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Una de transformaciones

Alfonso Villalva P.

Una de transformaciones

Alfonso Villalva P.

No sé cuánto tiempo llevas aislado. Semanas, días, horas o minutos. Ha llegado el punto, seguramente, en el que te tiembla la mano cuando tienes que tomar las llaves de tu casa, de tu auto; cuando tienes que hacerle la parada a un microbús, a un medio de transporte para ir al mercado, para ir al súper, para ir a cobrar un cheque, para ir a hacer un pago.

Ha llegado ese momento en el que sientes a la zozobra recorrer todas las venas de tu cuerpo; como recorre cada milímetro de tu piel con un escalofrío en las tardes, en las noches, en las madrugadas; has llegado a sentir esa terrible opresión en el pecho, que no sabes si es un síntoma del maldito coronavirus o si es solamente el cúmulo de presiones, angustias, miedos, algunos identificados, otros no, o todas esa preocupaciones que te asaltan en las madrugadas y que te impiden verdaderamente dormir, descansar, distraerte, desconectarte.

Ese sentimiento derivado del miedo -pánico- respecto de un enemigo que te dicen, por un lado, con una abominable ignorancia, que es ficticio, un invento chino, un flagelo de los fifís, o de quien no come guajolote con mole. Otros que vehementemente dan fe de su existencia que es muy difícil para ti comprender porque no lo puedes ver -al bicho-, porque no ves tanques en las calles, no ves aviones bombardeando, no vienen a tu ventana y a tu puerta esas escenas de la tercera guerra mundial, del 9/11, en donde verdaderamente la desgracia se puede acreditar en incendios, en fumarolas, en vehículos destrozados, en gente llorando, gritando. ¡No! Lo estás viendo a través de la internet, de la televisión, en imágenes que parecen distantes, lejanas, como las de la tragedia de Ecuador, la terrible e insostenible situación en Italia, en España, en toda Europa -¡por Dios Europa-, el mundo que tu piensas que es el aspiracional, donde todo parecía que estaba resuelto, donde había dineros comunitarios que resolvían infraestructura, salud, el famoso paro, el desempleo.

Todo está viniendo de una manera diferente en una especie de calma, que te dice, que te indica. que afuera está el enemigo, que está flotando invisible y que probablemente lo tiene tu madre, tu padre, tu hermano, tu peor-es-nada, tu quelite, tu compañero de trabajo, tu empleado, tu patrón; es un enemigo que está al acecho para destruirte los pulmones, para destruirte la vida, el patrimonio, para vincularse con esas otras enfermedades que probablemente tengas y que no sabes cómo se va a ralentizar.

De creerle al subsecretario López-Gatell -quien ya es dueño de un talk show nocturno sui generis y chocarrero-, se va a poner aún peor la cosa, pero lo más angustiante probablemente, es que no alcanzas a dimensionar en esas madrugadas de zozobra, de sudor caliente, de vueltas y vueltas en la cama, qué sigue, cuándo termina y cómo termina, pero sobre todo cómo empieza el nuevo amanecer post Covid19.

Cómo se va a presentar esta verdadera transformación, no la que te han contado, no la que han acuñado con frases rimbombantes y estrambóticas, no, no la que dicen que empezó con el final del neoliberalismo en el mundo, no la que fue tomando o materializándose con estos líderes en todo el mundo más populistas o populacheros, no, no es una transformación de la ciencia, no es la transformación tecnológica, es una verdadera transformación, es un hito que marca lo que hemos sido hasta ahora y lo que seremos después. Lo que vamos a ser.

Pero depende mucho de qué, en esas noches de madrugada, densas al estupor, empieces a inventar nuevamente cómo es esa manera de vivir que tú quieres tener, cómo es esa manera de relacionarte, cómo vas a consumir ahora, cómo vas a gastar dinero, cómo lo vas a ahorrar, en dónde lo vas a ahorrar, qué le vas a enseñar a tus hijos, a quién vas a estrechar ahora.

Seremos seguramente más selectivos a la hora de abrazar, a la hora de besar, a la hora de vincularnos los unos con los otros; seremos también selectivos en que usamos nuestro tiempo, porque no sabemos si ese bicho o algún otro, o una mutación de alguno de ellos va a llegar por nosotros y nos va a dejar con los papeles listos, volteados con las patas estiradas en cualquier vuelta de la esquina.

La gran transformación viene porque la vamos a hacer de manera imperceptible pero a través de la fuerza de la sociedad, a través de esa manera de entendernos que sin palabras, sin liderazgos, sin estridencias, sin epítetos, descalificaciones e insultos en las redes sociales, nos van a hacer comprendernos como seres humanos, como colegas, como compañeros, como camaradas de este viaje al que le llamamos vida, que en cualquier momento se puede terminar y al cual requerimos urgentemente darle un sentido de transformación.

Twitter: @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

 

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