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El sueño de Fco. Villanueva

Carlos Castañon

Palacio inconcluso

Un largo sueño inconcluso, un proyecto nunca realizado, una idea de espacio público quedaron enterrados hace 112 años en Torreón. Era el sueño de Francisco Villanueva, quien fue alcalde de la entonces villa entre los años de 1895 y 1898. Villanueva había proyectado construir un gran palacio municipal para albergar ahí al Ayuntamiento. Los bocetos del proyecto reflejaban la inspiración de una población que estaba por convertirse en el centro económico de la región. Se trataba de un palacio a imagen y semejanza de los europeos, con una longitud de poco más de 80 metros, donde estarían las principales instancias del poder público: la presidencia, el cabildo, la comandancia de policía, la secretaría del ayuntamiento, el registro civil, los juzgados y la recaudación de rentas.
Por esos años, la población de Torreón rebasaba ya los 9 mil habitantes y en poco tiempo se transformó en una de las principales ciudades porfirianas del país.

Torreón era ejemplo de cómo el “progreso” había desarrollado una población en pocos años. Ese “progreso” era la industria, los ferrocarriles, el comercio, los incentivos fiscales, la tecnificación de las aguas de los ríos Nazas y Aguanaval, el cultivo del algodón, entre otros. 


Al final, el proyecto del gran palacio municipal no pudo concretarse por desacuerdos en las fuentes de financiamiento público, aunado al modesto presupuesto municipal. De esa manera la presidencia ocupó en sus inicios durante febrero de 1893, un modesto local frente a la estación de Ferrocarril por el rumbo de la Alianza. Posteriormente se construyeron tres nuevos inmuebles, más acordes al arca municipal: la presidencia, la gendarmería y la cárcel municipal.     
Para 1907, la población estaba creciendo rápidamente y pronto fueron rebasadas las capacidades de los inmuebles de gobierno. Se había reservado un terreno frente a la Plaza “2 de abril”, ahora llamada Plaza de Armas, a fin de construir la nueva presidencia municipal, pero en su lugar se construyó el Casino de La Laguna.


Al final el gobierno local compró por 25 mil pesos la manzana de la avenida Matamoros entre Galeana y Corona, donde actualmente se ubica el edificio público que pronto será demolido. Mientras tanto, la presidencia tuvo una época itinerante, inclusive, en circunstancias bastante difíciles como las que se vivieron durante la Revolución. De esa manera, el gobierno municipal pasó a un edificio en la avenida Juárez. Actualmente ese edificio histórico sigue en pie y forma parte de una institución educativa. 


Entre 1917 y 1923 se construyó el nuevo palacio municipal en la manzana ubicada entre Matamoros y Morelos. Nuevamente, sobre  la base de ese antiguo inmueble, se edificó un segundo piso en 1943. Ese edificio estuvo en funciones desde el fugaz periodo de Nazario Ortiz Garza como alcalde, hasta la presidencia de Homero del Bosque en 1980. Al frente estuvieron 31 presidentes municipales.
En 1980 el gobierno estatal, todavía al mando de Oscar Flores Tapia, inició la construcción de nuevas presidencias para los municipios de Torreón, Parras, Matamoros, Nueva Rosita, Ciudad Acuña, Villa Unión, Ocampo y Ramos Arizpe.


El nuevo edificio con fachada de mármol fue inaugurado el 15 de septiembre, día del aniversario de Torreón como ciudad. Ahí gobernaron 13 presidentes municipales hasta el actual alcalde Eduardo Olmos Castro. En ese edificio se dio también por primera vez, la alternancia con la presidencia de Jorge Zermeño en 1997.  


Actualmente el gobierno estatal a cargo del gobernador Humberto Moreira, ha proyectado una magna obra en el Centro Histórico: la Gran Plaza y la nueva presidencia municipal. Se trata de un proyecto ambicioso que sin lugar a dudas cambiará la imagen urbana de Torreón, sobre todo, en la zona del Centro, tan descuidada y en abierto abandono. En lo personal me agrada  la obra, e incluso la dimensión de la misma, que altera de manera radical el antiguo plano de Wulff de 1887.


A la luz de las problemáticas que enfrenta la ciudad, en especial la más visible en lo que se refiere a la inseguridad, una obra de esta naturaleza puede propiciar cambios positivos en el entorno. En lo particular si la obra va acompañada de una estrategia que integre espacios públicos como el Museo Arocena, el Teatro Nazas, la Plaza de Armas y por qué no, el poniente de la ciudad. Es bien sabido entre los urbanistas que el espacio dispone, condiciona; en este sentido, la dignificación del Centro es un paso para contribuir a construir un Torreón incluyente.

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