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El Gran Circo y su fiesta

Eduardo Sepúlveda
Eduardo Sepúlveda

Septiembre, mes patrio. A una semana de que termine, hace 29 años, la agrupación mexicana Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio editó su segundo disco de larga duración. En sus letras, reflejaban la pobreza de un pueblo y la supervivencia como modo de vida. Esa realidad plasmada en 1991, en un álbum que les dio para comer durante mucho tiempo, era ya conocida desde antes y lo sigue siendo hasta ahora.

¿Qué celebramos? 16 de septiembre, “día del grito”… ¿hay motivos? Un día antes, el 15, es como Nochebuena, pero “mexicana”. Desde agosto comienza el tricolor a verse en puestecillos ambulantes. Llega la fecha “esperada” y todo se pone verde, blanco y rojo, ¡cuánta algarabía! ¡Cuánto orgullo!

No soy amargado… creo, pero sigo sin entender. De origen, me parece que los criollos se levantaron en armas en 1810 por intereses propios, no por liberar a un pueblo del yugo español. Hoy, no veo independencia por ninguna parte. Dependemos económicamente de que al país vecino le vaya bien. Pagamos impuestos por todo y cada vez pagamos más. Vivimos perseguidos por patrullas y agentes de tránsito. Un virus invisible fue capaz de encerrarnos durante semanas, paralizó al mundo y se llevó a muchos “entre las patas”. Mis amigos casados tienen que pedir permiso para salir a jugar y todos los días vivimos pegados a pequeños ordenadores digitales que nos dicen hacia dónde voltear. ¿Independencia?

Sin embargo, el “día del grito”, orgullosos los colores de la bandera ondean en lo alto de las instituciones (claro, ahí sí han sabido aprovechar), negocios y algunos bellos hogares mexicanos. Es mucha la gente que, en día de asueto, celebra su mexicanidad, aunque a diario cada vez es más común que importen palabras del extranjero para suplir las de su lengua madre, la más bella que pueda existir sobre la faz de la tierra.

Entiendo que es parte de la evolución del lenguaje esa mezcla entre idiomas, sobre todo en los casos en que la palabra de origen viene de otro país; adaptación. Pero de eso a estar supliendo palabras que ya existen en nuestra lengua por otras solo por escucharse ‘nice’, ni al caso. Saben a qué me refiero, ¿no? Lo que me da coraje, tristeza, desesperación, angustia, qué se yo… es esa alegría repentina exacerbada por gritar “¡Viva México!” cuando el país se hunde en sus propios errores históricos, con autoridades corruptas y gobernantes que no ven por sus gobernados.

Un país violento, en las calles y hasta en sus redes sociales. Un país intolerante. Un país lleno de odio, con ciudadanos apáticos, lleno de intereses. Un país en el que muchas veces resulta más fácil acostumbrarnos a convertirnos en un factor de cambio. Un país de “no pasa nada”, donde la justicia no es ciega, sino que sabe con quién sí y con quién no.

De pronto, parece que durante una noche todo queda en el olvido. Los homicidios, los feminicidios, las persecuciones, los desaparecidos, la pobreza extrema, la mala educación, las violaciones los robos, los fraudes, los asaltos en el transporte público, la pobreza de algunos medios de comunicación y sus contenidos, las prioridades, la historia...       

Aun así, respeto y admiro a mis amigos y conocidos que tienen la energía para celebrar. Sé que lo hacen de buena fe, me consta que se sienten orgullosos de haber nacido en este país. Los considero, a la mayoría, inteligentes, trabajadores y exitosos; su intención es auténtica, pero no comparto. El país nos da pocos pretextos para sonreír. ¡Hasta en el futbol nos quedamos siempre a la mitad!; en un país con más de 120 millones de habitantes, no podemos juntar a 11 que jueguen bien al futbol… y que ganen. Eso es lo menos importante.

Hoy, 2020, la crisis se aseveró con la contingencia sanitaria mundial. La gente común no pudo quedarse en sus casas a esperar la vacuna milagrosa; el hambre arrecia y hay que mantener varias bocas además de la propia. Y a falta de pan, tortilla. Hoy, las calles se llenaron aún más de vendedores, limpiaparabrisas, payasitos sin circo, músicos sin escenario, hasta enfermeros sin cuarto. Hasta dentro de nuestro círculo de amigos, todos conocemos a alguien que le ha entrado a eso de la “emprenduría”, o el ser “emprendedor”. Es válido.

Y como suelo decir en estos casos, cuando hay un “día” para una ocasión especial, a mí me gusta celebrar durante todo el año. Después de todo, las nacionalidades no son más que meros accidentes.    

¿Te parece que el texto que acabas de leer está “pasado”? No tendría por qué, si mexicanos somos todos los días, no solo cuando nos da por gritar. Y la realidad que dibujó “la Maldita”, un día como hoy, pero hace 29 años, sigue tan vigente como una celebración en medio de la nada.

Al pueblo, pan y vino... ¿o cómo era?

*Tomado del Muy Nuevo Libro de las Revelaciones según el Dihablo.

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