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Hiperpaternidad, una nociva novedad

De padres helicópteros y apisonadoras

Foto: Archivo Siglo Nuevo

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REDACCIÓN S. N.

La interferencia en el desarrollo de la autonomía es tanta que da lugar a una creación poco deseable: el “hipohijo”, un individuo incapaz de hacer nada por sí mismo y sin herramientas para aprender de sus errores.

Educar a los hijos para convertirlos en personas de bien no es lo que era hace tres o cuatro décadas. Las familias han evolucionado y, en muchos hogares, los infantes son como un sol alrededor del cual giran los pensamientos y actos de los progenitores.

En estos días hay un mayor gasto de energía aplicado al acto de estar encima de los niños. Los padres se preocupan más por darles todo. Tal postura da lugar con cierta facilidad a la sobreprotección y subproductos como la tolerancia cero a la frustración. Por decir algo, algunos papás llegan a enfrentarse con los maestros que no saben apreciar en su justa dimensión los méritos del hijo-estudiante. Así es la hiperpaternidad , un estilo de crianza en el que los mayores toman las riendas de todos los aspectos de la vida del menor.

La interferencia en el desarrollo de la autonomía es tanta que da lugar a una creación poco deseable: el “hipohijo”, un individuo incapaz de hacer nada por sí mismo y sin herramientas para aprender de sus errores. Esos son tan sólo dos aspectos funestos, el inventario es más grande y grave.

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Foto: Archivo Siglo Nuevo

VIGILANTES Y PROACTIVOS

Los hiperpadres se dividen en dos tipos: el “papá o mamá helicóptero” sobrevuela la geografía del pequeño, siempre listo a prestarle auxilio y garantizar su seguridad; el otro, el “apisonadora”, va por delante, allana el camino, su objetivo es no permitir que nada represente un obstáculo.

Las dos categorías comparten características como anticiparse a problemas y sufrimientos en el horizonte infantil. Cuando estos surgen, los papás reaccionan por los niños, no dejan que los enfrenten. Sin embargo, al actuar de ese modo se llevan por delante la independencia de los muchachos y anulan la virtud de esforzarse. Es tanto su deseo de prepararlos que eliminan el tiempo para jugar. Con ese tipo de decisiones consiguen generar estrés en la familia.

Los hiperpadres se encargan de los deberes del heredero, no lo dejan ni cargar sus útiles escolares. No es raro que acaben encargándose del peinado del ser sobreprotegido cuando ya es un adolescente hecho y derecho.

El menor no tiene poder de decisión, le planifican su día, las cosas que hará, lo inscriben en diversas actividades extraescolares, no le dejan tiempo ni para el ocio ni para pasar tiempo en familia. Sus guardianes se entrometen en exceso en su esfera escolar, buscan de muchas maneras forjar un ser competitivo.

El resultado suele ser opuesto al deseado: mentalidades dependientes, inseguras, acostumbradas a que otros hagan todo por ellas. Durante la infancia esto no es tan notorio, pero unos años después se revelan como adolescentes o incluso adultos sin autonomía ni capacidad para elegir lo que más les conviene.

Eso ocurre porque los progenitores vieron en el hijo, más que a un ser humano, un proyecto, y se obsesionaron con verlo triunfar.

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ALTERNATIVA

Desempeñarse como padres perfectos y tener una descendencia perfecta son ideas atractivas. Los resultados de la hiperpaternidad, no tanto. Para salvarse de ella se precisa adoptar una postura menos severa, más relajada.

Es común que las personas lleguen a las categorías enunciadas de forma involuntaria, con la mejor de las intenciones y sin notar el perjuicio potencial.

La cuestión radica en permitir a los niños equivocarse. Es contraproducente evitar que fracasen. Para enfrentarse a los desafíos de la vida no hay como aprender de los errores y volver a intentarlo. De otro modo se corre el riesgo de criar a partidarios de las excusas y de no poner sus potencias a prueba.

El infante, para su correcto crecimiento, debe comprender que las cosas no siempre salen a la primera o bien no ocurren como queremos. Ese tipo de aprendizaje es para toda la vida.

Si uno se encarga hasta de abrocharles los botones de la camisa o de cortar en trozos pequeños su comida, ¿cómo aprenderán a hacer esas cosas?, ¿cómo harán para desenvolverse solos?, ¿de qué manera se volverán independientes y ganarán confianza en sus habilidades?

Los especialistas recomiendan a los padres ponerse límites, brindar seguridad sin estar encima de él; asignarle responsabilidades acordes a su edad, según su etapa de desarrollo. Esto no implica, desde luego, abandonarlos a su suerte ni que se las arreglen como puedan. Hay diferencia entre dejar que el niño lo haga y estar junto a él para apoyarlo y, en un momento, darle consejo o prestarle alguna ayuda. El objetivo es dejarlo actuar por su cuenta.

Se trata de abrirle la puerta a un aprendizaje orientado no a que obedezca sino a la toma individual de decisiones en situaciones acordes con su edad.

El proceso es largo, la autonomía se construye día a día. El reverso, hacer y decidir todo por él, no le favorece, no sólo mina su autoestima, llega a creer que no puede hacer nada por sí mismo.

Las figuras paternas, más que ejercer con intensidad su papel, deben enfocarse en ayudar a generar autoestima y confianza para hacer frente a los retos de la vida: conflictos, presiones y demás. Los infantes con esa carga positiva son realistas, activos, abiertos, optimistas y tienden a relacionarse mejor.

En el ámbito social, los menores bajo la influencia de padres helicóptero o apisonadora suelen adoptar actitudes engreídas. No obstante, la frustración los persigue porque, si bien toda la vida les han dicho que son muy especiales y que pueden lograr cualquier sin embargo, son incapaces de resolver problemas por su cuenta.

Desarrollan mucha incompetencia emocional y esto, más tarde, adquiere la forma de problemas en los trabajos por cuestiones como no saber comunicarse ni hacer equipo ni ser solidario.

Además, permanecer atento a cada minuto de la vida de los hijos, implicarlos en agendas frenéticas, sobrecargarlos de exigencias a nivel académico y social son decisiones que también perjudican a los padres pues, para cumplir con el demandante programa, se ven obligados a olvidarse de la recreación.

Varios especialistas coinciden en que la actual generación de padres se distingue de sus predecesoras en que consulta mucho a sus herederos para la toma de decisiones.

Sin embargo, lo ideal, para la formación integral de los dependientes y la estabilidad de los progenitores, es conjugar autoridad con libertad, estudio y recreación, amistades y tiempo en familia, límites con flexibilidad.

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