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Los Ángeles al desnudo

Diana Miriam Alcántara Meléndez
Diana Miriam Alcántara Meléndez

Una ciudad llena de glamour, estrellas de cine, elegancia y perfección; una idea vendida, una imagen que se pretende. Los Ángeles suele relacionarse con el cine y el idílico mundo de los placeres, las fiestas y la opulencia, pero eso no la excluye de tener los mismos problemas que cualquier otra ciudad, a veces hay crímenes, corrupción, hay venganza, muerte, negligencia, avaricia y competencia despiadada.

El contraste entre escenarios es parte de la atmósfera que el cine negro (film noir) utiliza en sus historias; Los Ángeles al desnudo – L.A. Confidential (EUA, 1997) es ejemplo de ello. La historia se ambienta en la década de 1950, la época de oro de Hollywood, donde las estrellas de cine, su fama y su estilo de vida, eran foco de atención y motor inspirador de una ciudad como Los Ángeles. En contraposición se encuentra el lado oscuro de la ciudad: asesinatos, drogas y maleantes tomando el control de las esferas políticas y económicas de la ciudad. En ese ambiente se encuentran: Bud White (Russell Crowe), un temperamental y rudo detective defensor de toda mujer en problemas; Jack Vincennes (Kevin Spacey) un oportunista y manipulador detective de Homicidios que se hace de fama popular contratando los servicios (y ayuda) de Sid Hudgens (Danny DeVito), periodista de chismes con enfoque policiaco; y Ed Exley (Guy Pearce), un policía que cree en la justicia pero que hará cualquier cosa con tal de ganar, subir de posición en el cuerpo policiaco, imponer mano dura en nombre de la justicia y hacerse de una reputación legendaria.

Cada detective tiene sus fallas, pero su corrupción, falta de principios éticos, rigidez en la conducta, es para ellos una característica necesaria en su trabajo para hacer bien las cosas, para cumplir con lo que de ellos se espera; algo así como que para hacer un bien común hay que pagar un precio, que puede traducirse en sobornos, golpizas, implantación de evidencia, acusaciones falsas o el seguimiento de la ley, inflexiblemente, al pie de la letra, por muy imperfectas, inmorales y cuestionables que estas acciones puedan llegar a ser.

Cuando uno de los más grandes traficantes de drogas y líderes del crimen organizado en la ciudad es detenido por no pagar impuestos (en referencia homenaje a Al Capone) su puesto es el gran premio para muchos otros “empresarios” de la zona. El día que el compañero de Bud White es asesinado en una cafetería, las pistas llevan a cada detective, por su cuenta, a ir siguiendo un caso en el que al parecer los implicados son personas con importante renombre en la ciudad, además de estar ligados, de alguna manera, con el negocio de tráfico de drogas. Bud descubre que la situación está relacionada con Pierce Patchett (David Strathairn), hombre de negocios que además es dueño de una red de servicio de prostitutas que físicamente se parecen a estrellas de cine, entre ellas Lynn (Kim Basinger), de quien Bud se enamora y a quien quiere ayudar para salir del negocio. Jack Vincennes, con ayuda de la información extra-confidencial de Sid, descubre una relación entre los sucesos y la red de prostitutas “Fleur de lis”, aunque no sabe con exactitud que es el negocio de Patchett. Y Exley, quien se ve triunfador por el arresto y muerte (en un tiroteo) de los sospechosos de los asesinatos en la cafetería en donde falleció el compañero de Bud, descubre que la evidencia está convenientemente plantada, lo que significa que fue orquestada por los verdaderos responsables, quienes, para tener acceso a la información necesaria, deben estar bien conectados en la política y con el departamento de policía.

La red de corrupción y engaño se entreteje en un bien planteado desarrollo que desenvuelve en paralelo cada uno de los objetivos que mueve a estos tres detectives; ellos, sin saberlo, van persiguiendo el rastro de pistas que deja el caso, las cuales, por sí solas, no forman con coherencia una explicación de los hechos, pero unidas, pieza por pieza, sí, develando el porqué, cómo y bajo qué condiciones operan las personas responsables de los asesinatos, la falsa inculpación de los sospechosos y el nuevo negocio de drogas que ha llegado a sustituir el del recién capturado jefe del narcotráfico en la ciudad. El espectador, que mira cada una de estas piezas, puede ir hilando un misterio con las suficientes ramificaciones como para concluir que la imagen lo es todo; nada es lo que parece porque las apariencias son la clave de esta realidad.

La narración inicial, a cargo de Sid Hudgens, que escribe su columna sensacionalista, así lo explica, la ciudad no es realmente como la publicidad le hace creer a la gente que es; las personas en cargos importantes de poder, dentro del gobierno o la policía, por ejemplo, se han encargado de filtrar la información que se le presenta a la ciudadanía en una labor que pretende mostrar a sus ciudadanos el lado amable, perfecto y soñador con que Los Ángeles es asociada, ocultado una verdad llena de corrupción y muerte; incluso al final, cuando el caso es resuelto y los implicados son denunciados a los superiores de la justicia, las apariencias se mantienen, la verdad es dicha a medias y las negociaciones vuelven a suscitarse, todo es política y el que tiene el poder nunca pierde.

El desenlace es más que agridulce, una victoria a medias en donde los héroes reciben sólo una parte de lo que realmente quieren y merecen, para algunos incluso en las peores condiciones; mientras otros más se salen con la suya. El caso se resuelve, pero la realidad de los hechos, el panorama general de la ciudad, queda intacto; siempre habrá una publicación de chismes y amarillismo, siempre habrá un policía corrupto que utilice la información y la fuerza para negocios ilícitos, siempre existirá la compra de testimonios, siempre habrá un opresor y un oprimido. Lamentable porque queda la sensación de que es necesario mentir, engañar y manipular para tener éxito en la vida, así como para salvaguardar las “buena conciencias” de los ciudadanos, ajenos a estas realidades, pero ansiosos de tener seguridad y tranquilidad en “su vida”.

Ese tipo de sinsabores trágicos son parte del clásico tono con que el género de cine negro (o neo noir, como se le denominad al cine negro moderno) y crimen juegan en su narrativa, que en lugar de buscar ser esperanzadores y alegres, se apegan a una realidad más dramática y desoladora, una realidad más creíble, pequeñas luchas ganadas en una batalla más grande que la de los personajes dentro de la historia, inmersas en una realidad de juegos de poder superior al de las limitadas esferas de la vida personal del ciudadano común.

Basada en la novela James Ellroy y dirigida por Curtis Hanson, la película fue nominada a 9 premios de la Academia, de los que ganó dos, mejor actriz de reparto para Kim Basinger y mejor guión adaptado, para Brian Helgeland y Curtis Hanson.

Ficha técnica: Los Ángeles al desnudo - L.A. Confidential

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