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Apuntes sobre el debate

Sin lugar a dudas

Patricio de la Fuente
"El debate permanente es el único antídoto contra la manipulación de la opinión".

— Albero Jacquard

Pese a todo, existen razones para estar alegres. Aunque nos sintamos cansados de la política y desentendidos de la cosa pública, en el fondo sabemos que es mucho lo que está en juego hacia julio de 2018.

No obstante el desencanto colectivo, cada uno de nosotros tenemos muy claro lo que queremos y lo que no queremos para México en los siguientes años. Dicha premisa trasciende colores, partidos y candidatos. Es mucho lo que nos divide -sobre todo en tiempo de elecciones- pero algo más grande lo que nos une: el deseo de alcanzar el bien común.

Por ello, es grato enterarnos que el debate del domingo interesó a un enorme número de personas. Ya sea a partir de nuestra responsabilidad cívica, por morbo o las razones de cada quien, lo cierto es que millones de mexicanos se tomaron el tiempo de atender el debate y formarse una opinión sobre los cinco candidatos y el proyecto de gobierno que ofrece cada uno.

Algo tuvo que ver el que el INE haya, por fin, recogido el clamor público y apostado a nuevos formatos menos acartonados, más libres y acordes a los nuevos códigos de comunicación. Pero también contribuyó el buen desempeño de tres periodistas-Denise Maerker, Azucena Uresti y Sergio Sarmiento- que cumplieron con el cometido de hacer preguntas de fondo, críticas, incisivas e inteligentes.

Recordemos que la labor de un periodista, y más cuando funge como moderador, no es serle grato al poder político sino cuestionarlo, incomodarlo en aras de la verdad y de arrojar luz a la opinión pública. En tal aspecto, los tres comunicadores estuvieron a la altura de las expectativas.

Si partimos de las cifras oficiales y la reacción posterior, es fácil prever que los siguientes dos ejercicios provocarán el mismo o mayor interés. Además, en el próximo debate habrá público y éste podrá hacerle preguntas directas a los candidatos tal como ocurre en democracias maduras. Conforme avancen las campañas los ánimos se caldearán por natural lógica, y más aún si nos topamos con un escenario cerrado entre el primero y segundo lugar.

Según datos de Ibope/Nielsen, el encuentro entre aspirantes a la Presidencia registró una audiencia de 13. 1 millones de ciudadanos. Si lo comparamos con el del 2012, fue visto por un 82 por ciento más de espectadores.

Además de las cifras que arrojan los medios tradicionales, no podemos soslayar la importancia que han cobrado las redes sociales, especialmente entre quienes votarán por primera vez. No exagero al decir que el crecimiento de las redes respecto a la campaña de 2012 es abismal.

El INE, en colaboración con Facebook, transmitió el debate a través de Facebook Live y según informó el órgano electoral, dicha transmisión alcanzó 4.6 millones de visualizaciones y más de medio millón de interacciones, es decir, de personas comentando en tiempo real lo que acontecía. En Twitter el debate fue visto por 850 mil internautas, y vía Youtube por alrededor de 188 mil.

Disiento respetuosamente de quienes afirman que los debates no modifican la intención de voto ni el resultado de una elección. De hecho, un instante en la televisión puede ser más contundente que millones de spots. No estoy seguro si un mal encuadre logre por sí solo catapultar o terminar con la carrera política de ciertos personajes, pero conozco ambos lados de la moneda: los efectos benéficos y los devastadores de los medios de comunicación.

Pongamos a Estados Unidos a modo de ejemplo. El 26 de septiembre de 1960 será recordado como el primer día en que los candidatos a la presidencia se adaptaban al lenguaje y códigos de la televisión. Durante una hora, los aspirantes, republicano Richard Nixon y el demócrata, John Kennedy, debatieron sobre política doméstica. Sin embargo, Kennedy aprovechó al máximo su atractiva telegenia: se preparó con anticipación, pasó varios días en el mar bronceándose y transmitió un lenguaje corporal relajado, seguro de sí mismo y en dominio de los temas ahí discutidos.

Nixon, en tanto, se encontraba fatigado, recién salido del hospital y no quiso maquillarse. Un severo problema de sudoración facial que lo persiguió durante gran parte de su carrera se hizo más evidente ese día. Ello, en buena medida, le costó la Presidencia pues tras la irrupción de la televisión, la imagen pública se convirtió en uno de los ejes fundamentales para consolidar muchas carreras políticas.

Al margen del análisis fino del desempeño de los cinco candidatos, a uno se le vio particularmente incómodo durante el debate del domingo. Tal desprecio o desinterés por los foros públicos y los medios de comunicación ya le costó varios puntos en las encuestas.

Sí, la imagen sigue siendo muy pero muy poderosa aquí, en Estados Unidos, y en China…

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