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Trump y sus locuras

Mirando a fondo

VÍCTOR GONZÁLEZ AVELAR

ENTRADA. Nació en el seno de una familia de clase baja y empezó como obrero de la construcción; pero gracias a el esfuerzo de su padre y sus propias habilidades personales, supo y aprendió del negocio inmobiliario. A los 28 años ya era propietario de inmuebles muy importantes en Nueva York. Fue el Hotel contiguo a la Grand Central Station, que mediante préstamos y exenciones fiscales adquirió y logró convertir en uno de los mejores establecimientos de la ciudad, lo que le dio el reconocimiento neoyorquino en cuestiones inmobiliarias. A partir de entonces Trump, comenzó a invertir en numerosas propiedades y a participar en variedad de proyectos hasta crear el Imperio Trump.

SOPA.- Sus empresas crecieron a nivel mundial y en México tiene inversiones cuantiosas de bienes inmobiliarios en Baja California Sur, Puerto Vallarta y en el sureste del país. Es propietario de la Organización Miss Universo, entidad económica que realiza los concursos de Miss Universo, Miss Estados Unidos y Miss Estados Unidos Adolescente, en sociedad con la cadena televisiva NBC, quien posee el resto de las acciones.

Se trata de un personaje a todas luces polémico y controvertido, inquieto, ambicioso por naturaleza que ha sabido moverse como un verdadero tiburón en las procelosas aguas de los negociantes en la gran manzana. Su vida privada ha estado enmarcada por décadas por escándalos y costosos divorcios. No obstante su ascenso en la escala social de la gran manzana, los dueños del dinero viejo lo siguen consideran un trepador y advenedizo.

PLATO FUERTE.- Pero su desgracia personal empezó cuando algún mal consejero o quizá un enemigo personal, le susurró al oído, que siendo ya tan rico y poderoso, había llegado el momento de incursionar en la política de su país y aspirar, con todo derecho, a la presidencia del país más poderoso del mundo.

Así las cosas, el señor Trump el del extraño y estrafalario copete rubio, pensó que sí, que había llegado el momento de entrar a la historia y anunciar con trompetas y fanfarrias su ingreso a las ligas mayores de la política norteamericana; pero para su desgracia, dando su primer paso y el primer traspié resultó de dimensiones astronómicas.

En su primera comparecencia ante los poderosos medios norteamericanos, el señor del extraño copetito rubio se lanzó sin misericordia en contra de los hispanos, latinos y muy especialmente de los mexicanos a quienes tildó, (a todos sin excepción) de ser narcotraficantes, flojos (a cuántos de ilegales explotaría como albañiles durante la construcción de sus edificios) y de ser un verdadero peligro para el país del destino manifiesto.

Como se podrá ver, el señor Trump no tiene ni la menor idea de lo que es la política. El primer día de su aparición se echó encima al 20 % del total de la población que habita aquella gran nación. De ese tamaño fue la idiotez del rico propietario inmobiliario. Por lo pronto, el señor Trump ya no se queja de lo fuerte sino de lo tupido de las críticas a su postura homofóbica que lo sacuden a nivel nacional e internacional.

La actitud de Trump no es nueva, ésta es un pálido reflejo de la que impera en aquel país y que pone nuevamente de manifiesto el racismo del que fatalmente están inoculando los Estados Unidos. Ya lo dijo el presidente Barack Obama con motivo de la masacre de afroamericanos en Carolina del Norte: "Este país lleva inserto en su ADN el racismo".

Leyes van leyes vienen, pero en lo más profundo del subconsciente del anglosajón que habita los Estados Unidos, subyace soterrado y oculto ese sentimiento homofóbico y racista que puede surgir en cualquier momento y en cualquier lugar de la unión.

El mensaje del magnate es el mismo de otros millones de norteamericanos, que no obstante haber sido ellos mismos producto de la gran migración que pobló finalmente a los Estados Unidos, que ahora con un criterio conservador, estrecho y cuáquero viene dominando el pensamiento de una gran mayoría de los norteamericanos.

En este aspecto, ningún país ha sufrido y padecido esos sentimientos homofóbicos y racistas de los norteamericanos como México. Durante más de dos siglos nos hemos tenido que defender como pueblo y nación de su discriminación y así lo seguiremos haciendo hasta el fin de los tiempos mientras seamos los fatales vecinos uno del otro. Es un verdadero milagro que hayamos podido sobrevivir como nación con los vecinos que nos tocaron. No obstante las tarascadas territoriales que sufrimos por parte de ellos, aún somos un país con todos sus problemas y retos por vencer, pero un país al fin.

POSTRE.- Sería muy recomendable que el señor del extraño copetito rubio contrate algunos buenos asesores, para que no se tire como "El Borras" en terrenos que a todas luces desconoce, tal y como lo hizo en su primer y trágico destape.

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