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Infancia es arquitectura

El solidario constructor de África

Lycée schorge secondary school. Foto: Francis Kéré

Lycée schorge secondary school. Foto: Francis Kéré

Diébédo Francis Kéré se educó en Occidente, pero en sus planes nunca estuvo renunciar al hogar. Su primer proyecto profesional fue la construcción de una escuela primaria en el sitio del que es originario.

Nació en Gando, Burkina Faso, en 1965. Fue el primogénito del jefe de la villa y su primera distinción llegó con la venia del padre para que estudiara. Sin embargo, pertenecer a la familia del líder no hacía distinción a la hora de enfrentar la escasez de recursos y servicios. Para ir a clases recorría 40 kilómetros hasta un poblado vecino. Allí esperaba por él un aula con poca luz y mal ventilada.

Su buena cabeza lo convirtió en el primer niño alfabetizado de su comunidad. Luego, consiguió una beca para convertirse en carpintero. Viajó a Alemania y aprovechó sus oportunidades para cursar estudios superiores.

Hoy día, es el arquitecto más famoso de África.

Este año agregó a su vitrina el premio Brunner otorgado por la Academia Americana de Artes y Letra. Ese galardón se entrega a quienes han hecho una contribución a la arquitectura como arte.

El Brunner está junto a su premios Aga Khan 2001, el Schelling 2014, o el Kenneth Hudson Award 2015.

Los inmuebles firmados por Kéré se concentran en el continente de sus orígenes: Malí, Mozambique, Kenia, Togo, Sudán, aunque su talento y propuesta ya le ha hecho merecedor de encargos en Alemania China y Suiza.

Trabajos suyos han formado parte de exposiciones en el Museo de Arte Moderno de Nueva York y en la Royal Academy en Londres.

En marzo pasado fue uno de los célebres invitados de Mextrópoli, festival internacional de arquitectura realizado en la Ciudad de México.

MARCAS

Una seña de identidad de este proyectista es el uso de materiales locales, como el barro o la madera, en edificios con una estética de espacios abiertos, bien iluminados y ventilados.

Esa marca fue producto de su experiencia en el aula de sus primeros aprendizajes.

Diébédo Francis Kéré recibió una formación occidental y aplicó tanto los conocimientos adquiridos como el prestigio ganado para mejorar las condiciones de vida en sitios donde las carencias son la norma.

Prueba de ello es que inició su carrera profesional con la construcción de una escuela primaria en el sitio del que es originario.

Dos criterios que guían su labor son la simplicidad y el carácter social de sus planos.

El diseño de la obra evolucionó a partir de factores como un presupuesto limitado, la importancia de considerar el clima, la disponibilidad de recursos y la factibilidad de la construcción.

Dar resultados con el mínimo de recursos, se convirtió en la prioridad. Con eso en mente se levantó una construcción que emplea un material abundante en esos lares y habitual en los muros domiciliarios: la arcilla.

La técnica tradicional, empero, fue modificada bajo la supervisión de Kérés para alzar una estructura más gruesa, conformada por ladrillos que son baratos, fáciles de producir y protegen a los ocupantes del calor.

Los muros están protegidos contra posibles daños por lluvias con una techumbre de lámina. En la firma del Francis explican que muchas viviendas en Burkina Faso tienen techos de metal corrugado que absorbe el calor y hacen del interior un horno.

Para que el sudor no empañe los ojos de los estudiantes, la techumbre fue alejada de las aulas mediante un despliegue de varillas. Los espacios de enseñanza están cubiertos por un techo de ladrillos convenientemente perforado para garantizar la ventilación.

Otro rasgo distintivo de su carácter es que atribuye el éxito de los proyectos ejecutados en su país a la participación de la comunidad. En Gando, por ejemplo, es habitual que los vecinos trabajen juntos en la construcción o en la reparación de viviendas.

Para Kérés era importante que se mantuviera esa práctica. Eligió opciones que implicaran un uso mínimo de tecnologías y técnicas adaptadas de manera que los vecinos pudieran participar en la ejecución de la primaria. El esfuerzo no fue solamente de los varones, niños acarrearon piedras y mujeres llevaron agua para hacer los ladrillos.

La clave, asegura Kérés en entrevistas con prensa internacional, es motivar a la gente.

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Gando primary school. Foto: Architectural Review

CELEBRIDAD

Motivar a la gente y aprovechar lo que hay en cada lugar, tales son las tareas que Francis se asigna al momento de echar a andar la maquinaria. Su postura es que si consigue involucrar a las personas, las obras prosperan. El compromiso social lo ha llevado a declarar que la arquitectura no es un capricho sino una responsabilidad.

Cuando pensaba en construir el centro de educación básica, formó la Fundación Kérés para reunir fondos. Hoy, los contratos llegan con más facilidad y los presupuestos son mucho mayores, pero él sigue fiel a su idea de hacer más con menos.

Este año, además de ganar el premio Brunner, la galería londinense Serpentine lo eligió para diseñar el pabellón que se instala en sus jardines. El primer africano en recibir tal encargo se decidió por una instalación que emplea técnicas experimentales y referentes culturales de su pueblo natal.

Se colocó una cubierta de madera apoyada sobre una base de varillas metálicas que imitan la copa de un árbol.

Como la idea del fácil acceso es un aspecto fundamental de sus creaciones, Kéres ideó un sistema de muros compuesto por triángulos hechos con bloques de madera. Las piezas no embonan por completo, las aberturas, además de presentar un juego de piezas contribuyen a imprimir las ideas de ligereza y transparencia.

El parecido con un árbol no es casual. De nueva cuenta, la experiencia africana es determinante. El propio Francis explica que, en Gando, el árbol es el lugar donde la gente se reúne, bajo la sombra, para hablar, discutir temas importantes, tomar decisiones.

“Quiero que el pabellón sirva a esa misma función. Un espacio abierto para crear un sentido de libertad y de comunidad”, dijo a propósito de esta obra.

La cubierta de madera tiene una forma de embudo para que, si llueve, el agua aparezca en el interior del espacio con forma de cascada.

DEMOSTRACIÓN

Los premios internacionales, la fama y los llamados de universidades como Harvard para que comparta su visión del arte arquitectónico le han dado la oportunidad de compartir un mensaje simple: se puede hacer mucho por comunidades como su villa de origen incluso cuando los presupuestos son muy limitados.

La celebridad, si bien ayuda a que sus propuestas, principalmente las dirigidas a crear espacios dignos en África, sean escuchadas y respaldadas con mayor facilidad, también tiene su lado malo, ya que a un buen principio le sigue una mayor exigencia, lo que se traduce en más presión.

Al niño que salía de casa para asistir a una escuela a 40 kilómetros de distancia, el deseo de superación lo llevó a concebir la arquitectura como un desafío en el que, si triunfa, soluciona problemas y aporta algo a la sociedad.

Sobre su trayectoria destaca que es la prueba de que existen otras maneras de proyectar inmuebles más allá de las que se limitan a la búsqueda artística o la correspondencia con la teoría. Su postulado esencial sería: trabajar con materiales baratos y sacar provecho de la imaginación. En una entrevista para el diario El País, por ejemplo, declaró algo que no suele escucharse en boca de proyectistas de fama internacional: “Se puede construir de muchas maneras, incluso desde la escasez”.

Dar poder a la comunidad es una idea que varios arquitectos enarbolan, aunque en sus contextos eso se refiere a hacerlos participes del diseño de espacios públicos por lo general. En el ideario de Kérés esa postura alcanza otro nivel, también derivada de las prácticas culturales de su entorno. Él y los hombres, mujeres y niños de un lugar que trae de inmediato a la mente la idea de pobreza, meten las manos en la tierra, acarrean los materiales, aprenden, cooperan y juntos, construyen.

Centre for health and social advancement. Foto: Burkina Faso
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Serpentine Pavilion. Foto: Rosella Degori
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