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No se puede todo

Diana Miriam Alcántara Meléndez

Es imposible ver todo lo que se produce, cinematográficamente hablando, en un año, porque es impertinente acercarse al cine con los brazos abiertos de par en par, a menos que se desee terminar con una que otra frustración, algunos cuantos enojos y horas perdidas, o el ligero sentimiento de odio y sensación de estar harto en lo que respecta al séptimo arte. Si bien el espectador debe tener la mente abierta, a fin de cuentas, en el cine, como en la vida, hay que ser selectivo.

¿Qué sería si todos nos dedicáramos a ver una película diaria o a ir al cine por lo menos una vez a la semana? Entre otras cosas mucho aprendizaje, demasiada abstracción y abundante conocimiento; lamentablemente también, muchas críticas, bastante confusión y  contradicciones a pasto. Ni los amantes del cine, ni aquellos cuyo trabajo y pasión son las películas podrían soportarlo por más de un determinado tiempo sin antes detenerse a pensar que la producción anual se incrementa constante e infructuosamente y, por tanto, concluir que a pesar de las buenas intenciones y dedicación, no todo el cine está hecho de calidad y para todas las personas, pero también que no todo el cine se realiza con la misma dedicación ni con las mismas intenciones, cualesquiera que estas sean.

Una cosa es aprender del cine, analizarlo y conocerlo, y otra muy diferente convertirse en un adicto al punto que la situación se vuelva casi enfermiza. Por ejemplo, incluso los comentaristas deportivos, después de una jornada de tres o cuatro partidos al hilo, terminan el día con alguno que otro comentario que llega incluso a desviarse del tema; a veces el consumo en exceso sí lleva a la locura.

Lo peor es que la culpa no es del fanático de la cinematografía, sino del exceso de producción hueca a la que estamos expuestos gracias a que los grandes estudios, las productoras y la mercadotecnia se empeñan en ofrecer, en su gran mayoría, un cine visualmente magnificente y sustancialmente pobre.

El 2011 concluye dejando una estela de películas fantásticas, películas innovadoras, películas repetitivas, películas por estrenarse, películas para recordarse, películas para olvidarse, películas para entretenerse, películas para cansarse, películas para reírse y hasta películas para motivarse. Y a pesar de toda esa gran cantidad de propuestas el año termina como uno de esos años en el que las cosas cambian, cambiando muy poco, en especial, gracias a la inercia por repetir las fórmulas constantemente puestas en práctica, así como a la limitante y la dificultad que significa hacer cine.

Muchos remakes, sagas que llegan a su fin, franquicias que inician, actores que se consolidan y actores nuevos que se nos presentan, caras nuevas, caras no tanto, íconos del cine, premios nuevos, premios viejos, técnicas de vanguardia, monstruos más escalofriantes, mundos creados, cine de mucho presupuesto, cine de poco presupuesto, en fin, en pocas palabras, otro año más. Por qué no hacer el experimento de sentarse diez minutos a pensar en por lo menos diez películas de las que se haya aprendido algo, de las que se haya sustraído algo (un diálogo, una actuación, una moraleja, un chiste, un tema, un sonido) en este año que finaliza. Así que, ¿qué es lo que diferencia este año de otros? ¿Qué lo hace distintivo? ¿Por qué y cómo lo recordaremos a futuro?

Es muy probable que esa sea la pregunta que todos deberían plantearse. Las personas que hacen cine, quienes escriben guiones, quienes escriben de cine, quienes trabajan en la industria, quienes trabajan para la industria y quienes ven películas. Concluir el año reflexionando sobre lo que se ha aprendido, bueno o malo, positivo o negativo, sobre aquellas horas que se destinaron al cine, a las películas, a sus mensajes y a su contenido. Y junto con aquella reflexión comenzar el año nuevo con el firme propósito de no repetir errores, de ver el cine con un ojo crítico, objetivo y propositivo, de acercarse a una película con la firme convicción de que es algo que se quiere ver, que es un cine al que se quiere apoyar y una propuesta a la que se busca respaldar, conocer y consumir.

El cine, como una constante en la vida de las personas debe, por lo tanto, tomarse con seriedad; con la misma seriedad con la que se organizan y planean los demás aspectos de relevancia, personal y profesional, en el quehacer diario de la sociedad actual.

Cine para todos, pero sobre todo, cine. O mejor dicho, la exposición de la mente y los sentidos a un producto sonoro y visual, con un mensaje, a través de un canal de comunicación.

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