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Los descendientes

Diana Miriam Alcántara Meléndez

Afortunadamente el cine ofrece la posibilidad de explorar escenarios diferentes, personajes múltiples, vivencias sorprendentes y demás aspectos relacionados con el hombre y su entorno. En este caso Los descendientes (EUA, 2011) presenta la historia de un hombre común, quien entra en crisis al tener que afrontar sus relaciones familiares luego de que su esposa sufriera un accidente que la deja en estado de coma.

Existen tres puntos sobresalientes del resto de la película, ya de entrada bien lograda. El primero es el sello del director Alexander Payne, en segundo lugar las actuaciones del elenco y, en tercero, los temas a tratar durante el largometraje.

Sin ánimo de realizar una comparación directa, es importante revisar la filmografía de este director, quien se ha dedicado a explorar la crisis de los hombres maduros ante situaciones de la vida misma, es decir, la realidad con sus altos y bajos. En este caso es notable el detalle y sensibilidad que Payne le da a la historia, el compromiso que dedica al proyecto para no convertirlo en un relato melodramático, sino un relato con la dosis idónea de reflexión en cuanto a las emociones por las que las personas pasan cuando enfrentan situaciones que les exigen crecimiento, madurez moral e intelectual, algo que se observa en los personajes principales de la película con relación a la dinámica familiar de cada uno de los miembros que conforman un núcleo disfuncional, tanto en la dinámica esposo-esposa como en las relaciones padres-hijos, por mencionar las más recalcadas.

Mucho del aporte ante estas dinámicas viene de la buena interpretación de los actores sobre sus personajes (resaltando también la creación distintiva, única y bien desarrollada por parte del guión). Lo más importante en la historia, y el reto para los actores, es el de ser peculiares, únicos, y memorables, algo que en conjunto se logra. Más allá de mostrar el más grande trabajo actoral por parte de cada miembro del elenco, lo que se logra en pantalla es un desempeño bien retroalimentado a cargo de un grupo de actores que trabajan para ofrecer, en su ejecución del libreto, una labor con la honestidad y naturalidad mejor posible, lo que se consigue exitosamente.

Es posible debatir el grado de realismo de la historia, no en cuanto a su ambiente y cultura social (la película se desarrolla en Hawái), ni a las dimensiones de los personajes (desde adultos protectores o inseguros, hasta jóvenes rebeldes o relajados), sino en cuanto a la conjunción de las diferentes personalidades y el trato entre éstos.

En este caso, y de acuerdo con la narrativa elegida para contar la historia, el espectador es constantemente un observador de sucesos más que un partícipe activo de los eventos. Esto no significa algo malo o algo bueno como tal para la película, en especial porque la narrativa invita a la audiencia a ser testigo del desarrollo de la historia, en espera de conocer el desenlace de los hechos, las decisiones y el cambio (o crecimiento) de cada uno de los protagonistas.

La esencia de la historia recae en encontrar el balance entre drama y comedia, en dar introspección a las situaciones (buenas, malas, tristes o difíciles) a las que se enfrentan los personajes, pero sin perder el ameno, más que cómico, y naturalmente relajado ambiente de la vida misma; es como si simplemente quisieran decirle al espectador: “así es la vida”. Algo que por cierto algunos podrán criticar como falta de dramatismo, conflicto, seriedad, realismo, o simplemente, ligereza en demasía.

El proyecto logra explorar durante su desarrollo el reto de educar y de ser padre, explorar las relaciones de pareja y las relaciones familiares, el alcance de las decisiones de vida, las emociones encontradas ante eventos devastadores (como lo es la muerte), las responsabilidades, la lealtad, el respeto, las confusiones propias de las diferentes etapas de vida (niños, adolescentes, adultos), en fin, diferentes áreas del desarrollo humano, ofreciendo un esbozo de las capas que componen la personalidad del hombre y su propia complejidad, en ocasiones con mayor o menor éxito.

Afortunadamente se ofrece la dosis suficiente para concluir que en ocasiones las personas simplemente avanzan en la misma dirección que la corriente, hasta que un algo los obliga a detenerse a tomar decisiones por propia mano, a enfrentarse a la necesidad de decidir su presente y futuro. Estas resoluciones tendrán que formar el carácter de los personajes; ver en pantalla el camino que hacia allí los dirige es la parte más gratificante del largometraje.

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