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La inutilidad de las precampañas

Un desperdicio de tiempo y espacio publicitarios, de presencias infructuosas, de pronunciamientos inservibles han resultado hasta hoy las precampañas de los presidenciables, quienes a la luz de los actos “multitudinarios” la tribuna ha sido sólo para exhibir su propia invalidez del pensamiento creativo, su falta de inteligencia política e incapacidad para reconocer la oportunidad de “bañarse” de pueblo y conectar afectiva y efectivamente con él; su inefectividad del discurso retórico y repetitivo, vacío de propuestas; parlantes bulleadores del otro, su adversario, su oponente político. Estos suspirantes del poder ven la paja en el ojo ajeno, y no miran la viga que ellos cargan en sus propios ojos.

Es una pena que el artículo 212 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, que regula un tiempo previo a las campañas, con el propósito de que los aspirantes a un cargo de elección popular realicen, al través del partido que representan, toda suerte de actos públicos, marchas, y asambleas con sus correligionarios, simpatizantes y electorado en general a fin de obtener el respaldo necesario para su postulación como candidatos esté siendo desperdiciado. Digo, es una pena que puesto el plato en la mesa, no lo aprovechen; y en cambio desperdicien tiempo, dinero y espacio; tiempo que no se recupera; y dinero, cuyo gasto no se reporta debidamente ante la instancia correspondiente, lo que deja al precandidato ahora y candidato después, como lo que es, una persona deshonesta, que lo que trata es de aprovechar las circunstancias para beneficio personal y de su partido. Es una pena que el precandidato ciudadano haya resultado priista hasta la médula y que no sólo avale los dislates de Peña Nieto, sino también los fracasos de las reformas que nacieron en un raro y fugaz momento de lucidez, llamado “Pacto por México”.

Es una pena que Meade, sea el hijo de Dionisio, aquel individuo que en complicidad con el presidente Zedillo y otros rufianes más, ejecutaron el más grande robo de la historia a México, pagando a los bancos una inmensa deuda con dinero del erario público. (Fobaproa). Digo, Meade no tiene la culpa, la pena es que porte los genes de tan pérfido personaje, así como que haya sido educado bajo parámetros que distan mucho del común de la gente típicamente mexicana, y no es por los apellidos; sino por la ineludible influencia y formación familiar.

Meade es portador de esquemas mentales que ningún psiquiatra le podría modificar, y que son afines a la mentalidad de quienes hoy detentan el poder, y han hecho tácita o explícitamente un pacto de impunidad en actos de corrupción, peculado, enriquecimiento ilícito, lavado de dinero, “moches”, estafas maestras, fraudes, actos de extorsión y otros delitos del fuero federal. Es una pena que Meade haya minimizado el caso Ayotzinapa y tome a la ligera los grandes y graves problemas de corrupción, impunidad, inseguridad y pobreza extrema. Él fue el responsable del gasolinazo, factor que repercutirá en la inflación, y consecuentemente en el aumento en los índices de pobreza.

Por otra parte, es lamentable también que el joven maravilla panista, manipulador y orador, se le haya acabado la enjundia y haya caído igual que Meade, en señalar los defectos de sus adversarios, en vez de plantear alternativas de solución viables, a cuando menos uno de los grandes problemas que aquejan a México.

Y por lo que toca a AMLO, también es de lamentar que haya comprometido sus principios con el Partido Encuentro Social, y acepte a cualquier chapulín sin importar su ideología ni desempeño de cargos públicos.

Héctor García Pérez

Comarca Lagunera

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