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Trump, o el imperio de la contradicción

NUESTRO CONCEPTO

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pretende que su país ejerza un nuevo liderazgo en el mundo, más a partir de la “luz que emana” que del esfuerzo que lo ha caracterizado, pero se empeña con sus acciones en llevarlo por el camino contrario. Si bien es cierto que la nación más poderosa del orbe siempre ha recibido cuestionamientos sobre aquello que su gobierno critica en otras latitudes, nunca antes había entrado en un laberinto tan grande de contradicciones como el que ha construido Trump en unos cuantos meses.

En el tiempo que lleva al frente de la presidencia de Estados Unidos, el magnate republicano ha dinamitado casi todo el legado de su antecesor, el demócrata Barack Obama. Ha sacado a su país del Tratado de Asociación Transpacífico, con el cual se pretendía hacer frente al crecimiento económico de China, país que es visto con recelo por Trump. Ha roto el compromiso de su nación con el Acuerdo de París, pacto sin precedentes firmado para eliminar las emisiones de gases de invernadero y frenar el cambio climático, a la par que ha dado un nuevo impulso a las llamadas “industrias sucias”.

Ha intentado aplicar vetos migratorios que atentan contra los más elementales valores del respeto internacional. Ha practicado una política de doble cara con Rusia, recibiendo serios cuestionamientos por los vínculos de su equipo con el gobierno de Vladímir Putin, mientras el Senado endurece las sanciones contra el gigante euroasiático y mantiene las diferencias en temas como Siria, Irán y Corea del Norte. Ha alejado a su país de importantes aliados como Alemania y ha golpeado a sus socios comerciales, como México y Canadá, a la par que sostiene la disparatada idea de construir un muro a lo largo de toda la frontera sur y mantiene temporalemente la política de apoyo a los “dreamers” sin definir el futuro del programa.

La más reciente de las contradicciones es el freno que le ha metido al deshielo con Cuba, iniciado por Obama en uno de los hitos que para muchos marcaba el final del último vestigio de la Guerra Fría en América. Con un discurso hostil, pero a veces ambivalente, Trump condicionó el levantamiento de las sanciones económicas y la normalización de las relaciones con la isla a la apertura política del régimen así como a la defensa de los Derechos Humanos, cuando muchas de las acciones por él emprendidas representan un atentado contra esos mismos derechos.

Donald Trump ha dicho que quiere hacer a Estados Unidos grande otra vez, pero al menos lo que se observa hasta ahora es que sus acciones polémicas y contradictorias están teniendo el efecto contrario. Hay quienes perciben dentro de la superpotencia la pérdida de ese orgullo otrora característico de la sociedad estadounidense, mientras que la polarización se incrementa y los riesgos de conflictividad. Hacia el exterior, Estados Unidos está dejando de ser la referencia de liderazgo en materia de liberalismo económico y político e, incluso, poderío militar. El vacío generado por las contradicciones de Trump, como siempre suele ocurrir, será llenado por otros liderazgos. Y ya hay naciones que han levantado la mano.

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