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Batman, el caballero de la noche

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

En la edición de julio de 2017 de la revista Cine Premiere, Christopher Nolan dijo en entrevista: “Todos desarrollamos nuestro amor al cine a través del cine mainstream. Eso no sucede con la literatura, por ejemplo. […] Todo el mundo se enamoró de las películas con el cine popular”.

La base de su reflexión recae en que, mientras en la literatura, haciendo una comparación, las personas aprenden de este arte por medio de textos y escritores clásicos previamente seleccionados y sugeridos según un análisis basado en el sistema de aprendizaje y los estándares culturales y sociales, en cuanto al cine se refiere, el proceso de acercamiento y profundización, de parte de la gente, es totalmente diferente. “Yo nunca leí John Grishan cuando era niño, nunca leí a Stephen King. Leía los libros que me daban en la escuela antes de empezar a leer por placer. Pero no empecé yendo a retrospectivas de Kurosawa ni nada así. De chico sólo ves Hollywood, lo mainstream”, continúa explicando Nolan.

Las palabras del director británico significan algo importante, que el primer acercamiento al arte cinematográfico viene a través de las películas populares, las de moda, y sólo después, ante el interés, la curiosidad y la variada posibilidad de propuestas, las personas comienzan a explorar otro tipo de historias y formas cinematográficas.

“Por eso creo que cuando está bien hecho, el cine tipo Hollywood tiene mucho que ofrecer”, concluye el director, productor y guionista. Y esto conlleva una reflexión analítica aún más relevante, tanto que el cine es un mundo propositivo con muchas facetas y oportunidades, como que es importante que en una película el espectáculo no esté peleado con el contenido, o lo que es lo mismo, que el cine comercial y de entretenimiento tenga también un contenido proactivo y, al mismo tiempo, ninguna película olvide que igual carga con su responsabilidad de no ser común y típica, es decir, que entretenga y atraiga, que sea envolvente y relevante, que motive la reflexión y el análisis.

Esta combinación, dentro del trabajo de Nolan, puede encontrarse en varios de sus proyectos, pero más notablemente en la trilogía dedicada al personaje de Bruce Wayne, Batman, aquel superhéroe de DC Comics.

Esta característica peculiar, un héroe de historietas llevado al cine, que implica a la cultura popular, convirtió a la trilogía de películas en cine mainstream y dentro de la preferencia predominante del momento, las adaptaciones de los comics al cine. Estas películas de Nolan, por su parte, destacaron de entre otras similares de su género y estilo por encontrar ese balance entre entretenimiento y profundidad de contenido.

Entre ellas resalta Batman: el caballero de la noche (Reino Unido-EUA, 2008), protagonizada por Christian Bale, Michael Caine, Heath Ledger, Gary Oldman, Aaron Eckhart, Maggie Gyllenhaal y Morgan Freeman. La película estuvo nominada a ocho premios Oscar, la mayoría en las categorías técnicas (mejor dirección artística, fotografía, sonido, efectos visuales, maquillaje y montaje), de los que ganó dos, mejor actor de reparto para Heath Ledger y mejor edición de sonido.

La historia se centra en la lucha entre Batman contra el Guasón, pero se construye con base en dos cuestiones importantes: ¿puede una persona buena hacer cosas malas, o una persona mala hacer el bien con sus acciones? y ¿es un superhéroe un vigilante que hace su propia justicia al margen de la ley? Además, en el trasfondo se encuentra el eterno dilema de definir qué es bueno y qué es malo, así como su correlativo respecto al sentido de la naturaleza humana: ¿Es bueno el hombre por naturaleza?

En la narración, los habitantes en Ciudad Gótica consideran a Batman más que un superhéroe que está ahí para defenderlos, en todo caso, un personaje con la suficiente fuerza, sin límites o limitantes, capaz de castigar a su antojo. Le llaman un vigilante porque lo consideran un peleador que no responde a ninguna autoridad o código, que ejerce la justicia y castiga a los delincuentes según su propio criterio, lo que consideran más que benéfico, problemático y peligroso.

Pero Batman no puede trabajar cooperando con la policía porque las leyes mismas y el sistema judicial, quienes lo integran, está corrompidos y velan más por el beneficio del criminal que el de la gente en sí. ¿Qué representa entonces Batman cuando es tratado como un forajido? ¿Quién sino él para pelear contra la injusticia? Y sobre todo, la pregunta más importante, ¿es que no hay nadie, ningún policía o ciudadano que sea correcto, loable y defensor de lo justo?

“No soy el héroe que Gótica necesita”, dice Bruce, sabiendo que se esconde, o protege, tras una máscara y esto lo distancia de la gente, generando desconfianza en lugar de empatía. Si un héroe es una persona que lucha por la comunidad, que hace sacrificios a favor de causas nobles, Batman es un héroe, el héroe que la ciudad necesita, si bien, tal vez no el que quiere.

Las personas están acostumbradas a un tipo de personaje específico al cual seguir y celebrar. Carismático, ingenioso y con muchas promesas de cambio que le permiten ejercer liderazgo social, como ejemplo de muchos políticos de la vida real, ese hombre en Ciudad Gótica es Harvey Dent. “Harvey es ese héroe. Encerró a la mitad de los criminales sin necesidad de una máscara. Gótica necesita un héroe con cara”, dice Wayne.

En contraste, la antítesis de todos estos ideales es el Guasón, un ser diferente, marginado, que se mueve en el mundo delictivo, pero que más allá de eso se desenvuelve como un anarquista y defensor del caos. “Algunos hombres no buscan cosas lógicas, como dinero. Uno no puede comprarlos, intimidarlos, razonar o negociar con ellos. Algunos hombres sólo quieren ver el mundo arder”, dice Alfred, el mayordomo de Wayne, respecto a este personaje y tiene razón, el Guasón es una persona individualista que se divierte creando conflictos pero que además cree que el caos es, además de útil, para él, necesario. Valora la importancia del mal no por la maldad misma, sino por el equilibrio que, según cree, es vital para que el mundo y la sociedad sigan en movimiento. Expresión ideológica, por cierto, con un arraigo mayor en el llamado sentido común de lo que puede pensarse, lo que impulsa acciones constantes para generar violencia con la intención de acabar con la violencia.

Su objetivo es provocar al otro, corromper hasta a la persona más correcta, hacer evidente que la maldad es parte integrante de la naturaleza humana, para demostrar que la verdadera respuesta es en efecto la confusión, el alboroto y el desorden. Esa persona que el Guasón tiene en mente es Dent, para con ello demostrarle a la sociedad y específicamente a Batman que la vida no es esperanza, ni puro amor, sino triste crudeza, interés egoísta, para demostrar que la realidad no es la bondad que se profesa, sino indiferencia, desidia y corrupción.

Un héroe toma las decisiones difíciles, no los reflectores. Batman hace lo que tiene que hacer, que es, en corto, lo que los demás no están dispuestos a enfrentar, a sacrificar, incluso cuando es la única forma de resolver los problemas. El método del Guasón es poner a prueba a la gente, quebrantar su espíritu, obligarlos a enfrentar a sus demonios y cruzar la línea de la ética y la moral, elegir el beneficio de unos pocos por sobre la tragedia de muchos, por simple conveniencia y ley del menor esfuerzo.

No salir triunfantes ante la prueba del Guasón es convertirse en todo lo que está mal en el mundo. “O mueres siendo un héroe o vives lo suficiente para convertirte en villano”, dice Dent en un punto de la historia. Él se vuelve un villano pero no por las trágicas circunstancias, sino porque así lo elige, empujado hasta la falta de cordura por el Guasón. Su problema no es haberlo perdido todo, su vida, sus triunfos, su novia y su salud, sino que su falla es no tener la suficiente fuerza, valor, coraje y actitud para enfrentar esos problemas, dejándose ahogar por ellos antes de luchar, sometiéndose a la venganza en lugar de enfrentar la adversidad.

El Guasón también pone a prueba a la gente, convencido de que las personas olvidarán sus principios ante la primera señal de problemas, desorden, desesperanza y abatimiento. Primero lo hace cuando amenaza con orquestar masacres masivas si alguien no mata primero a un empleado que dice revelará la verdadera identidad de Batman. La gente comienza a ceder y accede aceptar las condiciones del Guasón, bajo la lógica de que defender a Batman y evitar que se revele su identidad es defenderlo a él, no a la sociedad. El razonamiento sigue el principio egoísta que dicta: ‘que pague él en lugar de nosotros’, una iniciativa tan falta de solidaridad como de moralidad y hasta justicia.

La segunda prueba del Guasón sucede cuando pone bombas en dos barcos y les da los detonadores a los tripulantes de los botes contrarios; los que denoten la bomba del otro, sobrevivirán. Salvarse uno mismo es la prioridad de la gente, pero se trata de instinto visceral. “Son tan buenos como el mundo se los permite”, dice el Guasón.

El escenario en ambos casos empuja a las personas a tener que elegir ponerle un valor a la vida y los presiona a convencerse que la decisión correcta es la dejar que el otro se sacrifique en lugar de hacerlo uno mismo, para, en ello, sentirse con el poder de castigar, de hacer justicia por su propia mano, en especial cuando uno de los barcos está abordado por los criminales más peligrosos de toda la ciudad. ¿Quién de todos ellos, en cualquiera de los dos escenarios, merece realmente morir? Nadie.

Tal vez más que héroe o vigilante, Batman es un protector. “Creías que podíamos ser hombres decentes en tiempo indecentes”, le dice Dent, una vez que ha elegido el camino de la destrucción y la venganza, en lugar de la lucha por la justicia que tanto profesó. Pero los ganadores y los perdedores no son ni Dent ni el Guasón ni Batman, es la gente común, es ciudad Gótica, que gana siempre y cuando decidan que nadie, ni ellos ni los políticos, ni los gobernantes ni los criminales, ni lo superhéroes, están por encima de lo correcto, de la ley y de la justicia. Sólo falta precisar que las leyes son producto de las decisiones de los hombres, de los ciudadanos y que, por tanto, más que superhéroes o líderes incorruptos lo que se requiere, en Ciudad Gótica o en cualquier parte del mundo, es formar personas cultas.

Ficha técnica: Batman, el caballero de la noche

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