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El caos y la sobreprotección a nuestros hijos

Sobreproteger a los hijos no sólo tiene que ver con el daño que esto les ocasiona, tiene que ver también con el daño, que de adultos, ellos harán a la sociedad, sus actos serán el fiel reflejo de los parámetros entre el bien y el mal que aprendieron en el seno de sus propias familias. Los padres sobreprotectores somos aquellos que no toleramos el sufrimiento de nuestros hijos sin importar su naturaleza, y hacemos lo extraordinario para evitar que cualquier evento en la vida los dañe y les cause ansiedad y sufrimientos, sin importar que con ello, los apartemos de las experiencias más importantes con las que podrán transformar sus vidas por el camino del bien.

La sobreprotección se practica en todos los estratos sociales y no sólo tiene que ver con satisfacer sus necesidades desde pequeños, tiene que ver con las formas, con las costumbres y la manera para protegerlos y para enseñarlos a defenderse, como si todo el mundo estuviera en contra de ellos, en vez de enseñarlos a conducirse y saber que la adversidad es parte de la vida, que la vida no asegura nada y de poco o nada sirve vivir a la defensiva. Solapar las faltas y el mal comportamiento en nuestros hijos fomenta la impunidad desde nuestros hogares; así hay chicos que sin freno en familia, faltan al respeto a sus mayores sin que nadie ponga un alto a tan groseras actitudes, porque no existen límites. Junto con la impunidad, se desarrolla la intolerancia, dos factores peligrosos que unidos, estallan y crean graves problemas en la convivencia social en cualquier lugar, tiempo y espacio.

Estamos saturados de agravantes, gracias a la sobreprotección que damos a nuestros hijos y las consecuencias ya las estamos sufriendo en carne propia. Hay quien al menor tropiezo del niño, va inmediatamente a levantarlo evitando que él lo haga con su propio esfuerzo, hay todavía quién les cargan sus mochilas camino a su escuela, cuando sólo necesitan un poco de ayuda; hay quien reclama y agrede a los maestros por la pésima conducta de sus menores; nos cuesta trabajo entender que las tareas escolares son para ellos, no para hacerlas nosotros; todavía los ocultamos, los protegemos y los defendemos cuando evidentemente han cometido una falta o un delito y somos capaces de salvarlos de cualquier problema y dar la cara por ellos aun de adultos en vez de enseñarles a confrontarlo.

En resumen, todo lo que hacen nuestros hijos está bien hecho sin importar que a los demás les disguste o les ofenda y ellos lo saben; a partir de entonces, entregamos a la sociedad individuos que difícilmente se adaptarán a un sistema social regido por leyes, por normas y por reglamentos porque saben evadirlos con artimañas que han aprendido en casa, por influencias o porque les conviene. Todo lo bueno, es lo que tiene afinidad con su vida familiar y lo malo es lo que atenta contra de ella. Por eso la delincuencia pulula y no es privativo de los pobres o de los que menos tienen; la delincuencia existe entre los ricos, políticos, empresarios, jueces, magistrados, trabajadores de gobierno y ejecutivos de la Iniciativa Privada; existe entre la maldad de la gente.

Estamos formando seres humanos irresponsables, evasivos, inmaduros y cobardes, cuando necesitamos personas derechas, de bien, que respeten la sociedad y sus instituciones.

Juan Antonio Aguilar Tello

Torreón, Coah.

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