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Los Pinos, la Casa Blanca y el Kremlin

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NUESTRO CONCEPTO

“Tengan cuidado con Rusia, presten atención a lo que está sucediendo”. Con esta advertencia Rex Tillerson, secretario de Estado de Estados Unidos, inició en México una gira de varios días por América Latina. La declaración del jefe de la diplomacia de la superpotencia se suma a una serie de advertencias que otros funcionarios norteamericanos además de analistas y periodistas han venido haciendo respecto a una posible intervención del gobierno de Vladimir Putin en las elecciones presidenciales de México. Tal y como dicen que ocurrió en el propio vecino del norte, con el triunfo de Donald Trump; en Reino Unido, con el “Brexit”; en España, con el proceso independentista catalán; en los comicios de Francia y Países Bajos, en donde la ultraderecha nacionalista ha avanzado, y en países de Europa del Este, en donde han ascendido al poder políticos afines al Kremlin.

Si bien la advertencia no debe soslayarse, dado que viene no sólo del principal socio comercial de México, sino del gobierno que cuenta hasta ahora con los mayores recursos de inteligencia y espionaje en el mundo, tampoco puede perderse de vista el contexto que se hace. La administración de Donald Trump acaba de publicar su nueva política de seguridad nacional y su nueva doctrina nuclear en las que claramente apunta a dos potencias que hoy considera sus principales rivales: la República Popular China, en los planos económico y tecnológico, y la Federación de Rusia, en los ámbitos militar y energético. A decir de Washington, Pekín y Moscú representan un desafío geopolítico al grado que ha alertado a los países latinoamericanos de los riesgos que conlleva abrirse de capa a la inversión china o aceptar la ayuda militar rusa. Una especie de nueva Guerra Fría, aunque con menos carga ideológica, más parecida a la rivalidad imperialista europea de finales del siglo XIX y principios del XX.

Pero también es imposible dejar de ver el doble discurso del gobierno de Trump. Por un lado, el presidente de Estados Unidos permite la publicación de un memorándum elaborado por los legisladores republicanos en el que denuestan el trabajo del Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) que desde hace un año persigue la huella rusa en la elección de la que salió ganador el magnate. Por el otro, pide a las naciones de América Latina que tengan cuidado con la injerencia del gobierno de Putin en sus procesos electorales. Desde cualquier punto de vista, no hay coherencia entre el hecho y el dicho, algo que también se ha reflejado en la forma en que la Casa Blanca, desde el arribo de Trump, ha tratado a países del continente, incluso profiriendo insultos, endureciendo su discurso xenófobo, a la par que dice que busca construir una buena relación con sus vecinos.

La posible injerencia rusa en las elecciones en México es un asunto que debe tomarse con seriedad, con la misma seriedad que debe analizarse el interés que siempre ha tenido Estados Unidos en influir en la política de nuestro país y de otras naciones del continente. Sería muy ingenuo pensar que Moscú o Pekín tienen mayores intereses que Washington respecto a lo que ocurre en América. En todo caso, lo que estamos viviendo es una lucha de poder global en la que México es sólo una de las etapas. No podemos perder de vista ese contexto, y habrá que estar atentos, pues, en todas direcciones.

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