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Cine de culto

Diana Miriam Alcántara Meléndez

El cine de culto contempla aquellas películas valoradas con algún grado de admiración por parte de la cultura popular, ya sea por su particular realización o temática, y/o por el legado social o cinematográfico que logran con su existencia. El término comenzó a usarse cuando los seguidores y fanáticos, desde los inicios del cine, luchaban por mantener presentes películas que comenzaban a ser olvidadas por el paso del tiempo o la censura.

Cuando algo es considerado un objeto de culto, destaca entonces por el valor que sus seguidores le otorgan. Hay literatura de culto, por ejemplo, en donde se considera a escritores fieles a su visión, creativos e innovadores, que salen de las normas establecidas por lo convencional para crear nuevas propuestas. El libro “En el camino” de Jack Kerouac es un ejemplo, importante por su representación del movimiento Beat con eco e impacto no sólo para su época, sino también para las generaciones siguientes.

Se entiende que culto es el ser humano que posee una amplia formación intelectual y práctica, pero también se sabe que el objeto de culto es algo que se considera digno de ser venerado, que es tratado con admiración y respeto. En el cine, el calificativo “de culto” aplica a aquellos realizadores o películas que transforman el área en la que trabajan para proponer una nueva visión, no siempre mejorada, de cómo abordar su ramo. Los realizadores de culto en el cine se caracterizan por romper con los convencionalismos de la cinematografía, ya sea en su elaboración o contenido. Las películas de Ed Wood, por ejemplo, películas de clase B (de bajo presupuesto), se convirtieron en películas de culto por esa peculiaridad, tener una producción carente (a veces en historia, efectos especiales o actuación), que no sólo se notaba, sino que la exageraba a su favor, atrayendo por esa misma razón a su audiencia y a veces también a la crítica especializada.

Pero películas de culto como El mago de Oz, Memento o Blade Runner han entrado a la categoría por lo detallado de su realización, desde dirección, historia, temática o actuaciones. Estas historias del cine sólo se vuelven relevantes dentro de la cinematografía y los géneros a los que pertenecen por ese impacto que hacen dentro de su propio rubro, por los efectos generados de admiración y entusiasmo en el público que las disfruta, sentando nuevas posibilidades para la realización de historias y la forma como se cuentan.

Memento, por ejemplo, sorprendió por su narrativa no lineal con que desenvuelve su historia, mientras Blade Runner lo hizo por la forma como abordó su temática, combinando la ciencia ficción con preguntas reflexivas sobre la existencia del hombre, encontrando su discurso crítico envuelto en un filme de acción y misterio, lo que la hizo sobresalir y destacar para llegar a ser aceptada por el público y los analistas, pero en especial por lograr perdurar con el tiempo, manteniéndose presente en la cultura gracias a sus seguidores.

Naranja Mecánica o The Rocky Horror Picture Show destacaron dentro del cine, volviéndose cine de culto, por la forma en que proponían sus temas y abordaban sus historias, atrayendo a una audiencia específica dentro de la cultura y su sociedad. Su tratamiento fuera de lo convencional cumple con el propósito de alejarse de las audiencias masivas o de cubrir las expectativas del cine comercial. La clave es ser diferente y ofrecer propuestas diferentes, ganando así la aceptación de la audiencia que reconoce esa diversidad; aunque no todo cine poco convencional puede ser calificado como cine de culto.

La principal característica de las películas de culto es romper moldes para alejarse de la fórmula estructural, de la norma, ya sea en la forma en que se cuenta la historia o se acerca a su audiencia, la forma en que aborda su género cinematográfico o las reglas del mismo. Para hacerlo no pueden caer en lo habitual y muchas veces ello conlleva polémica o censura (Freaks, Blow-up, Showgirls o Psicosis son ejemplo de ello), o a exagerar la nostalgia, historias que el mismo público sigue haciendo presentes por iniciativa propia (como Nosferatu, Desayuno en Tiffany’s, Matrix o El proyecto de la bruja de Blair).

Las películas de culto también crean un impacto en la cultura, generando innumerables grupos de seguidores que se involucran con la historia y la hacen presente en su medio y contexto; pero de igual forma, no todas las películas con grandes números de seguidores pueden considerarse películas de culto; las películas de X-Men, por ejemplo, cuentan con miles de seguidores, pero esa sola característica no las hace de culto.

La saga Star Wars, por su parte, cumple con ambas características que la hacen de culto. Sorprendió con su realización y con el tipo de ciencia ficción que presentaba con el universo ficticio que creó, pero también con su tipo de producción en inventiva, personajes, misiones, vestimenta y, en general, su visión del futuro con que envolvía la historia que contaba. Su legado como cine de culto se sustenta en ese impacto dentro del mundo del cine, a la par de su legado dentro de lo cultural, que traspasa barreras de tiempo y espacio, donde los seguidores se ven tan inmersos en la película y su mundo creado que lo mantienen presente en el colectivo con el paso de los años, con representaciones de la historia, celebraciones de conciertos con la música de la película, participando en eventos relacionados al filme, vistiéndose como sus personajes favoritos y coleccionando todo lo relativo a ellos. Es la conjunción de todas estas características lo que la hace un ejemplo representativo del cine de culto.

De esta forma, muchas de estas películas incluso pasan a ser, además de cine de culto, cine clásico, que son las películas de referencia en la historia de la cinematografía, ya sea por su aporte al séptimo arte (en cuestiones técnicas de filmación como lo hizo Alfred Hitchcock con Vértigo), o en la cultura social que se adueña de estas historias (Vaselina, Akira o Kil Bill son ejemplo de ello).

No todos los clásicos son películas de culto, ni todas las películas de culto son también cine clásico, pero lo que hace que un filme pertenezca a ambas categorías es la forma en que la sociedad y el público aceptan o rechazan un proyecto, y lo adhieren a una cultura o su subcultura específica. Películas como Hostel o Saw pueden ser de culto dentro del cine de terror gore, gráfico y violento, pero dentro de la cinematografía como séptimo arte, la técnica y realización no aportan elementos valiosos para su evolución, es decir, no logran trascender a cine clásico. El cantante de Jazz, por ejemplo, es el caso contrario, porque tanto es parte de la cultura popular como también es relevante dentro del cine por ser significativa históricamente respecto a la transición del cine en blanco y negro al de color. Esta historia es tanto cine de culto como cine clásico.

La presencia de este tipo de cine nunca se agota, porque no necesariamente debe ser comercial o agradar a la crítica, ni ser aceptado por todo el público o siempre ser artístico, pero tampoco debe ser forzosamente un fracaso comercial, ni ganar el mayor dinero en taquilla; porque puede ser valorado al momento del lanzamiento o, por el contrario, años después de haberse estrenado, porque puede crear tantos subgéneros (el cine gore, el slasher, el de carreras clandestinas automovilísticas, el de animación o el cine gay, por ejemplo ) como legiones de fanáticos que lo reconozcan como tal.

Este es un cine que crea impacto en la cultura cinematográfica, con enfoque creativo que atrae la atención, al mismo tiempo que perdura dentro del colectivo social. Las posibilidades, gracias a estas características, son inmensas, aunque el calificativo no se adquiere ni se gana de la noche a la mañana, a pesar de que el término se ha vuelto más subjetivo y comercial con el paso del tiempo. Lo significativo para conceptualizarlo será el grupo de seguidores, de cinéfilos, que se conformen para rendirle culto, para integrar una secta (en el sentido de comunidad) que convierta a la película en objeto de su idolatría.

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