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I, Origins

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

En una entrevista de 2012 con la revista Wired, Brit Marling platicaba sobre los conceptos de fe y ciencia que se abordan en la película Sound of my Voice, que coescribió y coprotagonizó, cuya trama trata de dos cineastas que investigan un culto que venera a una mujer que dice venir del futuro. Entonces Marling dijo: “Lo extraño de la ciencia ficción es que lo que consideramos ciencia siempre está siendo revisado. La ciencia es nuestra mejor estimación de lo que está sucediendo en este momento, pero no hay duda de que la percepción humana es bastante limitada. Muchas cosas que comenzaron como ciencia ficción ahora son ciencia. Ideas salvajes de escritores de ficción de los años 70 sobre lo que la tecnología podría hacer, que ahora existe. Entonces, ¿es posible viajar en el tiempo? Tal vez. Me gusta pensar que podría ser. Ciertamente fue un ejercicio divertido para nosotros soñar despiertos acerca de cómo sería si realmente hubiera un viajero en el tiempo en el sentido práctico, cosas como el ‘jet lag’ (descompensación horaria) de viajes en el tiempo”.

La ciencia no es sólo un imaginativo de suposiciones basadas en fundamentos científicos, sino que la propia ciencia se atreve a experimentar precisamente porque esos imaginarios existen en primer lugar. La yuxtaposición espiritualidad-conocimiento vuelve a tomar centro en otro de los proyectos coprotagonizados de Marling, la película I,Origins (EUA, 2014), escrita y dirigida por Mike Cahill y que cuenta también con las actuaciones de Michael Pitt, Àstrid Bergès-Frisbey, Steven Yeun y Archie Panjabi.

La historia relata los trabajos de un biólogo molecular, Ian Gray, quien junto a una estudiante de su laboratorio, Karen, realiza investigaciones para demostrar científicamente el proceso de evolución del ojo, desacreditando así toda noción religiosa, fantasiosa o supersticiosa de la creación del universo, los seres vivos y el hombre en sí. Ian entonces conoce a Sofi, una joven con un patrón de ojos muy peculiar y quien profesa una filosofía de vida sustentada en la espiritualidad. Una vez que Karen e Ian demuestran su teoría, Sofi muere. Años más tarde los científicos se topan con que existen estudios basados en el escaneo del iris para crear una base de datos que ayude a determinar si existe alguna relación, física, genética o psíquica, entre dos personas con el mismo patrón de ojos, una nacida tras la muerte del otro.

Cuando el sistema arroja que existen unos ojos idénticos a los de Sofi, Karen e Ian se deciden investigar para profundizar en la teoría, poniendo el debate sobre la mesa: ¿es la reencarnación algo posible?

La pregunta más importante relacionada con esto y que la película expone hacia su recta final, llega cuando alguien cuestiona a Ian, escéptico de cualquier creencia no sustentada en hechos comprobables, respecto al motivo por el que las personas creen en algo y lo aceptan, muchas veces, sólamente una vez que puede ser comprobado. ¿Qué harías si algo científico refutara tus creencias religiosas? ¿Qué harías si algo espiritual refutara tus creencias científicas?

Las preguntas ponen a Ian en un predicamento, porque para él, los hechos son argumentos que aclaran dudas, desenmascaran verdades escondidas y responden preguntas. Sin embargo, en este caso, no sólo se acerca al tema como científico, sino también como un humano sensible a las emociones. Y entonces debe preguntarse si es que ‘quiere creer’ que Sofi pueda vivir, o haber reencarnado, en esta niña que encuentran en India y que tiene la misma edad que los años que han pasado desde la muerte de Sofi. El problema entonces se traslada del terreno científico al mundo de los deseos del sujeto: ¿quiere creer por el sentimiento que aún habita en él respecto a su novia fallecida?

Los ojos, le cuenta su novia repetidamente mientras estaban juntos, son aceptados por muchas culturas como ‘la ventana del alma’, porque son únicos, porque expresan ideas, emociones, pensamientos y sentimientos. Si bien la frase en más poética que científica, tiene, no obstante, una explicación que Karen e Ian exponen: no existen en el mundo dos patrones de ojos idénticos, como no existen dos personas físicamente iguales, ni tampoco huellas dactilares gemelas. La imposibilidad de que haya dos ojos espejo registrados en su base de datos puede significar, uno, un error en el sistema, o dos, la prueba de que en efecto lo que parecía imposible resulta no serlo después de todo. La importante realmente entonces es: ¿la gente está predispuesta a creer en la segunda opción para ratificar, de alguna forma, aquellas creencias espirituales a las que se aferra? Desde luego la voluntad está motivada por la pasión o por la reflexión, la cuestión es buscar las fuerzas que actúan detrás de esos detonantes. En la narrativa, los científicos buscan pruebas de la evolución humana, después, por lo menos Ian, su pensamiento se ve influenciado por su deseo de recuperar al ser amado.

En más de una ocasión la película plantea cómo el debate religión y ciencia puede chocar o coincidir repetidamente. Suposiciones frente a hechos que no se contradicen si sirven para un mismo propósito, que puede ser tanto encontrar la verdad como encontrar la verdad que sirva a cada persona, no a conveniencia, sino para su desarrollo y bienestar. Sofi no hiere a nadie creyendo en un mundo conectado, donde las cosas existen porque tienen que existir y los rezos son formas como las personas lidian con sus problemas. Cuando ella descubre que Karen e Ian experimentan para ‘dar’ ojos a unos gusanos que no los tienen, ella le pregunta a él si no consideró que el animal fue creado así por una razón, refiriéndose tanto al propósito y función del órgano visual como del gusano como especie; lo que igual plantea se puede hablar de evolución como de adaptación. Ningún razonamiento es incorrecto, Sofi lo entiende como una armonía de la naturaleza, mientras que Karen e Ian quieren concebir el mundo desde una base del conocimiento y comprobar que los ojos son otra prueba de la evolución, refutando en el proceso muchas creencias religiosas de que fueron ‘creados’ por una divinidad.

“Buscar y no encontrar también es progreso”, dice Karen en un punto de la historia, porque todo camino que lleva a un descubrimiento está plagado de conjeturas que sólo se aterrizan una vez que se investigan. Llegar hasta esa meta implica tropiezos, porque sólo así se abrirá el camino y desecharán conceptos equivocados. Aseveraciones sólo alcanzadas una vez que son comprobadas, porque la ciencia es, o debería ser, exacta. La ciencia busca establecer la verdad de los fenómenos y procesos. Qué es un hecho o una prueba sino verdades comprobadas. ¿Por qué es tan importante comprobar algo? ¿La gente realmente sólo cree en aquello que ha sido constatado después de una exhaustiva examinación?

Ian hace una serie de preguntas a Salomina, la niña con los ojos idénticos a Sofi, pidiéndole identificar la imagen que más le atraiga entre tres diferentes opciones, una de ellas que está relacionada de alguna manera con aspectos de la vida de la chica: quién era, en lo que creía o los lugares y personas que frecuentaba. La información que Karen e Ian obtienen no está sustentada en datos ni en estadísticas, pues son preguntas de contenido con respuestas de una niña ante preguntas subjetivas. El porcentaje final no sostiene la tesis, pero más allá, los científicos y el espectador deben considerar los elementos o variables que entran en juego y que son capaces de modificar la prueba, específicamente considerar que Ian encuentra a Salomina recién huérfana viviendo en la calle, la lleva a su hotel y le da de comer su alimento favorito, estableciendo así un incipiente lazo afectivo.

Esto influye inevitablemente en las respuestas de la pequeña. ¿Responde lo que piensa y siente o responde lo que cree que Ian quiere escuchar, en un intento por complacerlo sabiendo que ha sido amable con ella? Y al final, lo más interesante es que el científico, a pesar que el porcentaje de la prueba ‘demuestra’ que sus conjeturas no son comprobables y, por tanto, esa idea que se habían hecho de la posibilidad de reencarnación no es justificable, parece querer creer, a pesar de todo, en especial una vez que la niña comienza a llorar antes de subirse a un elevador, que es donde Sofi murió.

El científico dentro de Ian sabe que no es posible que haya una relación entre Sofi y Salomina y que de alguna forma el porcentaje obtenido de la encuesta que le acaba de hacer lo demuestra, sin embargo, sus emociones y sentimientos le hacen querer creer, o aceptar la posibilidad de que pueda ser verdad. Tal vez para sentirse mejor, tal vez para abrir su mente hacia algo que tampoco ha sido comprobado como imposible.

También es importante darse cuenta que un estudio de este tipo necesita más sustento que lo valide, específicamente de manera científica; observación, análisis, comprobación, no sólo registro de datos e interpretación. Las respuestas correctas o incorrectas de la niña pueden deberse a muchos factores, pero además, ¿bajo qué parámetros se realizan las preguntas y sus opciones de respuesta? ¿Cómo es que dos ojos idénticos, o suficientemente similares, pueden comprobar que dos mentes estén conectadas? El análisis del iris puede relacionar dos patrones de ojos que parecen iguales, pero esto no es prueba de que dos mentes sean también la misma, o que los recuerdos de una persona terminen en otra, porque ¿cómo podrían viajar los recuerdos de alguien a otra persona a través de los ojos? Sólo intentar responderlo implica ‘creer’ en conceptos como el alma o la esencia del ser, ideas estrictamente más espirituales que científicas.

Coincidencias o análisis, suerte o decisión; las personas se apoyan en ellos según lo necesitan. Más que contraponer creencias, hay que entender que el choque de opiniones o el idealismo no son limitantes o debilidades, sino puertas hacia la superación. Es decir, analizar, probar, comprobar y debatir es parte de la ciencia, si bien el cuestionamiento también debería ser parte de cualquier creencia apegada a la espiritualidad o al misticismo, y no porque puedan convertirse en ciencia, al contrario, porque más importante que aferrase a algo es atreverse a discutirlo y debatirlo, contradecirlo, para entonces comenzar a buscar nuevas respuestas. El universo está en constante transformación y lleno de contradicciones; indagar sobre esas contradicciones, preguntarse sobre su origen y evolución nos permitirá conocer más de nosotros mismos y de nuestro papel en el universo.

Ficha técnica: I, Origins

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