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Legítima defensa

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Un abogado necesita conocimiento de leyes, pero también astucia para hacerlas valer, porque un juicio o un proceso legal cualquiera se alimentan de esa habilidad para utilizar la información en el lugar adecuado, en el momento adecuado. La astucia, al fin y al cabo, es un plan elaborado para engañar, o para evitar el engaño; en el caso legal, con respecto al contenido jurídico y cómo se aborda para un caso específico. No se trata en sí de una mentira o manipulación, pues como estrategia, puede usarse para ganar casos que lo merecen; es más bien una aptitud, como destreza, basada en el ingenio y la experiencia, precisamente de conocimiento.

En Legítima defensa (EUA, 1997), Rudy Bailor, el protagonista de la historia, es un abogado novato e idealista que pretende involucrarse en casos que considera merecen ir a juicio para enderezar ciertas injusticias del sistema; sin embargo, su falta de habilidad lo llenará de buenas intenciones pero pocos elementos jurídicos para llevarlas a cabo, aprendiendo, en el camino, que en su profesión no se trata solamente de exponer la verdad o apelar por los derechos de las personas, sino de pelear por ellos, de exigir y lograr que se reconozcan y ejerzan, casi siempre frente a un grupo de personas que se opone, con su propio esfuerzo a cuestas, con estrategias y argumentos bajo el brazo, para hacer valer lo que sería su propia verdad. Lucha de intereses en donde la “verdad” siempre es relativa en función de la interpretación de los hechos y de lo que la ley establece a la letra.

Al entrar a trabajar con un abogado que tiene su propio despacho y quien de paso atraviesa por una investigación policiaca relacionada con fraude, Rudy se asocia con Deck Shifflet, un asesor con poca ética pero experto en cuestiones como reunir evidencia, encontrar clientes o detectar el engaño; en corto, el opuesto a Rudy. Pero aunque Deck no es un abogado estrictamente hablando, porque nunca ha presentado el examen que lo valida como tal, su eficacia recae en estar dispuesto a arriesgarse para conseguir lo que necesita, con una política de vida que parece decir ‘siempre demanda’, no por la justicia, sino por la ganancia monetaria que eso representa y que, sabiéndolo o no, funge como motor del mismo sistema legal y lo alimenta.

Los casos que lleva el joven protagonista son tres: una anciana decidida a cortar de su herencia a sus convenencieros hijos, una joven que es golpeada por su esposo y, una familia que demanda a una compañía de seguros por negarse ayudar al tratamiento médico de su hijo, diagnosticado con leucemia y quien tiene como expectativa sólo pocos meses de vida.

El común denominador temático es el abuso de poder y las injusticias; el cómo las personas buscan sacar provecho de los más débiles, subestimándolos con una actitud de desdén. Así trata el hijo a la anciana que planea su testamento, sólo en busca de dinero, cuando ella, ni tiene tanto ni quiere vivir su vida alrededor del eco monetario. Lo mismo sucede con la chica que experimenta la violencia familiar, casada desde joven y sin apoyo de nadie, miedosa de salir de la relación y sin el suficiente valor de enfrentarse a la realidad.

Pero en especial, así es el caso que involucra a la aseguradora, que niega las solicitudes de la madre del desahuciado para que le asignen los recursos monetarios a que tiene derecho en función de la póliza de seguro que adquirió, simplemente porque la política de la empresa, como se administra, está diseñada no para ayudar, sino para ganar dinero a expensas de la gente más necesitada.

El abogado que los representa accede a que Rudy defienda a la parte afectada porque sabe que el joven es inexperto y primerizo, que no tiene un mentor ni apoyo de alguien que lo respalde. La misma actitud engañosa, abusiva y autoritaria se vuelca sobre el caso, cuando ofrecen cerrar el trato dando una suma de dinero a la familia para olvidar la demanda. Pero ni ellos ni Rudy quieren dinero, sino justicia.

El motor que mueve a los demandantes es exponer la verdad, el cómo opera esta empresa aseguradora, engañando a la gente y dándoles la espalda cuando necesitan de los servicios contratados. Práctica por lo demás común en el mundo de las aseguradoras de todo tipo.

La solicitud de la familia ha sido rechazada siete veces, pero ellos insisten, no porque su hijo pueda salvarse (porque si hubo una esperanza de vida, ésta ya ha pasado), sino porque saben que son sólo un ejemplo de entre los otros miles de casos que seguramente también existen, y que, sólo peleando de vuelta y no quedándose callados, podrán tal vez proponer un cambio, incluso si ese cambio implica sólo revelar la verdad detrás de la aseguradora, la estafa como norma de conducta.

La empresa demandada quiere enterrar la realidad y despide a empleados clave que podrían testificar en el juicio, borrando además los archivos que demuestran que es protocolo negar todas las solicitudes de quejas durante el primer año, con el fin de que el cliente desista antes de que pueda darse luz verde a una evaluación del caso. Así, la empresa se queda con el dinero de la póliza que el cliente ya pagó y se asegura que, de alguna forma, ésta nunca sea ejercida.

Es entonces cuando Rudy irá entendiendo que una defensa legal es más que una defensa por lo correcto, es conocer las reglas pero también saber cuándo romperlas, porque aunque tenga la razón, él y sus clientes, aunque el juez lo vea e incluso la aseguradora lo sepa (de ahí que ha escondido la evidencia que los demuestra culpables), no ganará el caso a menos que tenga la forma de comprobar su razón, los argumentos jurídicos y las evidencias que los respalden, más allá de la lógica ética del caso y de cómo pueda plantarse en la conciencia de las personas y del jurado.

Al final, el joven abogado desiste de su profesión, sabiendo que no puede jugar al juego del engaño y las apariencias, desilusionado del sistema y de cómo éste permite que la estrategia legal, o la astucia, pueda utilizarse para el beneficio de algunos cuantos; sabiendo que, de seguir, podría convertirse en aquella persona de las que reniega, pues para luchar por los derechos civiles de las personas, otros tendrán que pagar, o que perder, porque una demanda implica un acusado y una pena, un culpable y un castigo. El abogado busca estabilidad y justicia, pero no parece estar dispuesto a pagar el precio por ella.

Incluso cuando gana el caso y se determina que la aseguradora pague una cantidad millonaria a la familia (que pretende donar el dinero a la caridad ahora que su hijo ha fallecido a causa de su enfermedad, pero satisfechos por hacer valer sus derechos), la empresa se declara en bancarrota, con otras demandas de casos iniciados a raíz de la investigación y dejándolos, a todos, por esa misma razón, sin su debido pago. Al final ganar es perder, pero perder habría sido no ganar nada.

La película fue dirigida por Francis Ford Coppola, quien también escribió el guión, basado en la novela de John Grisham ‘The Rainmaker’ (que en la historia se refiere a alguien que puede hacer llover, es decir, alguien que hace milagros, aunque en la profesión, se trata de un abogado con habilidad para atraer y mantener clientes). El proyecto está protagonizado por Matt Damon, Danny DeVito, Danny Glover, Claire Danes, Jon Voight, Roy Scheider, Mickey Rourke, Virginia Madsen, Mary Kay Place y Teresa Wright, entre otros.

Ficha técnica: Legítima defensa - The Rainmaker

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