independientemente de votar o no votar, a construir puentes que nos unan para resistir las injusticias, despojos, destrucción, muerte, para reconstruir cada tejido del país y hacer resonar nuestra palabra al mundo.

Hay que luchar contra con la tendencia actual que nos invita a darnos por derrotados. Nos quieren hacer creer que no existe opción, que no tiene caso luchar, que no podemos cambiar nada, que el mundo lo tienen ya decidido algunos cuantos y no nos queda mas que resignarnos. Que existe sólo un sistema económico, un solo partido, un solo poder. Que somos débiles y que la vida la deciden ellos por nosotros. Que nosotros no tenemos la inteligencia para opinar y mucho menos los medios para transformar. Que las grandes soluciones las darán ellos. Que ellos saben lo que nos convienen. Que ellos deciden lo que debemos comprar, por quién votar, a quien rezarle, a cual equipo de futbol ser aficionado.

Quieren quitarnos lo que nos distingue como humanos que es la posibilidad de pensar, decidir y de conducir nuestro destino. La gente en México puede hacer revoluciones, puede reclamar (la Cristiada), puede solidarizarse en las desgracias (terremotos). El futuro está en nuestras manos. La suerte no está definida y la esperanza sigue en pie para los que creemos en la fuerza del amor, de la organización, de la fe. Para los que viven la vida con otros criterios que los que nos quieren obligar a vivir. Podemos vencer los obstáculos, dar sorpresas, recobrar la memoria y emplear la cabeza para cambiar la historia.

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  Por: Arturo Macías Pedroza

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