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Reseñando " Casquillos Negros" (1º. Parte)

Paola Astorga
Paola Astorga

 

“Cuarta ley de Newton: la mierda siempre flota”, frase con la que el autor de Casquillos Negros Diego Petersen Farah nos muestra la anatomía de un México visto a través de las huellas  de Alberto Zaragoza, un periodista de nota roja, quién fue uno de los dos fotógrafos que evidencio con sus placas el cuerpo acribillado del cardenal Posadas. El periodista nos va develando con su cámara las imágenes del  cadáver desmembrado y en descomposición que es México, que derrama inmundicia diariamente sobre  un pueblo mal informado.

      La narración nos lleva a Guadalajara Jalisco, a veinte años del caso Posadas. Beto Zaragoza seguía oliendo a muerte, su persona se había impregnado a formol de tanto ir y venir entre la cruz roja, la escena del crimen, la morgue y su Semanario de nota roja Sangre.  El descubrimiento de una mojigata suicida abre la puerta para que el cadáver del obispo Posadas toque a su puerta en forma de Eduardo Fernández  la “Tripa” ,ex policía y mafioso apodado también Maestro Limpio, apodo que le venía bien, ya que manipulaba las escenas del crimen para que los altos rangos no se vieran justamente incluidos.

       La Tripa estaba convencido de que “el narcotráfico era más un asunto de políticos, policías y militares, que de malandros retratados en narcocorridos”. Cargando un asesinato en su historial y varios encubrimientos, así, se presentó en las puertas del Semanario Sangre y le aventó las únicas fotos panorámicas de ese día en el aeropuerto, antes y después del hecho.  La intuición de Beto lo alerta ante el ex policía, sesentón, alcohólico,  religioso prostibulario y experto en manipular escenas del crimen, pero la sangre de periodista le hierve ante la caja de Pandora de Tripa, quién lleva varios personajes que son participes voluntarios e involuntarios de la muerte del Cardenal. En la escena hace veinte años están: Lizette la amante preferida del general Ramírez Abarca jefe  de todos los jefes,  quién es dueño del aire que respiran sus subalternos, y quienes no moverían un musculo sin la orden de él. Lizette después de todos esos años y abandonada por el general por su jubilación y destierro voluntario, se encuentra recluida consumiendo todo el crack que le es posible, con una mente paranoica, pasa sus días vigilando, cuidando que no la vayan a asesinar. La Tripa llega a su puerta con una solicitud, y ella solo le pide una condición, que encuentre a Jazmín, una prostituta del Guadalajara de día, burdel famoso en los noventas.

       Los tres: el periodista de nota roja, el ex policía alcohólico, la ex amante adicta al crack, se entregan a la búsqueda de una verdad que los involucra en una de las heridas punzantes de la historia del país, dónde se inaugura  el mejor circo de México, y se evidencia la fornicación histórica entre la política, los militares, la iglesia y el narco.

     Petersen, nos lanza su primer libro Los que habitan el abismo (Planeta 2014) un escrito cubierto de polvo, de ese polvo de realidad que pisan los periodistas a diario. Es un vistazo a la vida de Manuel Reza subdirector del Matutino de Guadalajara, y  seis días de esa caótica vida que solo alguien que ha vivido en las entrañas de las prensas puede describir. La aparición de Beto Zaragoza como periodista que heredo el oficio de su padre, abre la puerta no a una saga, como ahora las llaman, sino a un segundo libro: Casquillos Negros (Tusquet 2017)

        Diego Petersen Farah nació en la ciudad de Guadalajara el 8 de diciembre de 1964. Demasiado joven para haberse involucrado en una guerra mundial, y para presenciar los conflictos del 68. Aun así, dirigió sus letras hacia la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación. Ha dedicado su vida al periodismo como reportero, columnista y directivo de medios. Fue fundador y subdirector del Diario Siglo 21, además de fundador y director del diario Público de Guadalajara. Participó como directivo en la creación de los diarios Milenio de la ciudad de México, de Colima y de León. Actualmente es coordinador de edición del diario El Informador de Guadalajara. Su columna en Tres Patadas se pública en diversos periódicos y sitios web en todo el país.

        El título Casquillos Negros, nos golpea con un dato, tal vez el más esclarecedor, “los casquillos negros son la huella digital del gobierno. Estarás de acuerdo en que ningún narco usa balas de segunda mano, ellos no tienen problemas de presupuesto, pero el ejército, los judiciales y los policías tienen que hacerlo. El casquillo se flamea con la pólvora y va agarrando el color pardo y entre más usado, más negro”.

 

Esperen la parte dos el próximo domingo….

 

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