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¡Huye!

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Equidad es mucho más que igualdad, porque para que exista equidad, especialmente entre las personas, es necesario que también haya respeto, que se reconozcan las diferencias, que se establezcan relaciones sociales considerando esas diferencias y se promueva tolerancia e inclusión. Entonces, no se trata de que una persona sea o no sea ‘mejor’ o ‘peor’ que otra, sino que entra en juego el cómo es valorada, o cómo se valoran las personas entre sí, algo en donde influyen estándares y percepciones sociales, que son reglas y formas de pensamiento que cambian y se adecúan a culturas y épocas, según se van viviendo. En la sociedad del siglo XXI las diferencias sociales todavía están impregnadas de racismo, nacionalismo o xenofobia y en general rechazo al otro, lo que se traduce en menosprecio a personas o grupos sociales con diversas formas de explotación y sometimiento.

¿Cómo se enseña al hombre a valorar a sus semejantes? ¿Por su conocimiento, inteligencia, capacidad para resolver problemas, apariencia física, cultura, religión o forma de pensamiento? ¿Puede esto dar pie a un sentimiento de superioridad, o inferioridad? Presentada a forma de crítica social, con un buen toque de sátira, la película ¡Huye! (EUA, 2017) toca estos temas. Escrita y dirigida por Jordan Peele y protagonizada por Daniel Kaluuya, Allison Williams, Bradley Whitford, Catherine Keener, Caleb Landry Jones y Lakeith Stanfield, la cinta obtuvo cuatro nominaciones al Oscar en las categorías de mejor película, actor principal, director y guión original, ganando en esta última.

En ella, Chris es un joven afroamericano que visita a la familia de su novia (de aparente origen anglosajón) en la casa de campo de sus padres, sin embargo, el fin de semana se ve perturbado por una reunión con amigos y familiares de los Armitage que hacen a Chris sentirse fuera de lugar e incluso hasta agredido. Poco a poco el joven se va dando cuenta que nada es lo que parece y que estas personas planean hipnotizarlo para tomar el control de su cuerpo y poder utilizarlo a su antojo, insertando la conciencia de alguien más en él.

El escenario tiene una reflexión directa hacia temas actuales relacionados con el racismo y la discriminación, concretamente, dentro del contexto sociocultural actual que se vive sobre todo en Estados Unidos, donde se desarrolla el relato, pero que también funge como espejo hacia otros casos similares alrededor del mundo. El eco de la crítica que se plantea también va enfocado a similares tópicos como el sectarismo, rechazo, aceptación o segregación que se hace de las personas a partir de su raza, ascendencia, cultura y familia. El escenario, en general, habla de una sociedad harta consigo misma y descontenta con quien es. División de clases sociales, prejuicios y apariencias, estereotipos y falta de empatía; actitudes y etiquetas autoimpuestas que promueven desigualdad e inequidad.

En la historia, los Armitage se encargan de realizar experimentos en los que difuminan la conciencia de la persona en su mente para, a través de una operación quirúrgica, ‘poner’ la de alguien más en su lugar, en el cuerpo del huésped. La transacción en el fondo es un acto sustentado en un sentimiento de discriminación. Estas personas no celebran a la raza afroamericana, pero tampoco la excluyen, sino que discriminan al tratar al otro como un ser inferior y menos importante que ellos, ‘objetos’ sin valor que pueden intercambiar, malear y manipular a su antojo, prácticamente como si fueran esclavos.

Chris es la siguiente víctima y su cuerpo será subastado entre los adinerados de las altas esferas de la población que convive en este círculo social exclusivo, todos de raza caucásica, que buscan no sólo un cuerpo nuevo, sino uno diferente y, para ellos, ‘moderno’. Algunos expresan que aquello que los mueve es un simple efecto de moda y tendencia, mientras otros se justifican en su ‘curiosidad’ por las cualidades físicas de las personas de esta raza, creyendo que serían mejores o mejor usadas si se juntaran con sus propias capacidades mentales. Lo que esto refleja es un pensamiento de superioridad llevado al extremo y, en este caso también, transportado hacia un concreto terror tenebroso: la usurpación de cuerpos, que quita al otro más que su físico, también su identidad, individualidad y derecho innato a vivir.

La persona que expresa interés en Chris es un vendedor de arte que, le dice a él, no se ha fijado tanto en su cuerpo, sino en su visión y talento para apreciar y reconocer las formas artísticas, siendo Chris también un fotógrafo. La idea es importante porque recalca que el programa que promueven los Armitage no es más que una transacción de compra-venta que obedece, o se mueve, en función a las reglas del dinero y el poder. En concreto se trata de comprar un cuerpo, anular la personalidad del otro y renovarse físicamente. El dinero y el “conocimiento” lo hacen posible.

Este planteamiento, esta fijación, de querer cambiar un cuerpo por el de alguien más joven, cuyo físico además cumpla con las expectativas sociales de lo que se considera ideal en ese preciso contexto, en esencia habla de un grupo de gente obsesionada con conceptos como la belleza, la juventud y la trascendencia, pero también la opulencia, la arrogancia, el elitismo, la presunción y la necesidad de vanagloriarse buscando la aceptación del otro, cubriendo sus expectativas o las expectativas sociales, más que las personales. Esto refuerza aquella idea de la historia sobre un deseo obsesionado por la vida eterna y la juventud, un imposible que se alimenta tanto del miedo tanto a lo desconocido como al futuro, la muerte y el olvido. ¿Por qué querría alguien vivir para siempre? ¿Porque de otra manera su sociedad los olvida, relega y discrimina?

Los propios Armitage han realizado este proceso de ‘cambio de conciencia’ con los abuelos de su familia, cuya mente ahora habita en dos personas afroamericanas que fueron atraídas con engaños por Rose, quien primero se muestra accesible y amable, disfrazando así sus verdaderas intenciones, una bondad falsa que esconde perversión pero que le permite acercarse a sus objetivos y atraerlos lo suficiente para conocer su mayor debilidad y después explotarla.

“La gente quiere cambiar”, dice en un punto de la historia la persona interesada en el cuerpo de Chris, hablando sobre lo que incentiva a esta gente a acercarse al programa de los Amitage; pero él no habla de un cambio como evolución de crecimiento, sino de uno como forma de entretenimiento, vivir lo que otros viven, metiéndose, literalmente, en el cuerpo de alguien más. Se trata de una curiosidad arrogante más que de una empatía; tomar de los demás por el simple hecho de poder hacerlo, adueñarse de su persona y de aquello que les caracteriza; que es básicamente lo que sucede en escenarios de apropiación cultural (no es honrar al otro, sino arrebatar de él su cultura y trivializarlo). El colonialismo cultural es una forma más de expropiación de la identidad de los pueblos para someterlos y hacerlos a imagen y semejanza del conquistador; así los afroamericanos pueden llegar a la cúspide social, pero asimilando los gustos, comportamientos, actitudes y creencias de la raza “blanca”.

Este escenario de sátira y terror impacta, además de lo logrado por el suspenso y la buena realización del filme, por el tino con que refleja realidades cotidianas por más absurdas que parezcan; la epítome de la historia consiste en que la explicación más ridícula de la situación, una que incluso suena como una broma, es de hecho la correcta realidad.

Gente siguiendo ideas predispuestas y tendencias a la inercia; pensamientos y culturas ajenos a quienes los siguen, que se popularizan simplemente porque el colectivo masivo lo considera ‘interesante’. Entonces, la gente que gusta de algo, ¿lo entiende, lo comprende y lo valora, o sólo lo sigue porque es lo que hacen los demás? esparciendo así, más que reflexión, ignorancia. Valorar es apreciar y reconocer méritos pero, ¿quién determina los parámetros que rigen dicha valoración? Nos encontramos inmersos en una sociedad que manipula y se apropia del otro como si fuera un objeto más, una mercancía; por tanto, no resulta sorprendente que en la narrativa del filme los ciudadanos se comporten de la misma manera. La advertencia puede estar ahí: no son los únicos, también el espectador puede ser colonizado culturalmente. ¿O ya lo está?

Ficha técnica: ¡Huye! - Get Out

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