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No puede, ni renuncia

Carlos Castañon

Gobernador rebasado


Muchos fueron los aplausos. Adentro la paz y el entusiasmo. La seguridad ni se diga. El gobernador de Nuevo León, Rodrigo Medina, pronuncia impecable su discurso, con parsimonia, con la calma del que sabe que está seguro, protegido. Sigue luego, el protocolo: los saludos obligados a otros gobernadores, políticos y funcionarios. Más aplausos. A fuera la realidad es otra, distinta a la del político rodeado de guaruras, policías y camionetas.


Fuera de la burbuja, del espejismo del poder, treinta y dos narcobloqueos amenazaron las principales vías de la zona conurbada de Monterrey. De los balazos se pasó al lanzamiento de cohete que terminó, temporalmente con los sicarios. ¿Pero dónde estaban los policías, ya no para disuadir, sino al menos para apoyar a los ciudadanos que sufrieron los bloqueos? Desde luego, cuidando al gobernador en su primer informe de gobierno. Ahí toda la atención, ahí el cuidado. Lo duro, lo inaceptable es la poderosa señal que se envía a los ciudadanos comunes y corrientes. La seguridad es para unos pocos en perjuicio de muchos. Y sin duda, este punto resulta característico de la democracia mexicana. Sí hay justicia, sí hay representación, sí hay seguridad, pero sólo para unos pocos. Si lo vemos desde la perspectiva de las instituciones, tenemos una sociedad de privilegios y por lo tanto, profundamente inequitativa.


Nuevamente nos encontramos ante incentivos perversos: ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. De primera los funcionarios con escoltas, los cientos de policías al servicio de los funcionarios, no así, ni con la misma atención, la mayoría de la población afectada por la inseguridad. Y mientras los aplausos y el informe transcurrían, la delincuencia organizada actuó con total libertada, de manera sistemática y organizada. 


El sello del “joven” Medina es del gobernante del siglo XXI en México:

el político que confunde la imagen con la acción, la apariencia con el gobierno, los spots con la realidad.

De ahí su argumento trillado ante el problema de la inseguridad y la violencia en Nuevo León: “una lucha que no iniciamos nosotros”. Medina afirmó en su informe que no ha dejado de hacer nada que esté a su alcance, porque su primera responsabilidad es la “seguridad de los nuevoleoneses”. En los últimos años fue común escuchar a varios gobernadores culpar al gobierno federal por la inseguridad y la violencia. El discurso funcionó en principio, pero ahora, después de varios años de andar en este laberinto de la inseguridad, el impacto del discurso ha menguado y parece regresar a los gobernadores. Ahí están por ejemplo, César Duarte en Chihuahua, Egidio Torre en Tamaulipas o Medina en Nuevo León. Más que repartir culpas, a los ojos del electorado, la responsabilidad es ahora de ellos porque el antiguo discurso de culpabilidad ya se desgastó. Entre el hartazgo y la ineptitud de Medina se ha pasado a la especulación sobre su posible caída.


¿Será Medina el primer gobernador de la alternancia que caiga? Es difícil creerlo, pero hay signos en el entorno de Nuevo León, que han alentado la suposición. La ausencia de liderazgo y responsabilidad, la presión de algunos grupos empresariales, no así los ligados a Lorenzo Zambrano, quien tienen de secretario de gobierno a un ex empleado de Cemex, Javier Treviño. Por otro lado, la criminalidad no sólo ha ahuyentado a las élites, sino ha golpeado a civiles que de alguna manera u otra, expresan ya su malestar con el gobierno estatal. Es difícil pensar que un gobernante, lo cual es un decir, deje su puesto por inepto.

El sistema político mexicano no cuenta con los mecanismos para que los ciudadanos así lo dispongan. Pero al contrario de lo expresado por Fernando Martí, no pueden, pero tampoco renuncian. Por eso, no importa lo que se diga sobre la supuesta caída del gobernador, si al final, no hay un contrapeso efectivo que llame a cuentas a Medina. Las culpas siempre están en otro lado. Por ejemplo, en un medio de comunicaciónmezquino”, según afirmó en el informe para referirse a El Norte. Hay algo en el tono del gobernador que emplaza a los críticos: están conmigo o están contra mí. Al final, los grandes perdedores de esta historia, son los ciudadanos. 

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