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Tres estampas del Nazas

Carlos Castañon

Por supuesto que los laguneros tenemos una identidad más profunda que un equipo de doce jugadores persiguiendo una pelotita. La extraordinaria avenida de los ríos, el Aguanaval, pero sobre todo, el Nazas, reflejan entre nosotros, ese viejo sentimiento “lagunero”, que ahora comparten también las generaciones jóvenes que no conocían el río en su cauce natural. No deja de asombrarme gratamente, la expectativa que genera en las personas el río cuando disfrutan el revivido paisaje, ya sea desde las ventanas de sus coches o en breves recorridos por la rivera, incluso, no faltan los incautos que se meten a nadar.

Entre tanto, he pensado en tres estampas que quiero comentar sobre el Nazas. La primera me recuerda la percepción que los agricultores de antaño tenían sobre el río. No son pocos los testimonios y documentos que recuerdan el respeto y la gratitud, a tal grado que reconocían al Padre Nazas. Cada avenida los agricultores  recibían al río festejando la riqueza y prosperidad que traía a la región. Entre otros beneficios, resaltaban el limo que traía el afluente a su paso desde la cuenca alta. Ese limo era un fertilizante natural para sus tierras sembradas de algodón. Actualmente el río, dado el respeto que le hemos prodigado al Nazas, trae consigo un limo posmoderno: basura, cadáveres, tóxicos, aguas negras y hasta colchones. Ese es nuestro triste fertilizante actualizado, ¿a alguien le avergüenza?

La segunda estampa tiene que ver con la crisis del agua que arrastramos en la región, no sólo la obscena e irracional sobreexplotación del acuífero principal, ese río subterráneo al cual le sacamos más agua de la que recibe. Ya desde 1949 el gobierno federal había emitido vedas a través de decretos por la gravedad del problema, no obstante, se siguió explotando y concesionado nuevamente el agua. La historia resulta conocida de la mexicanidad: la ley existe, pero no se acata. Como consecuencia tenemos a la vuelta de los años, una presencia alarmante de arsénico en el agua que diariamente bebemos. Sin embargo, esto me hace pensar en los vasos comunicantes que dispone la propia cuenca del Nazas, y que debido a esta avenida, tendremos un impacto favorable en la recarga del tan vapuleado acuífero. Al respecto, un estudio realizado por los investigadores Levine y Cruz (1998), bajo el auspicio del IWMI, demostró con evidencia verificable, que la avenida del 1991-1992 recargó significativamente el acuífero, lo cual nos indica caminos sustentables para la recarga.

La tercera estampa la refiero a un tema más polémico: el sistema de presas. Antes de la construcción y funcionamiento de la gran presa El Palmito o Lázaro Cárdenas,  el azar del río traía lo mismo prosperidad que ruina, dado que el cauce corría naturalmente y era captado por canales, acequias y represas, bajo el sabio sistema de aniegos o riego por inundación. Sin embargo, este método estaba sujeto al volumen que trajera el río, y por lo tanto, no se tenía la certeza de asegurar el riego, aún así, se generaron en la Comarca, capitales espectaculares. Hubo un gran debate entre agricultores, políticos y usuarios del río desde principios del siglo XX hasta 1930. Se creía que la solución a la contingencia del Nazas era la construcción de una presa que almacenara y controlara el caudal, para así poder disminuir la variabilidad del afluente, y consecuentemente, compensar los malos años con los buenos. A pesar de la oposición de muchos, con el tiempo la idea tuvo un gran consenso social, y se concretó el proyecto en el periodo de 1936-1946.

Ahora, tengo la impresión, ante la gravedad de los problemas que tenemos con el agua, por más que las autoridades le den la vuelta, que estamos en la base de un nuevo consenso social para retornar el río a su cauce natural. Sé que la idea no les gusta a muchos, pero no se trata de una cuestión de gustos lo que nos estamos jugando en el presente, sino el fututo mismo de la región, en esa triada que incluye economía, ecología y sociedad. Cada vez más la tendencia mundial tiende a reconocer que el éxito económico también depende del cuidado sustentable del ambiente, y por lo tanto, de la relación que asumimos como sociedad. De otra manera, seguiremos creyendo que el agua, un bien de interés público, se puede gastar irracionalmente sin reparar en las consecuencias que ello implica, porque al final, desestimamos que el arsénico es un problema de salud pública.

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