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“Te amo, luego te odio….. LUEGO TE AMO!!!”

German de la Cruz Carrizales

Distintas capacidades para el dialogo. El dialogo –cuya importancia para el matrimonio y la familia ya hemos considerado- es uno de los campos donde con mayor fuerza se manifiesta la tensión entre el modo de ser masculino y el femenino. El hombre se siente normalmente desbordado por las exigencias que la mujer le plantea en este terreno. Muchos, que no han intercambiado sobre esto con sus amigos, piensan que simplemente han tenido mala suerte: que les toco casarse justo con la más habladora de las mujeres. Están convencidos de que ninguna otra puede tener tal “hambre” de conversación. La mujer, por su parte, siente exactamente lo contrario: que su marido la obliga a vivir en una situación de permanente e injusto “ayuno” en este campo. Sabe que a sus amigas les paso algo semejante. Pero como siempre mira las cosas a partir de lo que la esta viviendo, también tiende a creer que le ha tocado lo peor: casarse con un “hombre – tumba”, que no abre la boca. A veces hasta piensa que quizás él es algo sádico, y que se calla a propósito para hacerla sufrir. A veces lo consideramos nuestro enemigo, pero luego se convierte en grande GRANDE!!! En ratos nos fastidiamos, pero no podemos vivir el uno sin el otro, si tan solo nos pusiéramos un poquito en los zapatos del otro, es decir si fuéramos un poco empáticos, otra historia seria. (Recuerde este clásico de Vicky Carr, haga clic abajo por favor)

 

http://www.youtube.com/watch?v=uGMWNxl3Y60

 

Generalmente, cuando un matrimonio se decide a participar en un grupo o comunidad, comienza a entender lo que pasa: que, mas allá de la manera de ser personal de él o de ella, el “problema” de fondo consiste en que él es hombre y ella mujer. Sumergido en un mundo de cosas, el hombre necesita hablar poco: solo lo que hay que “hacer” con las cosas. Ese estilo de conversación que se da en el trabajo le basta; y tiende a seguirlo en la casa. A la mujer, esto evidentemente no le satisface. El mundo de personas en que ella vive se sustenta a partir de relaciones personales, de dialogo profundo, que muestre lo que el otro lleva dentro. Esto, ella lo necesita urgentemente: porque es lo que alimenta su mundo interior.

 Necesidad de apartarse. “Te quiero”, significa, en primer lugar. “Te quiero hacer feliz”. Y no: “Te quiero para ser feliz yo”. Esta ultima es justamente la formula del egoísmo y la antitesis del amor verdadero, del amor cristiano. Esto es lo que podría decirle un perro al hueso que lame, pero no una persona a otra. Si los esposos realmente están dispuestos amarse, deben enfrentar el problema del dialogo a partir de esta actitud: no voy a imponerle al otro el ritmo de dialogo (sea mucho o poco) que “Yo” deseo, sino el que el “otro” necesita, o aquel que realmente su capacidad le permite. Ello requiere adaptación mutua, respeto y renuncias de uno y de otro. Es el precio necesario para poder complementarse y para que así, ambos crezcan.

Este esfuerzo de apertura al modo de ser del otro, exige del hombre, en primer lugar, aceptar que no estaba siendo tan excelente esposo y padre como creía (por el solo hecho de no tener vicios o de traer todo el sueldo a casa): porque nunca había entendido que su esposa y sus hijos tenían una necesidad de dialogo mucho mayor que la suya, y los ha hecho sufrir mas de lo que imaginaba con su parquedad y su silencio. La manera de reparar el daño causado consiste en decidirse a dialogar mas allá de lo que por si mismo querría, aunque le cueste La mujer, por su parte, debe volverse mas comprensiva y no confundir siempre la falta de dialogo con falta de amor. Debe entender que el hombre tiende a manifestar su cariño más bien de otros modos, por ejemplo, trabajando por ella. Asimismo debe convencerse de que a él realmente le cuesta expresar lo que lleva dentro. Que es tarea de ella enseñarle a hacerlo. Que para ello necesita tiempo y paciencia. Y que debe resignarse a que su marido, por mucho que progrese, nunca llegue a conversarle tanto como ella anhela (pues él nunca se convertirá en una “amiga”). Ambos deben encontrarse, con esfuerzo, en un punto medio, equidistante de lo que cada uno desearía. El “tira y afloja” durara siempre, pues así lo quiere Dios: para que, en medio de él, el esposo vaya personalizándose, y la mujer aprendiendo a ser menos sentimental. (Recuerda el filme “Un paseo por las nubes” ahí lo ejemplifican muy bien, se la recomiendo a la luz de este tema).

La cumbre del dialogo: El acto conyugal. El dialogo es comunicación interior. Pero nadie puede comunicar a otro lo que lleva dentro de sí si no es a través del cuerpo, de sus gestos, de sus movimientos. Esta es una ley general, que vale ya para el dialogo verbal, es decir por el que realizamos entre palabras: pues estas suponen la vibración de las cuerdas vocales, los movimientos de la lengua, su rebotar en los tímpanos. Las palabras generalmente van acompañadas de miradas, sonrisas y otros gestos que las vuelven más expresivas. Sin embargo, cuando el amor que se desean transmitir es muy grande, todo eso ya no basta. Entonces se pasa a las caricias. Aquí las manos y los labios ayudan a comunicar lo que se siente dentro. Pero entre los esposos llega un momento en que tampoco eso basta. El deseo de darle al otro todo el corazón, solo puede expresarse adecuadamente entregándole todo lo que se tiene: todo el cuerpo convertido en símbolo de amor. Así se llega al acto conyugal como cumbre del dialogo, de la comunicación, de la mutua donación. Según el plan de Dios, este debería ser el acto mas noble y santo que los esposos realizan entre si. (En el próximo artículo ahondaremos en el tema).

Pero no hay “cumbre” sin “base” que la sostenga. Por eso, no se puede llegar a la “cumbre de la comunicación”, si esta no ha comenzado por lo que debe ser su “base”: el dialogo verbal. Ello hace que entre esposos que no conversan, el acto sexual pueda convertirse en una gran mentira. Pues si ninguno de los dos sabe lo que hay en el corazón del otro, la fusión de los cuerpos no puede ser símbolo de la fusión de los corazones. En tal caso se convierte en un acto hueco y contradictorio: juntan sus cuerpos, pero interiormente están a años luz de distancia (por no haberse regalado durante años la luz del dialogo). Así nunca podrán alcanzar mediante el acto conyugal toda la felicidad que Dios quisiera que tengan. Porque esa felicidad no solo es gozo físico, sino ante todo gozo de amor. Y no se alcanza en su plenitud si no se apoyan en un dialogo diario, hondo y lleno de cariño.

Sensibilidades y ritmos diferentes. Al marido le cuesta darse cuenta cuando sus relaciones conyugales comienzan a vaciarse de amor. Su psicología masculina es menos sensible a los procesos interiores. Ello lo lleva, muchas veces, a considerar el acto conyugal simplemente como una “cosa” que se “hace”. La mentalidad machista puede llevarlo, incluso, a mirar el mismo cuerpo de su mujer como una “cosa” que él tiene derecho a “usar” como le plazca. Por ser menos sensible a lo personal, es capaz de tener relaciones con una persona a la que no quiera. La mujer es todo lo contrario. Ella no parte de lo físico sino de lo interior. Siente su cuerpo como prolongación de su alma y no puede entregarlo sino a quien este dispuesta a dar también su corazón. Cualquier ofensa que empañe su relación personal, la bloqueara para la relación sexual. Y si esta no es buscada por amor, lo capta de inmediato, siendo muy difícil que en tal caso llegue a experimentar algún placer fisco: en ella, este es normalmente como un eco en su cuerpo del placer espiritual de sentirse amada. Si el marido no supera su actitud egoísta, la mujer se volverá frígida. Luego vendrá el rechazo y la repugnancia frente a un acto en el cual se siente “usada” y “violada” en su dignidad de persona. Y en vez de “costumbre”, el sexo se habrá convertido en la “tumba” de su amor.

Para evitar tales extremos es indispensable que los esposos conversen sobre estas cosas y se ayuden a comprender sus diferentes sensibilidades. El hombre, por ejemplo, se excita físicamente con rapidez. La mujer, en cambio necesita de muchos símbolos psicológicos: de palabras de cariño, de caricias. Y también demora bastante mas en alcanzar la cumbre del gozo (el orgasmo), por lo cual el marido debe aprender a esperarla. En todo esto es necesario un largo proceso de adaptación mutua, de sincronización. Para llegar a dialogar sobre ello, hay que empezar por conversar de cosas más simples. También hay que rechazar una falsa “vergüenza”: pues es hablar de algo noble, que Dios mismo nos regalo para ser felices. Las cosas se facilitan si cada uno invita al otro a decirle como podría demostrarle mejor su amor en el momento de la mutua unión. Sobre todo, es importante recordar que mientras más se respeten y se abran el uno al otro, mas crecerán los dos. El hombre se hará mas hombre, mas caballeroso, noble y delicado. Y la mujer se volverá más femenina, generosa y fuerte. Dios ha creado al hombre y a la mujer para amarse y amarse para siempre, solo los que han experimentado esto, son lo que están convencidos de que “Lo que Dios une, no lo separa el hombre” y son ejemplo de matrimonios que hoy necesitamos. Disfrute este clásico de Roberto Carlos adoc al tema “Cóncavo y convexo” (Haga clic aquí abajo por favor)

 

http://www.youtube.com/watch?v=w2Lt39YEOC8

 

Si aun no lee el artículo “Ingredientes para una relación perfecta”, se la recomiendo en la dirección de abajo:

 

http://blogsiglo.com/archivo/212.ingredientes-para-una-relacion-perfecta.html 

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“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

German de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMIX

    

 

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