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“VI ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS” 1ª. Parte

German de la Cruz Carrizales

“VI ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS” 1ª. Parte

México, D. F del 13 al 18 de Enero del 2009

 

La Familia Formadora en los Valores Humanos y Cristianos

 

Del 13 al 18 de enero se celebra en México el VI Encuentro Mundial de las Familias, oportunidad de enfocar nuestra atención a lo básico a la célula fundamental de la sociedad, “La Familia”. Hoy en la Comarca Lagunera, así como en muchas partes de nuestra querida patria mexicana y otras más del mundo, la sociedad y las familia nos sentimos vulnerables ante la ola de violencia en todos los ordenes a que nos estamos enfrentando . En estos momentos de crisis económicas o políticas que ha cruzado nuestro país, hemos tenido tal vez la impresión de que nuestra familia navega como una frágil cáscara de nuez, amenazada por los vientos y las olas que agitan el mar social. En efecto, la vida y el destino de la familia están indisolublemente ligados a la suerte de la sociedad de la que forma parte, y todos los problemas de esta la golpean duramente. Mientras más inseguro, injusto y violento se muestra el medio social, mas sentimos, la familia como un pequeño y ultimo refugio de calor humano. Sin embargo, si bien la historia muestra que familia y sociedad siempre se salvan o derrumban juntas, en definitiva, dentro de esta interacción mutua que se da entre ambas, es la familia la que más profundamente influye sobre la sociedad, y no a la inversa.

En efecto, la familia no solo fue constituida por Dios –históricamente- “como origen y fundamento de la sociedad humana”- , sino que permanece siendo su “célula primera y fundamental” y “la primera escuela de esas virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad  misma”. Ella representa, por lo tanto, “el lugar natural y el instrumento mas eficaz de humanización y de personalización de la sociedad”, y “de cara a una sociedad que corre el peligro de ser cada vez mas despersonalizada y masificada, y por lo tanto inhumana y deshumanizadora,... la familia posee y comunica todavía hoy energías formidables capaces de sacar al hombre del anonimato, de mantenerlo conciente de su dignidad personal, de enriquecerlo de profunda humanidad y de comprometerlo activamente con su unicidad e irrepetibilidad en el tejido de la sociedad”.

Esta urgente y hermosa misión social de la familia, que Juan Pablo II nos describió en su Encíclica, solo podrá cumplirse si la sumimos como un llamado hecho por Dios a nosotros, a la propia familia. Nuestra familia no esta ahí simplemente para dejarse arrastrar por la marejada social, luchando tan solo por sobrevivir: ¡Dios quiere que le ayude a cambiar el rostro y la vida de la sociedad moderna! A tal misión respondemos en primer lugar, tomando en serio la tarea educativa de nuestra familia. Ello supone decidirse a aprovechar ese excepcional poder plasmador del corazón humano que poseen las vivencias y experiencias familiares, para intentar convertir el propio hogar en un taller donde se forjen los constructores de aquella sociedad mejor que deseamos para el mañana: hombres portadores de un espíritu nuevo, capaz de revitalizar de modo original todos aquellos valores que hoy nos parecen amenazados o ignorados.

Eso exige, ante todo, frente a un mundo dominado por los intereses materialistas y la manipulación, sepamos cultivar en nuestro hogar un respeto profundo a la dignidad de cada persona, valorándola por lo que es, y no por lo que tiene. Dicho respeto debe expresarse en capacidad de acogida y dialogo personal, en disponibilidad desinteresada, y servicio generoso: es decir, en un espíritu fraternal y solidario, capaz de superar –a la vez- al individualismo y al colectivismo masificante de nuestro tiempo. Si a todo esto agregamos la creatividad que resulta de una adecuada educación para el trabajo y el sacrificio, entendidos en su riqueza cristiana, dispondremos ya de aquellas “energías formidables” que serán capaces de generar una sociedad nueva. Esta debe comenzar también a crecer desde el propio hogar. Pues ese espíritu nuevo debe ir generando, ya allí, formas, costumbres y estructuras nuevas: un nuevo estilo de ejercer la autoridad, de compartir los bienes, etc. Así nuestra casa se convertirá como un laboratorio donde se ensaya hoy –en pequeño pero de modo muy real- el mundo del mañana.

Sin embargo, esta labor educativa realizada al interior del hogar, no agota de ningún modo la misión social de la familia cristiana. Ella debe, además, abrir sus puertas y proyectarse hacías los diversos ámbitos sociales, aportándoles las riquezas y fuerzas de cambio germinadas dentro de sí. Un primer nivel de esta apertura lo representa la hospitalidad y la acogida del necesitado. Más allá, está la participación activa de sus miembros en distintas organizaciones –vecinales-, educativas, gremiales, políticas –donde buscaran irradiar el “espíritu nuevo” y luchar por las “estructuras nuevas” que la sociedad necesita. Dentro de esta desinteresada entrega a los problemas sociales, Juan Pablo II pidió a las familias recordar especialmente dos objetivos. Por un lado, “la opción preferencial por los pobres y los marginados”. Por otro lado, la política familiar: es decir, el esfuerzo por asegurar que las leyes y las instituciones sociales respeten e impulsen los valores y los derechos de la familia. La familia cristiana no puede ser un “nidito ideal” encerrado en si mismo, sino dinámico fermento de cambio social, “que origina, difunde y desarrolla justicia, reconciliación, fraternidad y paz entre los hombres”.

Cuando hablamos de que los valores han cambiado o que ya no estan prsesentes en la familia y nos preguntan cuales son estos, muchas veces no sabemos que decir pues no tenemos claros cuales son esos valores, a fin de hacer un análisis de estos y tener una respuesta cuando se ofrezca, mencionamos algunos que deberíamos practicar para consolidar nuestras familias, estos son: La Dignidad, El Bien, La Honestidad, Responsabilidad, La Verdad, Servir, La Fidelidad, La Justicia, Generosidad, La Paciencia, La Fortaleza, La Templanza, El Respeto, La Tolerancia, La Misericordia, La Sinceridad, La Abnegación, Saber Escuchar, La Obediencia, El Pudor. Y usted? Como practica estos valores y en que medida su familia es una familia sana y feliz? Espero sus comentarios y fortalezcamos y rescatemos la sociedad a través de nuestras familias.

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“QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR”

German de la Cruz Carrizales

  Torreón, Coahuila. México

                 MMIX

 

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