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Dos vivencias de un ex guerrillero

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Dos vivencias de un ex guerrillero

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SAÚL ROSALES

Habría que imaginar la confusión de los organizadores por el gran error. Pronto mandaron imprimir uno nuevo en el que se le reconociera sin darlo por muerto. La tecnología permitió la rápida enmienda.

Al saber que soy coautor de un libro titulado El guerrillero Raúl Florencio Lugo Hernández | Sus palabras y contextos, de publicación muy reciente, un antiguo compañero del héroe de la obra quiso narrarme algunas “vivencias” de las que fue testigo en torno de Lugo, ahora amigo común.

Voy a recontar un par de esas vivencias que hablan de solidaridad y de espíritu optimista y festivo. De las dos fue testigo Nacho Cárdenas, autor e intérprete de canciones revolucionarias y, como ya dije, narrador de las varias anécdotas relacionadas con el ex guerrillero Raúl Florencio Lugo.

La primera sucede en el contexto del ataque al cuartel militar de Ciudad Madera, Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965. En ese tiempo, Nacho Cárdenas era alumno interno en la Escuela Normal Rural de Salaices, Chihuahua. Así es conocida, pero tiene nombre de un prócer magisterial.

En los días inmediatos a aquella histórica fecha apareció en la escuela un muchacho tan joven como el resto de los normalistas. Se le veía con regularidad a la hora de los alimentos. Se servía y se sentaba a comer aislado o junto a los profesores y el director.

Si bien por la edad similar, sobre todo la de estudiantes de grupos avanzados, y por el aspecto físico, nada lo distinguía de los alumnos de Salaices –narra Nacho Cárdenas– era notorio que caminaba afectado por algún problema, moviendo con dificultad la pierna derecha.

Los estudiantes se preguntaban entre ellos y preguntaban a los profesores quién era aquel muchacho. “Un alumno de otra escuela rural que está de paso”, era la respuesta. Pronto desapareció el lesionado y se develó la verdad: el joven había sido uno de los guerrilleros sobrevivientes del ataque al cuartel militar, del que había salido herido en una pierna.

La otra de las anécdotas narradas por Nacho Cárdenas es un suceso ocurrido en la ciudad de Durango. A esta capital se convocó a familiares y allegados de sobrevivientes de los diversos grupos armados que lucharon por el socialismo en la primera mitad del siglo XX.

Se les citó para hacerles entrega de un documento de reconocimiento de parte de sus compañeros de armas proletarias. En la asamblea, los organizadores empezaron a llamar por el micrófono a los camaradas o a los representantes de los muertos en la lucha para darles los pliegos de homenaje póstumo.

Durante la ceremonia fue mencionado el compañero Raúl Florencio Lugo Hernández, quien había sido miembro del Grupo Popular Guerrillero, iniciador de la guerrilla contemporánea en México, y participante de otros movimientos. Hacia el presídium se dirigió una persona a recoger el pliego destinado a Lugo.

Al recoger el documento, Lugo fue identificado. Habría que imaginar la confusión de los organizadores por el gran error. Pronto mandaron imprimir uno nuevo en el que se le reconociera sin darlo por muerto. La tecnología permitió la rápida enmienda.

Se llamó otra vez al ex guerrillero Raúl Florencio Lugo, allí presente, y, sin duda con todas las disculpas del caso, se le entregó el nuevo pliego.

El caso es que, si bien corrigieron el resbalón, también intentaron rescatar de cualquier manera la prueba de su yerro. Le pidieron a Lugo el documento pero él se negó a entregarlo. Les dijo que lo conservaría porque aseguraba que había recibido un reconocimiento póstumo.

El buen humor, la sana picardía, la alegría, el optimismo, es o debe ser una característica de los auténticos luchadores sociales populares.

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