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Dramático piruette

Alfonso Villalva P.

Dramático piruette

 

Alfonso Villalva P.

 

Distante, allá muy lejos, en esas tierras del sur que alimentan bien nuestros discursos, que acrecientan nuestros bolsillos a la hora de explotar sus subsuelos, sus bosques, su biodiversidad. Allá, del fango de la afrenta surge una mano lodosa, artrítica, cuarteada, que se extiende hacia nuestra dirección con la última esperanza de tocar un corazón, una fibra humana que haya quedado al paso de la vorágine materialista, consumista, financiera.

Se estira con desesperación y nos dice que no. Que no volteemos la mirada, que no finjamos su inexistencia. Nos dice que allí, la gente resuelve sus diferencias a balazos porque la civilización occidental de la que nosotros –los de acá- nos ufanamos, no les ha dejado otra alternativa que dejar zanjados sus asuntos oaxaqueños con un trozo de metralla en el costado y un AR-15 en la mano izquierda, fácilmente comprado en la inundación armamentista de contrabando.

Nos pide que de una buena y maldita vez, comprendamos que ellos también tienen su historia, que sus pies descalzos se han fusionado con la tierra que pisan, que la aman de una forma que nosotros nunca comprenderemos porque vivimos en el engaño de las suelas de cuero, los tacones de hule.

Nos pide que por fin pongamos término a nuestra indiferencia y nos acordemos de la sangre que derramaron cuando bien los utilizamos en nuestras gestas históricas, cuando los ocupamos como mano de obra barata en nuestras construcciones, nuestras talas, cuando nos detenemos en un poblado a saciar la sed con un refresco frío que ellos conservan en un refrigerador anacrónico, esperando que pasen al menos diez vehículos al día para completar chile, tortillas y granos de elote. La mano agonizante en el fango recuerda el decir de Guillén –Marcos-: “detrás de nosotros estamos ustedes”.

Esa mano se extiende aún más, como si cobrara dimensiones sobrenaturales, y de tanto pedir se cansa, y se torna en un puño amenazador. Se comprime y salta sus venas, revela sus tendones, sus huesos fáciles de apreciar, y nos exige acción, conciencia social. Nos espeta a la cara sus reproches que nos avergüenzan, nos recuerda que después de centurias en el abandono, los hechos recientes en Chiapas, Guerrero, Michoacán, Veracruz, Puebla…, nos tienen muy sin cuidado, muy dedicados a lo nuestro, digo, muy ajenos a su indignidad. Ni un #JeSuisChol, #JeSuisTojolabal, #JeSuisNáhuatl

Quizá afloja la tensión del puño, y se comienza a dibujar un dramático piruette que, no desprovisto de fases artísticas, es una señal tristísima de desolación, de abandono, de resignación. En tanto se transforma, nos recuerda que ellos también dejaron hace mucho de esperar a un hombre enmascarado de piel blanca que, aunque por intereses distintos, en el camino les ayudara a recobrar algo de dignidad. El de al lado -del estado de al lado-, nunca vio por nosotros más que a la hora de incluirnos en sus discursos bien diseñados y difundidos en francés y alemán hace ya veinte años.

Nuestros gobernadores…, ¡jolín! Si ellos mismos han alimentado el encono entre nuestras poblaciones, y ahora se lavan las manos ante todas las tumbas que se llenan de huesos, petate e indignidad. ¡No les crean a ellos! ¡No nos crean a nosotros! Solamente les pedimos que no volteen a otro sitio la mirada, pues nos llena de horror recordar que estamos solos por el simple hecho de haber nacido diferentes, de tener morena la piel y no hablar español. Nuestra maldición radica en la mala suerte de no haber nacido en una capital, con la piel blanca o, al menos, camaleónica como la de nuestros políticos que nos han utilizado por décadas para llenar la panza de las urnas en el día de la elección.

La mano se da por vencida, y con vergüenza torera asume su destino mientras se hunde, mientras termina su proceso de alcanzar, allá en el fondo del fango, del pantano, al resto de un cuerpo anónimo que encuentra su final y recita mientras perece: “Xochiltepec… Agua Fría, Chenaló, Aguas Blancas, El Charco, Acteal, Tlatlaya, San José El Mirador…; seguiremos muriendo para que tú, extraño de piel blanca, puedas seguir mirando hacia otro lado, disfrutando de tu civilización en la que siempre perdemos los mismos, en la que los olvidados siempre vivimos en el olvido, en la que los desheredados nunca vamos a heredar”.

 Twitter: @avillalva_

Facebook: Alfonso Villalva P.

 

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