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En vísperas de elecciones

JULIO FAESLER

Los comicios de las próximas semanas concentrarán mucha atención de los políticos y de los ciudadanos en general. Muchos creen que definirán el rumbo del país para el año entrante. Los partidos políticos, enredados y confusos, tienen poco que aportar después de dar cauce a los candidatos que aspiran a cargos públicos.

Las comisiones legislativas, por su parte, lentas e incapaces, acumulan iniciativas sin atender y forman parte de la problemática nacional. Asimismo, el Poder Judicial no logra seguir el ritmo con que le llegan nuevos casos que se añaden a los ya pendientes.

Estos problemas no son nuevos. La noble naturaleza humana es la que mantiene viva la llama de la esperanza popular para mejorar niveles y condiciones de vida. El ánimo del país está desanimado.

Los comunicadores estiman que su función se limita a informar y entretener. Se han adjudicado la tarea de decidir lo que le interesa a la opinión pública. Como en cualquier país, los informadores escogen las noticias que más cimbrarán al lector. Las de crimen, violencia y atracos, merecen un alto perfil.

La constante reiteración de todo lo criminal, ha ido insensibilizando la comunidad a los terribles hechos que le rodean sino a temas de genuino interés ciudadano. Su atención acaba por centrarse en notas rojas y deportivas. Lo político interesa en lo anecdótico o en la medida en que toca la diaria lucha por sobrevivir con mínimos ingresos, muy por debajo de lo indispensable. Esa insensibilidad hacia los asuntos nacionales se tornará en enojo violento cuando los sacrificios actuales rebasen lo tolerable. El manso río se revolverá y lo que siga es impredecible.

La gente quiere cambios. Exige seguridad personal, empleos formales, escuelas dignas y cumplidas, en fin, condiciones que nos hagan sentirnos orgullosos de seguir viviendo aquí.

La historia ofrece experiencias de grandes cambios sociales como el que algunos creen que inevitablemente se dará en México, semejante al dramático estallido contra la autoridad en 1910.

Modernamente, empero, los gobiernos cuentan con un buen arsenal de recursos de los que pueden echar mano para evitar cruentos levantamientos cívicos. Hoy existen sobrados mecanismos de pacificación social a través de programas presupuestales. Ya no se requiere el férreo dominio de las organizaciones sociales del que se valió el PRI hasta hace poco tiempo. Pero el control sigue basado en dádivas de dinero, bienes y utensilios domésticos como parte al lado de onerosos despliegues financieros. Pero aún estas fórmulas pierden eficacia ante el creciente pragmatismo, o madurez, del elector que toma todo lo que le ofrecen y luego vota por quien quiere. Esta actitud es el mejor augurio de progreso democrático.

La lenta, pero segura evolución del electorado mexicano se acelera con la inconformidad popular respecto a las deficiencias del gobierno y la pobre marcha de la economía. Ambos están en tela de juicio: el aparato político no conlleva a la articulación justa del poder público con las aspiraciones y el dinamismo privado. El modelo neoliberal, por su parte, no promueve un desarrollo general sino evidentes y profundas desigualdades.

El principio muchas veces proclamado desde el gobierno, pero siempre relegada en la práctica es la política como servicio. No hay más camino para recuperar el respeto y autoridad perdidas que el de servir a las mayorías respondiendo y aliviando los problemas y las carencias de la vida diaria a nivel ciudadano y el de las comunidades en las que viven. El verdadero Poder está en Servir y no en robar.

Todo lo cual aterriza en las contiendas que se agudizarán con motivo de los próximos comicios estatales en el Estado de México, Nayarit y Coahuila. Para muchos, los resultados de esas elecciones indicarán en qué humor está la nación.

Si en verdad la "Patria es Primero", lo importante es servirla. Así lo entendió José María Morelos, Siervo de la Nación, mejor que cualquier otro de nuestros grandes héroes. Que sea él, sin discursos ni demagogias, la guía de todos los que ahora aspiran al poder.

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