@@CLIMA@@

“Si el amor es un sueño….. FANTASTICO SOÑAR!!!”

German de la Cruz Carrizales

Tensiones y problemas. Cada cultura valora de modo diferente al hombre y a la mujer, dando con ello origen a diversas tensiones y problemas. Típico de nuestra cultura latinoamericana es el “machismo”: costumbre según  la cual el hombre tiende a sentirse “dueño” de la mujer y a tratarla, bajo diversos aspectos, casi como a una “cosa” o a una “empleada”, que no posee mas derechos que las que él le otorgue. Ella debe, por ejemplo, atenderlo y servirlo en todo y pedirle “permiso” para salir. Y en lo que toca a fidelidad y moral sexual, debe cumplir (ellas y sus hijas) exigencias de las cuales el marido y los hijos varones quedan dispensados. Aparte de esta doble moral, el machismo ha generado una situación de discriminación social ante la mujer, excluyéndola hasta hace poco de alguna profesiones, o pagándole remuneraciones menores únicamente en razón de su sexo. En una palabra controlando sus vidas. A usted aun la controlan? (No controles mi forma de vestir porque es total….) (Haga por favor clic en la dirección de abajo)

 

http://www.youtube.com/watch?v=ud5CTzlQGWU  

 

En los últimos años, la mujer ha comenzado a revelarse contra esas injusticias, exigiendo igualdad de derechos. En las parejas jóvenes, la mujer no acepta con la misma resignación de antes los arrebatos machistas del marido. Cada vez son también más las mujeres que estudian y que trabajan fuera de su hogar. Incluso han surgido “Movimientos feministas” para defender esta causa. Desgraciadamente, muchas veces, este deseo de “no ser menos que el hombre” las ha llevado a adoptar el vocabulario, el modo de ser y hasta de vestimenta de este (signo de ello es la moda “unisex”). Es un camino que, en lugar de dignificarlas, las convierte en caricaturas de mujer: en mujeres masculinizadas, que quieren borrar toda diferencia con el hombre, salvo la del cuerpo (atribuyendo todo lo demás a la educación distinta que se les ha dado desde niñas).

La respuesta de la fe y la doctrina cristiana es muy clara al respecto. Nos dice que Dios creo al ser humano en dos “modelos” distintos: el masculino y el femenino, simbolizados en Adán y Eva. Ambos fueron hechos a imagen de Dios y, por lo tanto, con igual dignidad. Eso es justamente lo que quiere afirmar aquel relato simbólico que nos muestra a Dios sacando a la mujer de una costilla de Adán: que ésta ha sido hecha del mismo “material” que él, que es “carne de su carne” (y de la mas noble: la del junto al corazón). Ni el hombre solo ni la mujer sola agotan toda la idea que Dios tiene del ser humano. Cada uno refleja una parte de ella y necesita complementarse con el otro sexo. El pecado rompió este equilibrio. Pero Dios, para salvarnos, nos regaló dos nuevos modelos de perfecta masculinidad y feminidad: Cristo y María, a quienes la Iglesia llama “el nuevo Adán” y la “nueva Eva”.

Para los cristianos es evidente que la diferencia entre ambos sexos no se reduce solamente a la del cuerpo. Dios hizo el cuerpo como un instrumento a través de la cual se expresa nuestra alma. Y si nuestros cuerpos son distintos, es porque a través de ellos Dios quiere que se expresen dos “modos de ser” también distintos. Así lo confirma la moderna sicología: “ser hombre” y “ser mujer”  son dos “maneras de ser” que impregnan hasta lo más profundo de nuestra forma de pensar, de sentir, de reaccionar. Esto tenemos que aceptarlo como voluntad de Dios: El quiso que hombre y mujer tuvieran igual dignidad pero distinta modalidad en su forma de ser.

Principales diferencias. El modo de ser del hombre y de la mujer se diferencian por la mayor o menor acentuación de determinados valores que ambos poseen, pero que – por regla general – cada sexo vive con una intensidad diferente. Por lo mismo, no hay ningún valor humano que podamos catalogar de modo exclusivo como “masculino” y “femenino”. Pero si podemos decir que algunos de ellos se dan “normalmente” con mayor fuerza en el hombre o en la mujer. Una buena pista para descubrir estas diferencias o “acentuaciones” interiores, es partir de las diferencias corporales de ambos, sobre todo en su relación con los hijos.

Cuando la mujer concibe un hijo, queda físicamente atada a él por nueve meses, y todo su cuerpo se transforma para servirlo, alimentarlo y protegerlo. Esta “atadura” física es como un símbolo de la profunda “atadura” espiritual que toda madre está llamada a vivir después con su hijo, y con la cual el padre es incapaz de rivalizar. Nacido el hijo, el corazón de la mamá pasa a tener con él la misma relación intima que antes tuvo su vientre. Es una relación personal profunda, que la capacita para comprender como nadie a su hijo, para cobijarlo y “adivinar” lo que le pasa. Para que esto fuese posible, Dios dotó a la mujer de una sicología centrada en los valores personales. Ella vive en un mundo de personas. Siempre está hablando (bien o mal de ellas). Recuerda todos los datos personales (fechas de matrimonio, edad de los hijos, días de santo). Se siente feliz si la aman y si están bien sus seres queridos. Tiene gran capacidad para el contacto personal y el dialogo, tanto con los hombres como con Dios. Vive el amor como entrega personal. Su pensamiento parte de lo que vive, es intuitivo y con mucho sentido para los detalles. El mejor símbolo de la mujer es el corazón que ama, se entrega y cobija.

El hombre, al engendrar un hijo, queda físicamente desligado de él, y libre para trabajar y procurarle lo que necesitará. El cuerpo del hombre está más dotado para el trabajo físico. Pero también su sicología: el hombre tiende más hacia el mundo de las cosas. Le gusta armar, construir y organizar cosas. Vive hablando de ellas: de deportes, economía, política, problemas del trabajo. Nunca olvida la tasa de interés bancario o el porcentaje de descuento que le harán. En cambio no tiene memoria para los datos personales (por Ej. olvida los aniversarios). Le cuesta mas el contacto personal: el dialogo y la oración.  Tiende a considerar el amor como un “hacer cosas” por quien ama. Pero le cuesta darse personalmente, abrirse. Se demora más en captar los problemas de sus hijos o de quienes lo rodean. Para ser feliz no le basta con que lo quieran: le es muy importante sentirse “haciendo” algo que valga la pena (de allí que lo aplaste tanto la cesantía). En su modo de pensar es más objetivo y racionalista. Mas que sobre lo que está viviendo, piensa sobre lo que hay que hacer u organizar. Su mejor símbolo es la cabeza, o el brazo que dirige, construye y da seguridad.

Necesidad de complementación. El hombre y la mujer están llamados a complementarse.  Cada uno tiene su punto fuerte donde el otro tiene su debilidad. Los dos se necesitan. El hombre se hace verdaderamente hombre gracias a la mujer. Si no aprende de ella su capacidad para el amor y la entrega personal, corre el riesgo de permanecer rudo y tosco, de ser abrutado y atropellador. Sin su ayuda, puede llegar a ser el “trabajador” o el “gana pan” del hogar, pero no se convertirá ni en “compañero” ni en “padre”. También se le hará difícil lograr una relación profunda con Dios. A la inversa, la mujer que no aprende a asimilar los valores mas típicos del hombre, corre el peligro de enredarse en su riqueza de sentimientos, poniéndose excepcionalmente susceptible, rencorosa, subjetiva. O volviéndose muy insegura y concediendo una importancia desproporcionada a los detalles. Ante los hijos, tiende a sobreprotegerlos. Ante Dios, su fe puede volverse muy sentimental y apegada a ritos. Si no se complementan, aunque estén casados, ambos se convierten espiritualmente en “solterón” y “solterona”, es decir, en caricaturas de personalidad masculina y femenina (lo que no es igual que “soltero” y “soltera”: pues éstos sin casarse, pueden haber logrado el complemento psicológico de la propia personalidad).

Este “equilibrio de los sexos” es importante no solo para el desarrollo de cada ser humano, sino también de la sociedad y la cultura. Hoy vivimos en un mundo unilateralmente “masculino”, donde el valor supremo es el trabajo y la eficacia. Por eso sentimos un mundo frió, impersonal y utilitarista. Urge que la mujer aporte su mayor sentido para lo humano, los valores del corazón. Por eso necesitamos mujeres verdaderamente femeninas, como María. Y hombres que se abran a ese “calor” de amor que ellas pueden aportar. Porque para el mundo también vale el proverbio: “El hombre construye la casa, pero la mujer es quien la convierte en hogar”. Se acuerda usted cuando cupido flecho su corazón? Recuérdela a través de este clásico de Roberto Carlos y Lani Hall, deje que su corazón hable y haga magia de esa relación perfecta de pareja mujer y hombre, hombre y mujer……. (Por favor haga clic en la dirección de abajo)

 

http://www.youtube.com/watch?v=BWA2dNBs__s

 

Si aun no lee el artículo “Ingredientes para una relación perfecta”, se lo recomiendo en la dirección de abajo:

 

http://blogsiglo.com/archivo/212.ingredientes-para-una-relacion-perfecta.html  

"Despertar...es" 
Un encuentro contigo mismo
Un libro que una vez
que inicias, no podrás dejar de leer.
Disponible ya en CD
    

 

“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

German de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMIX

    

 

Fotos más vistas en 15 días