Pascal Roy: paz psicodélica

En la estela pictórica de Pascal hay alegría y tranquilidad, fantasía y misticismo. Y parte importante del método aplicado se relaciona con un hábito diario, la práctica del yoga. La paz mental vuelta actividad artística se traslada a sus cuadros.

Nació en 1963 en Quebec y desde hace más de dos décadas racida en territorio mexicano. Eligió a Cuernavaca, Morelos, para radicar y trabajar.

En su página de Internet y en redes sociales se define como un pintor surrealista que hace new age contemporáneo con un toque de espiritualidad.

Dentro de las claves pictóricas que el propio autor revela una que está en primer plano es la figura humana, elemento primario de sus composiciones. Alrededor de cada protagonista aparece el dominio de los colores y de las formas abstractas constituidas, según Pascal Roy, a raíz de las emociones de la figura central, pero intensificadas.

Otro rasgo predominante, uno que se aprecia a partir de una exposición más numerosa a su repertorio, es la preferencia por la figura de la mujer. Según el canadiense de nacimiento y morelense desde hace un par de décadas, las curvas femeninas van muy bien con su estilo.

La ruta de trazos y color apunta a hilvanar una mezcla de fantasía y realidad. Elementos reales e imposibles se entrecruzan y contribuyen a alumbrar sensaciones de gozo y libertad. En algunos portales en los que es posible apreciar muestras digitales de su talento, las piezas fueron clasificadas como 'pintura conceptual psicodélica'.

Pascal desarrolló su gusto por la expresión artística a principios de los ochenta del siglo pasado, mientras estudiaba arquitectura, arte, decoración y diseño escenográfico.

En 1994 se mudó a la Ciudad de México. Para agradecerle a una persona que lo albergó, pintó un cuadro y se lo obsequió. El regalo se vendió. Hizo otro y también se vendió. En el círculo que frecuentaba le recomendaron dedicarse a ello.

Lo pensó con cuidado, vivir del impulso artístico no es fácil, los ingresos irregulares dan en qué pensar. Finalmente puso manos a la obra con fines estéticos. Se fue a vivir en la ciudad de la eterna primavera. Su nombre se ha sumado a los muros de varios coleccionistas fuera de su patria adoptiva. Ha expuesto en México, Canadá, Estados Unidos y Bélgica.

PERICIA

Estudió arquitectura porque de niño dibujaba muchas cosas. Las diversas manifestaciones espaciales le llamaban la atención. Quería ser proyectista. En el camino, se convirtió en una necesidad experimentar el lado artístico de la profesión y pretendió especializarse en la cultura de la escena. Esa preparación le ayudó a realizar la transición hacia la disciplina de los pinceles.

En sus inicios, hizo caso a la influencia del estilo medieval. Un elemento menos tradicional de su método era mezclar la base clásica con música electrónica. La superposición de imágenes y sonidos le revelaba las ideas a transmitir. Propiedades destacadas en ese principio son la sensualidad, la presencia de las poses sugestivas y un discurso que habla ora de prohibición ora de libertad.

Algunas características y motivaciones cambiaron. La aportación musical sigue presente, mas la fotografía ha ganado terreno; la emoción humana se ha posicionado: es el paisaje adecuado. Alrededor de sus personajes, los sentimientos hacen las veces de paisajes o fondos abstractos, su fuerza se amplifica gracias a la mirada de un creador comprometido con el fantástico fragor del corazón.

Las figuras de Pascal Roy son alegres, tanto que dan lugar a los colores vivos, psicodélicos dirían algunos, que las circundan.

No obstante, en el demiurgo nacen frutos producto de preocupaciones actuales, a ese respecto es fácil identificar al cambio climático o a la crisis económica.

El primero de esos temas delicados aparece con la forma de árboles, cascadas, naturaleza hecha mensaje, uno lanzado al porvenir: ellos, los futuros, merecen saber como era el lugar en el que vivieron sus antepasados.

Love Child. Foto: Saatchi Art Love

PAZ

A Pascal Roy le gusta la quietud, la tranquilidad. Le gusta pintar seres dormidos, capaces de inspirar paz en el observador.

Su búsqueda de motivos pacíficos lo ha llevado a explotar con mayor frecuencia la fantasía habitada por niños sonrientes, en éxtasis lúdico.

En la estela pictórica de Pascal hay alegría y tranquilidad, fantasía y misticismo. Y parte importante del método aplicado se relaciona con un hábito diario, la práctica del yoga. La paz mental vuelta actividad artística se traslada a sus cuadros. Así, las composiciones se vuelven el hogar de flores de loto, de monjes budistas, de un cariz extraído del mandala.

O bien, el ejercicio introspectivo lo lleva a transmitir escenas felices de su infancia. Sus series favoritas involucran un reino en el que la imaginación es un componente sensible y envuelve en su colorido abrazo a niños felices. Los infantes vuelan o cazan o juegan o simplemente ríen. Así representan, de muchas maneras, la inocencia y la curiosidad que todo ser humano lleva dentro. En ellos se puede apreciar el gozo y la interacción existente entre el pequeño y el entorno. No son elementos aislados sino una sola armonía.

Al pintor nacido en Canadá le interesa lograr “una pintura interesante y divertida”.

APORTE

Morelos, un destino con clima agradable y bellos paisajes, fue el sitio en el que decidió quedarse éste creador cuyo propósito es pintar mundos de belleza innegable.

“Si el sentido del arte es crear algo hermoso, creo que puedo aportar mi granito de arena”, dijo en una entrevista para una televisora de cadena nacional.

Al conjunto de su labor puede aplicarse un objetivo común: ha buscado dotarla de una espiritualidad vibrante. Si se plantea la meta de alumbrar algo bello es porque debe obedecer a la descarga eléctrica que, nacida en su interior, fluye en él y a través de su ser, hasta exteriorizarse.

LUZ

Julia Steinecke, periodista de viajes, escribió hace unos años que Pascal vive en una villa bañada de sol y llena de sus obras. A Steinecke le gustó particularmente un cuadro titulado El cazador: un niño en un bosque, con una red para cazar mariposas, rodeado por fantasmales elefantes azules.

En Cuernavaca, Roy ha forjado visiones como Love Child donde, explica su autor, “hay una luz que brilla más allá de las cosas de la Tierra, más allá de todos nosotros, más allá del cielo, de los más altos cielos”. Un pequeño corre en un campo adaptado a las circulares maneras de los mandalas; alza los brazos al cielo bajo dorados rayos de luz; el sol de la cálida imagen y el centro del cuerpo del personaje coinciden en el espacio, el corazón del sistema celeste es también la estrella vital de un organismo en plena floración.

En Ondas de sueño un infante juega en el agua con un palito de madera, el mensaje, uno simple, es destacar la magia de la creatividad. El pequeño demiurgo aplica sus policromas facultades al exterior de forma metódica y, a la vez, desenvuelta.

Sobre Enfant Soleil, Roy explica que tomó algunas fotos del sol con un efecto especial de la cámara. El astro rey apareció, afirma, con la geométrica faz mostrada en esta pintura. El niño intenta alcanzar a la estrella solar con su mano. El sol transformado en un mandala se desarrolló a partir de círculos místicos vistos en Internet.

A propósito de las piezas originadas en su infancia, una reciente es Golden moments. Cuando niño, comparte, los momentos más gozosos sucedían fuera de casa, paseando en bicicleta, caminando por el bosque, jugando en la plaza. En uno de sus recuerdos más vividos, Roy se balanceaba en un columpio mientras cantaba con toda la fuerza de la que era capaz. En su cuadro trato de retratar esa felicidad y, al mismo tiempo, evidenciar como el estado de consciencia afecta la realidad. Halló inspiración para la composición en una carta del tarot.