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Fenotipo del mexicano

Paola Astorga

 La inseguridad en las calles de nuestro país nos impulsa a actuar de protagonistas, antagonistas, damas en apuros, extras, teloneros, directores, acomodadores, boleteros y si tienes suerte, espectadores. Toda esta tragedia es la existencia y si la parodiáramos en una obra, nos escupiría tres actos. En esta representación teatral van a ir de la mano conmigo, debo  presumir ser la escritora y protagonista. Tercera llamada.

(Sube el telón) 

Escenografía: cafetería estilo vintage. Una sala antigua, cuatro mesas de madera con sus sillas correspondientes, letrero en neón con el nombre de la cafetería. Un mesero  prepara café detrás  de una barra. Otro levanta la orden a una pareja al fondo del café.

 Primer acto.-

           Entro a una cafetería con una amiga. El lugar es agradable.  Hablamos de lo dramático que se ha vuelto la inseguridad en el país. El mesero trae la carta. Podemos elegir;  robo a mano armada, violación o secuestro. La privación ilegal de la libertad  incluye tortura, si se les pasa la mano dejan cadáver en lugar visible. Por un extra lo devuelven pero es el platillo más caro. En la  violación  puedes pedir el combo con golpes, tortura, y traumas de por vida. El robo mano armada es con violencia o sin violencia. Con violencia puede incluir un balazo o un piquete de panza. Entran varios actores. Son comensales disgustados por  la oscuridad de la calle, ya que los arbotantes no se encuentran encendidos.

      La puerta vuelve abrirse dramáticamente, una pausa, todos ponemos cara de sorpresa y después de angustia. El antagonista masculino ha hecho su entrada  con una pistola en la mano. Dice la original frase “las bolsas, los celulares o la vida”. En ese momento en el teatro podría haber una rechifla pero no la hay. Y como habíamos pedido asalto a mano armado tuvimos que entregar lo solicitado. El hombre se va con el botín, no sin antes agradecer nuestra cooperación. Lo que me hace recordarle mentalmente a su santa madre, lo hago así por qué arma mata mentada y calladita me veo más bonita.

         Llegan los actores policías una hora después, en este momento hay rechifla.

Segundo acto.-

Ambiente: bajan las luces, hay una luz central en una mesa. Varios actores están distribuidos, todos vestidos de azul. Ya no parece vivo el café, apagaron el letrero de neón.

         El dibujante de los investigadores espera. De la bolsa de su camisa saca una cajetilla de cigarros. Me ofrece el cigarro que se asoma, lo rechazo con la mirada. El hombre resbala su vista cansada  por mi rostro. Parece acostumbrado a esperar. Sostiene el cuadernillo golpeándolo con el lápiz. Las respiraciones aledañas se excitan y apremian la acción.

          -¿Qué es lo que vio?  -preguntó el hombre que espera. El humo del cigarro distrae mi atención.

-Una pistola que traía un hombre

-¿Una pistola que traía un hombre? –repite la respuesta rectificando mi idiotez.

-La pistola me asusta  más que el hombre.  –rectifico igual a la suya.

          Un radio empieza a emitir un lenguaje numérico bastante fastidioso, nadie se mueve. Son espectadores que siguen la obra sin aliento.

-¿Qué altura tenía el asaltante?  

-El estándar de un mexicano que ha mamado del pecho materno  la canasta básica.

-¿Color de piel?- lo pregunta como si supiera la respuesta.

-Piel color del cobre, moreno, quemado, tiznado, chingado. Goteaba violencia por su frente-   me molesta dar la respuesta que él esperaba.

-¿Complexión?

-Gordo pero no flaco, flaco pero no gordo.

-¿Edad?

 -Muy vivido muy jodido entre los veinte y cincuenta años, nacido viejo, tal vez muera joven.

-¿Color de ojos?

 -Oscuros tal vez vacíos, vacíos porque eran oscuros-. Recordé lo que vi en su mirada;  a un niño que jugaba entre la mierda esperando que su progenitor termine de golpear a su madre, a un joven halconeando para vender, halconeando para robar.  Siempre esperando la muerte a la vuelta de la esquina.

 Tercer acto.- (Buen momento para ir a la dulcería)

         Sube el telón. Todos están en la misma posición. Estoy fumando, juego con los aros de humo que salen por mi boca y se extinguen lentamente. La atención se vuelva sobre mí.

         -¿Qué características tenía el asaltante? Tatuajes, marcas de nacimiento, cicatrices.

         -Cargaba las marcas de la pobreza y arrastraba el hambre. De cicatriz tenia uno que cargamos todos,  la injusticia. De tatuajes, la miseria.

-¿Oyó algo?

-Un grito  -Trago saliva recordando el sonido que hace eco en toda la ciudad.

-¿De quién?

-De todos los que somos actores de esta tragicomedia.  Ayer corríamos libres en un paisaje  alegre y cálido como su gente. Hoy las ráfagas de pólvora nos detienen. Somos prisioneros en nuestras propias casas. Respiramos miedo. Transpiramos desesperanza. Rezamos esperando volver a nuestros hogares-. Hay un largo silencio reflejando incomodidad en el público.  Un aplauso tímido comienza un aplauso masivo. Vuelve el  silencio.

-Entonces para resumir es un hombre de tamaño estándar, moreno, sin edad, ojos oscuros ¿es así? Espera la respuesta para terminar su trabajo y le paguen.

 -Sí- paso saliva esperando que el valor no lo hubiera dejado en la bolsa que se llevó el maleante  -como cualquier mexicano que se pusiera frente a un espejo. Ahí, ahí está el culpable.

 Las miradas circularon en el recinto buscando sus reflejos. El silencio cae en el teatro entero. El desenlace los enmudece. Me agradecieron la ayuda que no debió ser mucha, por que el dibujante  arrancó la hoja del cuaderno  y la tiró en el bote de la justicia.

             En la calle huí de las miradas para no sentirme culpable de habernos delatado.

(Ovación de pie)

(Ovación de pie)

(Ovación de pie)

(Baja el telón)

Esta obra fue basada en hechos reales. Los delincuentes no fueron atrapados, nadie fue herido en el lugar de los hechos. La protagonista se encuentra bien, siguió con su vida. No se hirió a ningún animal en la realización de está obra (no invitamos  seudo-políticos).

 


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