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El TLCAN y los demás acuerdos

JULIO FAESLER

No hay que pensar sólo en lo que le va a suceder al TLCAN. El secretario Guajardo ha sido claro en indicar que las fronteras de México están abiertas para todos los que quieran comerciar con nosotros. Más aún, los invitamos a invertir en nuestro país y a aprovechar las ventajas que ofrecemos como el país mejor ubicado del mundo.

Los doce tratados del libre comercio que hemos firmado en el curso de los últimos años nos relacionan con casi 50 países. Hemos suscrito además treintaidós acuerdos de promoción y protección de inversiones y nueve acuerdos latinoamericanos de complementación y de alcance parcial. Los acuerdos regionales que tenemos suscritos con Europa, el Caribe o con África son paralelos a los que hemos suscrito en Centro América o en la Alianza del Pacífico.

Las negociaciones en que participamos en todos los continentes versan precisamente sobre como estimular tales intercambios. La coyuntura internacional actual nos es, contra lo que algunos pudieran creer, muy favorable.

Por una parte la renegociación del TLCAN debe favorecer el desarrollo de nuestra industria estimulando cadenas de producción para no quedarnos como simples armadores de piezas ajenas. El contenido nacional en nuestras exportaciones va de casi inexistente en ciertos ramos a, cuando mucho, poco más de 30 por ciento mientras que miles de trabajadores mexicanos sin empleo podrían fabricar componentes para nuestra industria y para miles de plantas industriales en todo el mundo.

Otros aspectos del TLCAN tienen que afinarse en lo jurídico como el de solución de controversias, la estructura de patentes farmacéuticas o la articulación entre compras del estado y proveedores privados. Mejorar la contratación de mano de obra agrícola e industrial y relacionarla el libre tránsito recíproco está pendiente.

La presente vorágine de negociaciones comerciales ocupa a docenas de representantes del gobierno y de las cámaras empresariales que han de estar alertas a las directrices de política económica que los países más poderosos quieran imponer a su conveniencia siguiendo sus propios intereses de largo plazo.

Hay que proteger que los intereses más fundamentales de la población mexicana prevalezcan sobre intenciones que nos son ajenas, sean ellas gubernamentales o de las empresas dominantes en determinado ramo.

Nuestro pasado encierra bastantes enseñanzas. Un gran número de empresas formalmente mexicanas obedece a individuos o grupos cuyo único interés es el de las mayores ventas posibles, sin preocuparse por el contribuir al bienestar general.

Es aquí donde nuestro gobierno tiene el papel más importante. No hay por qué seguir cediendo nuestra visión de desarrollo nacional a manos de los que no sintonizan con ella.

En las negociaciones donde, por razón de tamaño de economía y de población, somos los socios más importantes, debemos saber hacer valer un sentido prospectivo y no del logro inmediato que puede ser aparente. Los resultados de no hacerlo los tenemos en la extranjerización actual de la banca y de la industria automotriz.

Como destacado miembro de la comunidad económica internacional debemos dar ejemplo de las responsabilidades que nos corresponden.

Lo anterior es particularmente oportuno ahora que se busca condensar las relaciones internacionales en esquemas multinacionales comunes que, por lo mismo, anulan las diferencias nacionales uniformando tratamientos y pasando por encima de lo de carácter local. Cualquier descuido del negociador puede provocar un desfase de intenciones que repercuta en problemas políticos.

En el escenario actual de relaciones económicas internacionales coexisten acuerdos bilaterales, regionales y de tipo intercontinental. En los primeros, los países contratantes definen los términos. Es en los acuerdos regionales y especialmente los intercontinentales, donde el negociador mexicano ha de verse sometido a lo que equivaldría ser un contrato de adhesión. Si bien la multilateralidad nos defiende contra los abusos del socio más poderoso, los arreglos con docenas de países participantes tienen el peligro contrario.

México, duodécimo exportador mundial, decimotercero en PIB y población, va entrando en las ligas mayores. Al contrario de Estados Unidos que prefiere acuerdos bilaterales, nosotros preferimos los multilaterales. En todo hay riesgo.

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