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Juan Rulfo, marca registrada. Fundación rima con inquisición

Fundación rima con inquisición

Foto: Juan Rulfo

Foto: Juan Rulfo

MINERVA ANAID TURRIZA

Uno de los principales escritores mexicanos, inspiración de renombrados autores como el colombiano Gabriel García Márquez (que reconoció la influencia rulfiana en su novela Cien años de soledad), llegó a su centenario. Tanto la figura como la obra son objeto de continuo y fuerte debate. Por un lado están quienes afirman defender el legado y el buen nombre; del otro, lectores, estudiosos y premiados que no ponen en duda la genialidad del narrador, pero son desautorizados o censurados porque ignoran el modo correcto de admirar al saluyense.

El 16 de mayo se cumplieron cien años del autor de Pedro Páramo. En apariencia se trata de una conmemoración más a propósito de otro mexicano ilustre, pero una serie de fenómenos inéditos dan un tono distinto a esta celebración.

En octubre de 2016 el arquitecto Víctor Jiménez, presidente de la Fundación Juan Rulfo (FJR), envió un comunicado a la Presidencia de la República y la Secretaría de Cultura, entre otras instituciones, pidiendo que se abstuvieran de realizar homenajes y conmemoraciones oficiales como los realizados para honrar el centenario de Octavio Paz en 2014.

Las razones aducidas son los deseos de la familia Rulfo, impedir el despilfarro y, especialmente, evitar el “sesgo político a favor no siempre del homenajeado sino de quienes se acercan a su nombre en estas ocasiones” y la oposición de Jiménez a desperdiciar tiempo, dinero y esfuerzo en otorgar fama a “un grupito de escritores de cuarta o quinta categoría que son expertos en hablar en homenajes […] como expertos en todo, que no lo son en nada”. En cuanto al aspecto estrictamente financiero se argumentaba que sería mejor utilizar el dinero en becar a estudiantes de las disciplinas que interesaron al jalisciense: literatura, historia y fotografía.

Tras la polémica generada por esa petición con tintes de exigencia, Juan Carlos Rulfo, hijo del autor de ¿No oyes ladrar los perros?, suavizó el tono del planteamiento remarcando el tema de la racionalidad porque, en tiempos de crisis económica, es importante “no malgastar recursos en homenajes banales y efímeros”.

FUNDACIÓN INQUISITORIAL

No es la primera vez que la Fundación Juan Rulfo y su presidente se colocan en el centro de los reflectores por las razones equivocadas. Aparecen cada que se menciona a Juan Rulfo y sus intervenciones recuerdan a la inesperada Inquisición (aunque no española) encarnada por Monty Python.

La familia creó dicha institución en 1996, una década después de la muerte del narrador, “con la finalidad de cuidar y difundir el legado artístico” de uno de los escritores más emblemáticos de México.

Hasta ahí, la naturaleza de la organización no es distinta a la de otros esfuerzos similares. Es a partir de sus acciones que muchas voces reclaman a la FJR por llevar su celo demasiado lejos; una crítica constante es que quiere erigirse en juez y poseedora de la verdad absoluta acerca de todo lo concerniente a la persona y la obra del nacido en Sayula, Jalisco.

El afán por monopolizar las opiniones e interpretaciones que se hacen sobre el trabajo de un creador resulta, por decir lo menos, extraño.

¿Acaso no somos todos hijos de Pedro Páramo? Las respuestas de la FJR dicen mucho al respeto. Si alguien, cofrade, académico o profano, o alguna institución se atreve a decir algo que los miembros de la familia o la cabeza de la Fundación interpretan como poco halagüeño o distinto a sus apreciaciones, la reacción es casi inmediata y, de ser posible, fulminante; arremeten sin contemplaciones contra el blasfemo.

Los siguientes párrafos están dedicados a algunos casos. De entrada, el más emblemático.

CONTROVERSIA FIL

En 2005, las cinco instancias auspiciantes del Premio de Literatura y del Caribe Juan Rulfo —a saber, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta), el Fondo de Cultura Económica (FCE), la Universidad de Guadalajara (UdeG), el gobierno del estado de Jalisco y la presidencia municipal de Guadalajara—, entregado por la Feria Internacional del Libro (FIL) desde 1991, fueron objeto de la ira fundacional cuando decidieron premiar al escritor mexicano de origen español Tomás Segovia.

Sobre el elegido pesaba el cargo de haber hecho declaraciones con las que supuestamente había “disminuido la obra” del sayulense, según manifestó Víctor Jiménez mediante una carta fechada el 8 de agosto de ese año.

El 26 de noviembre, Clara Aparicio, viuda del autor, y sus hijos Juan Pablo, Juan Carlos, Juan Francisco y Clara Berenice (a través del presidente de la Fundación), optaron por demandar, boletín mediante, que de ahí en adelante los organizadores de la FIL se abstuviesen de utilizar el nombre Juan Rulfo para denominar un premio que ''se ha convertido en botín de grupúsculos que sólo buscan el beneficio de sus propios intereses". También alegaron que en las dos ceremonias de premiación previas a la familia Rulfo no la trataron ''con las consideraciones que se merecen" y no fue informada de las decisiones de los jurados.

Juan Francisco Rulfo declaró que la familia no quiere que el nombre de su ilustre miembro quede vinculado a personas que no le aprecian. Aprovechó para recordar que ya había existido un roce con la FIL en 2004, con la entrega del reconocimiento rulfiano al español Juan Goytisolo. El hijo manifestó su indignación hacia “quien dijo que no conocía a Juan Rulfo, y que su obra era más o menos”.

La insultante valoración del galardonado, según las fuentes documentales disponibles, se limitaba a señalar que antes de ver una muestra fotográfica (otra faceta, junto a la de guionista, del saluyense) en París, en 1981, Goytisolo no conocía a Juan Rulfo. Una interpretación del caso es que es grave nacer e incluso vivir algunas décadas sin conocer la existencia de un escritor. El resto de la declaración del español va por el camino de la humildad: “Ha sido una sorpresa muy, muy agradable, un honor, además un premio que lleve el nombre de Juan Rulfo honra a todo el mundo”. Luego, calificó al jalisciense como “un creador auténticamente genial”.

En cuanto al caso Tomás Segovia, medios nacionales como La Jornada consignaron que en noviembre de 2005 se le preguntó al arquitecto Jiménez acerca de las ''expresiones ofensivas" del poeta galardonado. La respuesta otorgada fue que éste ''calificó a Rulfo de ignorante” y aventuró una posible razón: ''Quizá lo dijo para congraciarse con uno de los integrantes del jurado […] que, a propósito del cincuentenario de Pedro Páramo, vertió opiniones semejantes. Ante esta conducta de compadrazgo inaceptable, la familia decidió actuar en consecuencia”. Esa suposición también fue su forma de “conceder el beneficio de la duda”.

La descripción de la discordia surgió en agosto de 2005, y se difundió gracias a la cobertura de la distinción otorgada al poeta hispano-mexicano, mediante entrevista telefónica transcrita por La Jornada: “[…] siempre he pensado que él [Juan Rulfo] es un tipo de escritor muy peculiar, creo que es el tipo de escritor que tiene el puro don, es decir, es un escritor misterioso, nadie sabe por qué Rulfo tenía ese talento, porque en otros escritores uno puede rastrear el trabajo, la cultura, las influencias, incluso la biografía, pero Rulfo es un puro milagro, nadie sabe por qué tiene ese talento. No tuvo una vida muy deslumbrante, no fue un gran estudioso ni un gran conocedor, él simplemente nació con el don”. Una lectura común es que Segovia hizo un trato elogioso del personaje. La reacción de familia y fundación hablan de un ultraje hacia la persona y el trabajo de Rulfo. Decantarse por una u otra percepción, como dice Nicanor Parra -otro ganador del rulfiano premio- sobre llamar al propio dios, es un asunto personal.

El saldo de esta disputa significó ver cumplido el deseo de la familia: en 2006 se retiró el nombre de su patriarca del reconocimiento otorgado por la FIL al conjunto de la obra de un literato, aunque no sin pelea. Pero como todo conflicto tiene aspectos innegociables, mientras se dirimía el resultado nació una marca.

El 2 de diciembre de 2005 Juan Francisco, asesorado por Gabriel Larrea, abogado de la Fundación, inició los trámites para registrar el nombre “Juan Rulfo” como marca comercial ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), petición que fue procesada y aceptada con el número 754163.

Dicho acto generó múltiples opiniones. Para algunos era una inconcebible y restrictiva manifestación producto del afán por adueñarse de un escritor y su obra. El problema, según diversos detractores, es que tanto el primero como la segunda trascienden no sólo su entorno familiar sino las fronteras del país. Del otro lado del espectro se reconoce como un legítimo derecho que los herederos pueden ejercer sin consideraciones, cuidar el nombre, salvaguardar el honor familiar. Pau Montagud, encargado de prensa de la FJR, lo puso de otro modo: un arma legal que permitirá controlar e impedir la explotación del nombre del aclamado mexicano.

Los encargados del estímulo literario argumentaron que el registro ni les iba ni les venía puesto que su caso no se configura como “un producto ni un servicio, y menos aún tiene fin comercial alguno, al tiempo que no es usado en forma de marca o signo distintivo”, es decir, estarían a salvo de las restricciones marcadas por la Ley de la Propiedad Industrial.

La mayor parte de 2006 transcurrió entre intentos de las instituciones interesadas y distintos miembros de la FIL por aproximarse a la familia Rulfo. La trama desenvolvió negociaciones fallidas, intervenciones de la Fundación, actos de intransigencia y mucho ruido de abogados aderezado con demandas y contrademandas.

En octubre de 2006, Juan Pablo sentenció: “Si nosotros decidimos que se quita el nombre es que se quita el nombre”. El comité de la feria del libro aún confiaba en que todo se solucionaría y que al año siguiente el galardón recuperaría su denominación original.

En junio de 2007, luego de que la FIL solicitó un recurso de amparo y contrademandó en respuesta a una querella interpuesta en su contra por el título de su premio, se dio a conocer la resolución del IMPI, registrar el nombre Juan Rulfo como marca fue declarado como improcedente puesto que el solicitante presentó datos falsos al momento de realizar el trámite. De forma simultánea se desechó la demanda contra la FIL. Víctor Jiménez no tuvo nada que declarar, se rehusó a emitir comentarios y canalizó las solicitudes de entrevistas e información al departamento legal de la Fundación. Poco después, Gabriel Larrea declaró que la anulación de la marca no otorgaba ningún tipo de derecho para utilizar el nombre a la feria de Guadalajara, lo que sólo aumentó los problemas legales.

El 25 de julio de 2007, Juan Francisco Rulfo promovió de nueva cuenta el registro y esta vez el resultado fue exitoso. A raíz de esa resolución, los herederos declararon que ellos son “los únicos que pueden ostentarse como usuarios exclusivos” del nombre de su patriarca. El arquitecto Jiménez retomó su vena declarativa y señaló que "México está obligado a combatir la piratería y esa fuerza la pueden usar los creadores. Lo que estaba haciendo la FIL era un uso pirata del nombre de Rulfo. Y lo que se está combatiendo es esa piratería".

En las ediciones 2006 y 2007, el reconocimiento de la polémica fue entregado, respectivamente, a Carlos Monsiváis y a Fernando del Paso, bajo la sencilla denominación Premio FIL de Literatura. En su discurso, Del Paso se permitió lanzar un puyazo a la Fundación cuando dijo aceptar “el décimo séptimo Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo”, y agregó, con olímpica displicencia, “asumo todas las consecuencias, tanto legales y periodísticas, como literarias y pecuniarias, que conlleve esta aceptación”.

En abril de 2008, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara definió dejar atrás los días, meses y años de controversia, retiró sus reclamos y anunció que ya no utilizaría más el apelativo incómodo; rebautizó el estímulo como Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, que conserva en la actualidad. Además, aumentó la compensación económica para el ganador de 100 mil a 150 mil dólares.

OTROS ESCRUTINIOS

Una de las primeras preocupaciones del arquitecto Jiménez fue desmentir los rumores que señalan a los editores del Fondo de Cultura Económica como los responsables del orden final y de una significativa reducción en la extensión de Pedro Páramo, que habría contado con cerca de mil cuartillas. Otras versiones convierten a Antonio Alatorre y Alí Chumacero o bien a Juan José Arreola en corresponsables de la estructura fragmentaria de la novela.

Chumacero y Alatorre hicieron los desmentidos pertinentes, aunque éste último afirmó su conformidad con la lectura que apunta hacia el autor de Confabulario.

En una entrevista de 1986, poco después del fallecimiento de Rulfo, Arreola declaró: “De sábado a lunes salió Pedro Páramo por fin porque de otra manera no iba a salir nunca. Lo que yo me atribuyo, y es la historia verdadera, es que logré hacerle decidir a Juan que Pedro Páramo se publicara como era, fragmentariamente. Y sobre una mesa enorme, entre los dos nos pusimos a acomodar los montones de cuartillas”. Hay ligeras variantes sobre si este episodio ocurrió en la casa de Rulfo o en la de Arreola.

En 1993, durante una comida en la que se encontraban Víctor Jiménez, Carlos Fuentes y Salvador Elizondo, entre otros, el creador de La feria negó cualquier participación en el proceso de edición: “No, yo no tuve nada que ver en eso. Nada absolutamente. Nada que ver”.

Desde la óptica del arquitecto Jiménez lo único auténtico en esas versiones es la maledicencia provocada por celos profesionales. Sus comentarios respecto a los orígenes de estas historias retratan con dureza a los protagonistas: “Alatorre y Arreola eran paisanos de Rulfo y creo que a los dos les pasó que nunca pudieron digerir la importancia que adquirió Rulfo, y trataron de dañarlo, porque Alatorre y Arreola eran muy mezquinos”. En otra ocasión, dijo: “Pudo ser una forma de intentar darse la importancia que él [Arreola] no había alcanzado, en su opinión injustamente”.

Un análisis de las versiones entregadas a FCE y al Centro Mexicano de Escritores, más los fragmentos publicados en distintas revistas, permitió a Jiménez descartar que la novela fuera reordenada. La pesquisa se publicó en 2001 bajo el título Algunas leyendas, de principio a fin, texto disponible en la página oficial de la Fundación (http://juan-rulfo.com/afondo.htm); la investigación ampliada recibió por título Pedro Páramo en 1954, coedición de RM y UNAM (2014).

Años antes de que fuera editado ese libro de Jorge Zepeda, Arturo Vital y el propio Jiménez, la institución del “Por mi raza hablará el espíritu” vivió un encuentro cercano con los protectores del legado rulfiano.

En agosto de 2006, la Casa de Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México organizó un ciclo de conferencias sobre el saluyense. Los ponentes serían Juan Antonio Ascencio, Sergio López Mena y Alberto Vital, en representación de la Fundación Juan Rulfo. Al saber que su intervención no sería remunerada, Vital prefirió no participar. Los organizadores invitaron a Leonardo Martínez Carrizales.

Quienes pensaban que no había ocurrido nada grave se equivocaron, la reacción de Víctor Jiménez consistió en calificar a los investigadores invitados de “tontos y deshonestos” y criticar el foro porque “No hay que dedicar tiempo a gente que no tiene vocación intelectual. Nosotros tenemos una amplia red de contactos con el mundo académico, con estudiosos serios de Juan Rulfo, pero, desde luego, hay más interesados en su obra porque les resulta rentable, les da notoriedad hablar sobre él. Pero no podemos avalar lo que cualquier espontáneo habla. Sé perfectamente quienes son estos tres fulanos y ponga que yo dije que los tres me parecen unos pobres diablos”.

Juan Antonio Ascencio, fue amigo y también abogado del creador de El gallo de oro, también es autor de Un extraño en la tierra. Biografía no autorizada de Juan Rulfo; Sergio López Mena, tuvo a su cargo la edición crítica de la obra del jalisciense para la colección Archivos de la Unesco y desde 1991 imparte un seminario sobre el universo rulfiano en la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM; Leonardo Martínez Carrizales, doctor en Letras por la UNAM, publicó Juan Rulfo, los caminos de la fama pública. Juan Rulfo ante la crítica literario-periodística de México: una antología. Esas eran las credenciales de los “pobres diablos”.

Muchas voces se levantaron para manifestar sorpresa y desagrado cuando la UNAM cedió ante las presiones de la FJR y canceló el encuentro.

En una columna publicada en abril pasado, el escritor Francisco Hinojosa refiere que un par de calendarios atrás el National Book Festival, la Biblioteca del Congreso, la Universidad de Georgetown y el Instituto Cultural Mexicano quisieron celebrar a Juan Rulfo en Washington. La Fundación no aprobó el homenaje porque no estuvo de acuerdo con la lista de ponentes y amenazó con demandar si desoían su negativa.

Las acciones de la FJR y la anuencia familiar de esos actos muestran una congruencia poco previsible. Si la idea es resistirse a ver a Rulfo oficializado por instancias gubernamentales (lo que incluye una negativa a trasladarlo a la Rotonda de las Personas Ilustres para “no hacerlo broncíneo e inalcanzable”), hay que construir desde la propiedad privada una imagen única e incuestionable (broncínea y sólo al alcance de unos cuantos elegidos) en torno a un artista y un legado que son inconmensurables.

Como dato curioso, a pesar del férreo control que la Fundación no duda en ejercer al momento de autorizar cualquier cosa relacionada con el personaje objeto de su celo, éste tendrá su billete de lotería. El pasado 26 de abril la Lotería Nacional y el gobierno de Colima anunciaron la develación del Billete Conmemorativo del Centenario del Natalicio de Juan Rulfo. La doble tirada es promover a un tiempo la obra literaria y a Comala como destino turístico. A la ceremonia no fueron invitados ni los herederos ni Víctor Jiménez. No se ha denunciado ningún ultraje, ni trato irrespetuoso, ni se han emitido declaraciones sobre la pobreza del homenaje o sobre las características que debe reunir el ganador.

DOSIS DE HUMOR

Las reacciones ante la grosería, los anatemas y la censura repartidas por Víctor Jiménez, son variopintas y conforman un extenso muestrario. Como si atendiera el consejo de Monty Python -siempre mirar el lado brillante de la vida-, el mundo cultural mexicano hace del humor el terreno para lanzarse contra el paladín de la causa rulfiana.

Dante Medina, escritor jalisciense, manifestó en entrevista que, “No hay que agregarle incienso [a la obra del saluyense]. La Fundación Juan Rulfo está demasiado preocupada por un prurito casi pueblerino de pudor y honor”.

Eduardo Limón, periodista cultural, en una columna titulada Rulfo para todos (a pesar de la Fundación Rulfo), consigna: “[…] decir que un libro […] atenta contra la Santísima Reliquia Santificada del Rulfo de a de veras, (cuya inextricable sustancia interior por lo visto sólo conoce el señor Jiménez), sin aportar mayores elementos que permitan sustentar dicha afirmación, suena más a franca mamonería que a defensa honesta del patrimonio literario que se dice proteger.” Más adelante manifiesta: “[…] nunca me había tocado escuchar nada acerca de una Fundación que para divulgar la obra del autor al que se debe, decide prohibir o fustigar toda muestra de admiración que se le profese”.

Emiliano Monge, escritor y politólogo, publicó el siguiente tuit: “La supremacía Rulfo es muy fácil de constatar: su obra ha sobrevivido a la Fundación Rulfo”.

El cuentista y periodista Édgar Velasco escribió: “Por orden de la Fundación Juan Rulfo, a partir de ahora se expedirán visas para visitar Comala”. Otro narrador, Alberto Chimal, respondió: -Más bien van a dejar de expedirlas y en cambio le pondrán alrededor "un alto, grande, hermoso muro”-.

Antonio Ortuño, finalista en 2007 del premio Herralde, hizo el siguiente llamado: “Ya que arda el mundo: hay que secuestrar las cenizas de Rulfo y hacerlas el diamante que adorne la cresta de un gallo de oro”.

Otros tuits, esta vez de Guillermo Sheridan, causaron sonrisas: “La Fundación Rulf© ya es como el 'Soup Nazi' de Seinfeld…”, “-Quiero escribir algo sobre Rulf©... -¿TIENE PERMISO? -Es que me gusta tanto que... -NO PERMISO, NO RULF© -Pero, oiga... -NEXT !!!” y “Vine a CÁLLATE porque me dijeron CÁLLATE aquí vivía QUE TE CALLES mi CÁLLATE, un tal CÁLLATE Pedro NO LO DIGAS Páramo. NO SOUP FOR YOU!!”.

Para cerrar este apartado, una reflexión de Francisco Hinojosa, de la columna mencionada: “Un autor tan leído y tan querido, cuyas obras están traducidas a más de sesenta lenguas y que ha sido fuente de inspiración de muchos grandes escritores, ¿necesita que lo defiendan? ¿Toda esta defensa la hubiera avalado Rulfo? No creo, porque no es ya él quien habla, sino una marca registrada”.

INFALIBLE

Tras la resolución de la disputa con la FIL, otras instancias que poseían premios con el nombre Juan Rulfo se vieron obligadas a firmar una especie de carta de intenciones en donde “se comprometen al buen uso del nombre y a no denigrarlo”.

No hay que olvidar que Juan Rulfo, en principio, es el seudónimo utilizado por una persona que fue bautizada como Carlos Juan Nepomuceno Pérez Rulfo; el acta de nacimiento del mismo individuo pertenece a Juan Nepomuceno Pérez Vizcaíno (con el Carlos al margen); en una entrevista, el también fotógrafo y guionista dijo llamarse Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno.

Un dato curioso del consagrado literato es que en 1984 recomendó al Consejo del Premio Nacional de la Juventud una novela titulada Te extrañaré. Para Rulfo fue un honor recomendar la prosa de quien resultó ganador de ese certamen. La obra es hoy conocida como Los ojos de mi princesa, de Carlos Cuauhtémoc Sánchez.

En 1955, Carlos Blanco Aguinaga publicó un ensayo crítico, Realidad y estilo de Juan Rulfo, en el primer número de la Revista Mexicana de Literatura. Carlos Fuentes se lo mostró al jalisciense, con la autorización de Blanco, y poco después los presentó. Al recordar el episodio Blanco Aguinaga confiesa que se sentía nervioso, pensaba que el contenido de su ensayo podía haber engendrado alguna molestia; tímidamente le preguntó qué le había parecido. La respuesta de Juan Nepomuceno fue sencilla y sensata: “Si a ti te parece que así es, así ha de ser, mano”.

Con los párrafos precedentes podría armarse una adivinanza, ¿en qué se parecen el Rulfo de los párrafos precedentes y la FJR? En el nombre.

LIBRO Y ROSA

El episodio más reciente de la fundacional batalla por el buen uso de la marca ocurrió a principios de abril. La FJR decidió retirarse de la novena Fiesta del Libro y la Rosa de la UNAM, que este año se centró en rendir homenaje al autor de Pedro Páramo en su centenario y a Gabriel García Márquez, por los cincuenta años de Cien años de soledad.

Los organizadores del festejo invitaron a los hermanos Juan Carlos y Juan Pablo y a Víctor Jiménez. Los tres aceptaron presentarse, varias actividades en conjunto fueron acordadas con el sello de aprobación del presidente de la Fundación.

El 6 de abril, el arquitecto Jiménez envió un correo a la Dirección de Literatura de la institución: “Hago de su conocimiento que cancelo definitivamente mi participación [...] y le ruego suspender la presencia de cualquier material con imágenes y el nombre de Juan Rulfo que tuviesen previsto desplegar en el recinto, en pequeño, mediano o gran formato´”.

Por una vez, la versión de Jiménez acerca del motivo coincidió con la de su contraparte, en este caso, Jorge Volpi, encargado de la Coordinación de Difusión Cultural. “Es su desacuerdo por la presentación, durante la Fiesta, del libro Había mucha neblina o humo o no sé qué. Exploración sobre la obra literaria de Juan Rulfo, de la escritora Cristina Rivera Garza”, manifestó el escritor y funcionario universitario. El arquitecto argumentó que no fue informado de las intenciones de invitar a la autora y presentar un texto que considera 'difamatorio'.

El presidente de la FJR ya había manifestado públicamente su ira contra Rivera Garza mediante un artículo, Había incompetencia o no sé qué, publicado el 16 de enero. El problema con la exploración de la catedrática matamorense son detalles de forma más que de fondo: dos erratas y un 'hijo de puta', mal citado y en labios de Rulfo, que el experto considera inverosímil y le causa indignación.

Juan Carlos y Juan Pablo descartaron que se trate de un acto que aliente la censura o atente contra la libertad de expresión. El primero manifestó que la cancelación se debió a que la UNAM no respetó los acuerdos pactados, aunque no aclaró en qué consistieron los incumplimientos. Los dos participaron en la Fiesta del Libro.

Los organizadores, tras no ceder a las demandas de la Fundación, hicieron algunos ajustes al programa de actividades. Por casualidad o justicia divina, el trabajo de Rivera Garza fue presentado el 23 de abril, Día Mundial del Libro y el Derecho de Autor.

Contacto: [email protected]

Foto: UNAM
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Clara Aparicio Rulfo. Foto: LIFE
Clara Aparicio Rulfo. Foto: LIFE
Foto: Juan Rulfo/Museo Amparo de Puebla
Foto: Juan Rulfo/Museo Amparo de Puebla
El presidente de la Fundación Juan Rulfo, Víctor Jiménez, niega que esa institución haya “secuestrado” el nombre y la obra del escritor. Foto: Notimex/Jorge Torres/ JTC/ACE.
El presidente de la Fundación Juan Rulfo, Víctor Jiménez, niega que esa institución haya “secuestrado” el nombre y la obra del escritor. Foto: Notimex/Jorge Torres/ JTC/ACE.
Juan Rulfo, marca registrada. Fundación rima con inquisición
Juan Rulfo, marca registrada. Fundación rima con inquisición
Foto: Fondo de Cultura Económica
Foto: Fondo de Cultura Económica
El cineasta Juan Carlos Rulfo, el poeta Benito Taibo y el pintor y grabador Juan Pablo Rulfo durante la charla con motivo de los 100 años con Juan Rulfo. Foto: El Universal/Ariel Ojeda/JMA
El cineasta Juan Carlos Rulfo, el poeta Benito Taibo y el pintor y grabador Juan Pablo Rulfo durante la charla con motivo de los 100 años con Juan Rulfo. Foto: El Universal/Ariel Ojeda/JMA

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