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Sinfonía en París

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

La danza es más que movimientos en armonía, también es comunicación a través del lenguaje no verbal; expresión por medio de movimientos coordinados y simbólicos. Esa ejecución que transmite emociones y sentimientos entre personas, es la combinación de una coreografía a un ritmo específico junto con una idea o pensamiento abierto a las sensaciones, porque el bailarín debe ‘vivir’ lo que expresa, sentirlo al tiempo que danza, para que el mensaje sea recibido, para que la audiencia también sienta esa tristeza o dolor, emoción o afecto, según se trate.

Esta es la pieza clave sobre la que se construye Sinfonía en París (EUA, 1951), película dirigida por Vincente Minnelli, a partir de un guión escrito por Alan Jay Lerner. Protagonizada por Gene Kelly, Leslie Caron, Oscar Levant, George Guetary y Nina Foch, el filme obtuvo ocho nominaciones al premio Oscar, de las cuales ganó seis: mejor película, mejor guión original, mejor música (para película musical), mejor fotografía, vestuario y decoración, las últimas tres en la categoría de películas a color, pues en aquella época aún se hacía la distinción entre películas en blanco y negro y trabajos a color.

Este detalle es importante por muchas razones; una es que vuelve aún más relevante el proyecto. La película se engrandece gracias a la labor de producción, el vestuario, los decorados, la música y la interpretación de los bailarines en escena, que son clave para transmitir a través de todos los sentidos esta historia de amor que trata sobre un ex soldado estadounidense convertido en pintor que vive en París.

Jerry Mulligan, el protagonista, se enamora de Lise, una joven comprometida con un cantante francés, Henri Baurel, a quien conoce desde hace tiempo, pues ayudó a su familia a escapar de la persecución de la época de la guerra.

La historia de romance es más que el enamoramiento entre los protagonistas y funciona mejor cuando se enaltece con secuencias artístico-musicales, canto y baile intercalados en la historia como un espectáculo visual que deleita los sentidos y alimenta el relato narrativo.

Este es uno de los principales aportes del filme al séptimo arte, esa forma de intercalar el concepto musical dentro de la historia. No se trata sólo de canciones que acompañan al relato, se trata de números musicales sorprendentes, sonido, baile, color y escenografía, todo en conjunto como espectáculo que complementa la trama base que se cuenta: el enamoramiento entre Jerry y Lise a pesar de la barrera que los separa, los caminos diferentes de vida que tienen en esos momentos frente a sí.

Una de las escenas como el público conoce a Lise es a través de la imaginación de un amigo mutuo de Jerry y Henri, Adam Cook, un pianista desempleado que llegó a París gracias a una beca. Adam no conoce a Lise y le pide a Henri que se la describa. Evidentemente el cantante no sabe mucho de la chica, más bien relata cómo la percibe. Sabiendo que le gusta bailar, Adam, y por extensión el público, la va visualizando a través de un baile diferente que cambia cada que Henri intenta ponerle un calificativo a la chica. Así ella, en diferentes escenarios imaginativos, puede ser representada de diferentes formas a través del baile, porque sus movimientos corporales y rutina de danza no son los mismos si se está describiendo a una joven alegre y vivaz, a que, en comparación, se le representa como una chica callada y amante de la lectura. Un ballet que represente al lado más clásico del baile, no será el mismo en escenografía, sonido, movimiento y representación, que si se habla de un baile moderno.

Todos estos detalles hacen notar que la danza y la expresión a través de este arte se enriquecen con cada mínimo distintivo. Esto incluye por supuesto el color y el movimiento, el sonido y el escenario de ambientación. No dice lo mismo, simbólicamente, que una chica baile con un vestido color rojo a que lo haga con uno amarillo. Sinfonía en París es de esos trabajos visuales cinematográficos que llegan para marcar diferencia en este sentido. No por nada es una película recordada por su segmento de 17 minutos de baile, hacia el final de la historia, en la que Henry se imagina con Lisa y el número infinito de posibilidades de lo que podrían vivir si estuvieran juntos.

Para entender cómo una secuencia así puede alimentar la historia está el número que se hace en pantalla para la melodía ‘S Wonderful’ (Es maravilloso), una canción de jazz de 1927 compuesta por George Gershwin, con letra de Ira Gershwin, que en la película interpretan los personajes de Jerry y Henri. Se trata de un baile animado y cantado con emoción por los dos jóvenes, que le dedican a su amada, sin saber que ambos están pensando en la misma chica, Lise. El espectador para entonces ya lo sabe, que ambos están enamorados de la misma muchacha. Los jóvenes cantan con emoción la letra que dice ‘Es maravilloso que ella me quiera a mí’, un número musical lleno de risas, alegría, baile y devoción. ¿Pero, es por eso mismo un número musical más bien triste, sabiéndose que uno de los dos está destinado a terminar con el corazón roto? El contraste es muy representativo, significativo en realidad para el que mira la historia, más que para los personajes.

Es Henri quien aterriza más el tema del romance cuando explica a Jerry, aún sin saber la identidad de la chica de quien el pintor está enamorado, que lo importante en el amor es que ambas partes estén igual de flechadas el uno del otro, porque si una de las personas en la relación no es correspondida con el mismo afecto, entonces el romance, o falso romance (y en el caso de Lise y Henri se trata más de agradecimiento que verdadero amor) terminará por esfumarse.

Otro escenario similar de desamor sucede entre Jerry y su patrocinadora artística, Milo, una heredera que quiere apoyar el talento que dice ver en el trabajo del pintor, pero de quien también está enamorada, o tal vez sólo encaprichada. No sólo Jerry no corresponde los afectos de Milo, sino que ella misma parece sólo perseguir una predeterminada forma del amor, o en su caso, la compañía más que empatía afectiva. La dinámica entre ellos aborda la idea de que no es posible forzar el destino o forzar el enamoramiento, esperando que por inercia se convierta en un sentimiento real.

¿Pero qué es real en cuanto a romance se trata? ¿No es Jerry quien persiguió a Lise cual si fuera un acosador, hasta que por fin ella le da una oportunidad para una cita y sólo así, al conocerse mejor, puede darse cuenta que el joven era en verdad una persona de quien se podría enamorar? ¿No es Henri quien da un consejo ególatra, diciendo que si una chica no está segura de sus sentimientos, se le digan unas palabras de afecto para ver qué efecto tienen en ella, que es algo así como mentir para descubrir la sinceridad de los sentimientos, una actitud en cierto grado denigrante para ambas partes?

“La radio. Y el teléfono. Y las películas que conocemos. Podrían ser cosas temporales y con el tiempo desaparecer. Pero, cariño mío, nuestro amor prevalecerá”, canta Jerry en el número de la canción Love is here to stay (El amor está aquí para quedarse), una melodía de jazz de George Gershwin e Ira Gershwin que hicieron para la película The Goldwyn Follies (1938). A través de la letra de la canción, Jerry le profesa su amor a Lise y ella le corresponde de igual manera, sabiendo que al hacerlo estará traicionando el compromiso que tiene con Henri, pero aceptando, al mismo tiempo, que no puede negar los sentimientos que tiene hacia Jerry.

La película hace hincapié en que su conexión va más allá de las palabras, va más allá del arte y las declaraciones, implica acciones y demostraciones, a través del arte. El baile y la música más notablemente; cantando juntos Love is here to stay, pero también bailando juntos la melodía a un mismo compás y un mismo ritmo, su propio ritmo. Y un punto importante es que no es Lise o Jerry quienes tienen que entenderlo, sino Milo y Henri, que finalmente aceptan que esa chispa, representado con color, musical y artística, realmente sólo existe entre los protagonistas de la historia.

Es entonces cuando el género musical del proyecto toma relevancia, porque el espectador puede ver cómo la música imaginaria que ambos escuchan mientras viven su romance se hace palpable, en pantalla, a través de sonidos y movimientos en escena. En este caso el baile es sencillamente el arte traído a la pantalla, que ayuda a contar una historia de amor, pero que también destaca por su realización o, en este caso, por su interpretación.

Ficha técnica: Sinfonía en París - An American in Paris

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